Romilio Ribero

A cincuenta años de su muerte

 

 

 

ENTRE AMULETOS, BODAS, PLANTAS ANIMALES, MAGIA, BRUJAS,
HECHICEROS, VIAJES Y POESÍA

 

Mi poesía y mi pintura tienen dos puntos en común: la búsqueda del misterio a través de todas mis vivencias, y la plasmación de los amados paisajes y sus personajes. En la una, suenan como voces lejanas que hablan y recuerdan cosas y heredades perdidas; en la otra están, presentes, destejidos sus huesos por los aromas…
Romilio Ribero, Córdoba, 1974

 

Tuve en el año 2023, luego de una azarosa travesía, la posibilidad de visitar el Uruguay y la Argentina, gracias al amigo Carlos Marré en un viaje denominado: “Recorrido por el Río de la Plata”.

En el Uruguay asistí a un Festival de Poesía y allí pude encontrarme con el poeta argentino, Hugo Rivella, a quien le decimos de cariño “el Negrito” y al decirle que me dirigía a Buenos Aires y a Salta por otros festivales (uno de ellos por iniciativa del gran Teuco Castilla) se alegró mucho; entonces le hice una pregunta cajonera sobre qué poetas pocos conocidos me recomendaba.  El Negro quedó pensando y me mencionó varios nombres: Juan L. Ortiz, Bustriazo Ortiz, Jorge Leonidas Escudero, Miguel Ángel Federik  (quien aún vive) y al final acotó:   “A vos, te va a encantar Romilio Ribero (1933-1974), escribía en versículos.  Es maravilloso.  Exquisito.”

El gran poeta Enrique Molina sostuvo sobre Ribero:

Vivió su infancia en el corazón de la tierra, en profunda comunicación con las cosas elementales, árboles, pájaros, ríos, lenguas del viento y de las lluvias, sombras de la noche, revelaciones secretas. Niño agreste acompañante de entierros en los campos y testigo de fogatas remotas, de haciendas de paso, amigo de las aguas y en especial de ciertos árboles, de ciertas piedras y de ciertas luces con las que sostuvo una especial comunión y que al irse le dejaron su perenne amuleto (…)

Romilio Ribero pudo penetrar en el gran círculo del misterio, conoció la teología del sueño, todas las magias de las curanderas, vio mujeres que hacían crecer las plantas mirándolas, mujeres que veían en la oscuridad el futuro y la fortuna.

De este modo quedó también hechizado  e irremediablemente condenado para la poesía.”

Inmediatamente al llegar a Buenos Aires fui por varios días a diversas librerías de nuevo y de libros usados en la Avenida Corrientes donde hice hallazgos impresionantes.   Al no encