Análisis de la obra Poema de amor
Temática, contenido, métrica y figuras literarias
Por Carmen González Huguet*
La temática de este poema se refiere a la situación de muchos salvadoreños en la época en que el texto se gestó (años sesenta del siglo XX, ya que la primera edición del libro donde aparece el poema, Las historias prohibidas del Pulgarcito, es de 1974 y fue publicada en la ciudad de México, D. F.). Se trata de un poema de madurez, si se puede hablar de ello en un hombre que fue muerto cuatro días antes de cumplir cuarenta años. En 1974 Roque Dalton cumplió treinta y nueve años y fue asesinado el 10 de mayo de 1975.
El poema que vamos a analizar está formado, como la mayoría de los del autor, por versos libres. Esto es: sin rima, sin medida homogénea y sin esquemas rítmicos constantes. La temática que aborda es una representación de la marginación, o más bien, de los marginados, ya que las imágenes que nos va planteando nos dibujan el retrato de una nación de hombres y mujeres excluidos, sin acceso a ninguna forma de representación política, ni a la propiedad de los medios de producción, tal como era el caso de la mayoría de los habitantes de El Salvador en aquella época e, incluso, hoy en día.
La estructura del poema se asemeja a la de un decreto. La prolongada enumeración, que constituye la mayor parte del cuerpo del texto, constituye los “considerandos” de este decreto poético. Dicha enumeración, que describe una serie de hechos de explotación muy concretos, acumula un “crecendo” que se resuelve en los dos últimos versos. Ahí, donde el autor dice: “mis compatriotas,/ mis hermanos”, encontramos el verdadero epifonema.
Si bien el lenguaje, en la mayor parte del poema, es fundamentalmente denotativo, aquí y allá hay destellos de cierta connotatividad. Veamos la enumeración:
1. Los que ampliaron el Canal de Panamá/ “y fueron clasificados como “silver roll” y no como “gold roll”). Acá conviene explicar que en 1904, cuando el gobierno de los Estados Unidos recibió las obras del Canal de Panamá de manos de los inversionistas franceses, esta mega obra de ingeniería estaba llena de problemas de todo tipo. Uno de los mayores era conseguir suficiente mano de obra, especialmente calificada, para continuar los trabajos. Además, la región era azotada por muy adversas condiciones climatológicas, topográficas y, especialmente, de salubridad. El paludismo y la fiebre amarilla diezmaban las filas de trabajadores y técnicos. En aquella época, y aún ahora, los funcionarios estadounidenses eran racistas. De modo que “clasificaron” a los trabajadores en dos grandes categorías: había un escalafón llamado “gold roll” para los trabajadores “blancos”, y otro llamado “silver roll” para los de origen amerindio, afrodescendiente o asiático. La paga y las prestaciones eran muy diferentes en cada bloque.[1] Es, pues, una expresión de la inequidad, la discriminación, la marginación y la explotación sufrida por los trabajadores solo por el hecho de no ser “blancos” estadounidenses.
2. Los que repararon la flota del Pacífico/ en las bases de California. A partir del 7 de diciembre de 1941, a raíz del ataque japonés a la base naval de Pearl Harbor en Hawaii, los Estados Unidos entraron a la Segunda Guerra Mundial para luchar en el bando de los Aliados contra las potencias del Eje: Alemania, Italia y Japón. De manera masiva, los hombres estadounidenses fueron llamados a filas, creando un vacío en las filas de los trabajadores, que fue llenada por las mujeres y por inmigrantes llegados del resto del hemisferio. Por cierto, una hermana de mi madre, María Julia Huguet Cañas, fue empleada para soldar planchas metálicas destinadas a dicha flota, y ella realizó ese trabajo en un lugar llamado Presidio, en la ciudad de San Francisco, California, aunque dicho lugar no era ninguna prisión.
3. Los que se pudrieron en las cárceles de Guatemala,/ México, Honduras, Nicaragua/ por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,/ por hambrientos… Acá el autor enfatiza la criminalización de la pobreza, fenómeno social que tanto golpea a los emigrantes, aún ahora. Acá el verbo pudrieron tiene un claro sentido connotativo. Igual sucede en el verso siguiente: los siempre sospechosos de todo. Y a continuación cita de manera supuestamente textual una nota judicial: (“me permito remitirle al interfecto/por esquinero sospechoso/ y con el agravante de ser salvadoreño”). Esta frase recalca de manera violentamente irónica la exclusión y la discriminación en razón del origen y de la nacionalidad. El término interfecto significa, según el Diccionario de la Lengua Española: “Dicho de una persona; Muerta violentamente, en especial si ha sido víctima de una acción delictiva”. Esto significa que el pobre hombre en cuestión fue presuntamente muerto por la policía, o por el representante de alguna otra autoridad competente, sin que probablemente se siguiera investigación o indagatoria alguna.
4. Las que llenaron los bares y los burdeles/ de todos los puertos y las capitales de la zona. Alude acá al ejercicio de la prostitución y de la llamada “trata de blancas”, de la cual han sido, y desgraciadamente todavía son, víctimas innumerables mujeres que ayer y ahora caen en las garras del crimen organizado. Y a continuación menciona los nombres, reales o supuestos, de los lupanares donde dichas mujeres son explotadas.
5. Los sembradores de maíz en plena selva extranjera. Esta es una posible alusión a las bananeras, en la costa norte de Honduras, adonde muchos salvadoreños emigraron durante buena parte del siglo XX, hasta que en 1969, a raíz de una reforma agraria impulsada por el gobierno hondureño, fueron expulsados violentamente de ese país y retornados a la fuerza a El Salvador, en un incidente internacional que dio lugar a la mal llamada “Guerra del Fútbol”.
6. Los reyes de la página roja. Alude a la antedicha criminalización de la pobreza, con o sin fundamento real.
7. Los que nadie sabe nadie de dónde son. Tan insignificante era hasta hace unos años El Salvador, que casi nadie sabía su ubicación geográfica. Hoy, a raíz de tantos hechos de violencia que se han suscitado en nuestro territorio nacional, esto ha comenzado a cambiar. Ahora no solo muchos ya saben, o tienen una idea aproximada, de dónde queda El Salvador, sino que empezamos, por el hecho de ser salvadoreños, a llevar cierto estigma sangriento y doloroso.
8. Los mejores artesanos del mundo. Creo que al respecto sobran los comentarios.
9. Los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera. A diferencia de los mexicanos, que son cosidos a balazos “solo” al cruzar una frontera: la que divide a México de los Estados Unidos, los inmigrantes salvadoreños tienen que cruzar tres fronteras: la de El Salvador hacia Guatemala, la de este país hacia México, y la de México a los Estados Unidos. En realidad, no importa de qué frontera se trate: en todas los inmigrantes salvadoreños (y otro tanto les sucede ahora a los hondureños) no son bienvenidos.
10. Los que murieron de paludismo/ o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla/ en el infierno de las bananeras. De nuevo, estos versos aluden a las difíciles condiciones de trabajo, tanto en el Canal de Panamá (paludismo), como en la costa norte de Honduras. La barba amarilla (su nombre científico es Bothrops atrox) es una de las serpientes más venenosas de América Central.
11. Los que lloraron borrachos por el himno nacional/ bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte. La nostalgia es un fenómeno común a todos los migrantes. Creo que este verso no precisa explicación.
12. Los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,/los guanacos hijos de la gran puta… Este verso tampoco precisa mayor explicación. Sigue la enumeración de los excluidos. Guanacos es el término por el que son conocidos, coloquialmente, los salvadoreños, así como los guatemaltecos son llamados chapines, los hondureños reciben el nombre de catrachos, a los nicaragüenses se les dice chochos o nicas, y a los costarricenses, ticos.
13. Los que apenitas pudieron regresar,/ los que tuvieron un poco más de suerte,/ los eternos indocumentados… Pocos sueños y deseos son tan recurrentes, también, para los migrantes, que el del regreso. Ojalá, con éxito y con plata.
14. Los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo… en estas construcciones idiomáticas, verdaderos neologismos, el autor concentra el sentido de lo que la pobreza y la exclusión obliga a hacer a los oprimidos.
15. Los primeros en sacar el cuchillo. En general, las personas que han vivido carentes de casi todo tienen poca tolerancia a la frustración. Las respuestas violentas son aprendidas muy pronto en una sociedad que no se distingue por acoger solidariamente a nadie, mucho menos a los desposeídos.
16. Los tristes más tristes del mundo. Por esta y otras razones, nada más frecuente que una actitud desesperanzada y deprimida ante un horizonte vital que ofrece tan pocas posibilidades de alcanzar la realización personal y la felicidad.[2]
17. Mis compatriotas,/ mis hermanos. En estos dos versos, que constituyen, como dijimos, el epifonema, encontramos una conclusión golpeante e impactante no solo porque es el cierre justo de tanta acumulación de sentido, sino porque en estas cuatro palabras el autor se identifica plenamente con aquellos que ha venido describiendo de una manera pseudo-desapasionada.
Cuando Dalton asume no solo la identidad sino, sobre todo, el origen y el destino de los hombres y mujeres retratados en este poema, está planteando una opción de vida, pero también toda una ética que se convierte, en el caso de este autor, en una praxis política. Como él mismo dijo en otro poema: “Poesía/ Perdóname por haberte ayudado a comprender/ que no estás hecha solo de palabras”. Lo cual, por no hablar, por hoy, del contenido, es una verdadera imagen poética, porque no fue él quien le ayudó a comprender a la poesía tal cosa, sino al revés.
O, quizás, fue la misma realidad salvadoreña, tan monstruosa y desmesurada, la que le enseñó al poeta todo: la necesidad de una praxis política que alimentaba, y se alimentaba a su vez y simultáneamente, a y de su praxis literaria. Para cuando el libro Las historias prohibidas del Pulgarcito sale publicado, a su autor le quedan solo unos pocos meses de vida. Y cada una de las palabras en ese libro expresadas, como todas las del resto de su obra, las sostendrá, hasta su último respiro, con su propia vida.
Notas
1.Ver: https://www.panamaviejaescuela.com/gold-roll-silver-roll/, consultado el 21 de mayo de 2019.
2.Ver: Martín-Baró, Ignacio (1985). Acción e ideología. San Salvador, UCA Editores, segunda edición. ISBN 84-8405-051-3. El artículo, aparecido en 1973 en la revista ECA, fue publicado como un apéndice del libro. Hay versión digital: http://www.uca.edu.sv/coleccion-digital-IMB/wp-content/uploads/2015/10/1973Psicolog%C3%ADadelcampesinosalvadore%C3%B1oECA1973-28-297_298-476_495.pdf, consultado el 15 de abril de 2019.
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*Carmen González Huguet (El Salvador, 1958). Poeta, narradora y catedrática universitaria. Obtuvo el título de profesora en Educación Media (1991) y licenciada en Letras (1992) por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”. Ganadora de varios premios nacionales e internacionales de poesía. Entre sus poemarios figuran: La sombra y la luz (1987), Mar inútil (1994), Locuramor (1999), Palabra de diosa (2005), Placeres (2010), entre otros. Miembro de Número de la Academia Salvadoreña de la Lengua a partir de 2012 e integrante de la Red Internacional de Investigación en Literatura de Mujeres de América Central, coordinado desde la Universidad de Aguascalientes, en la capital de este estado mexicano.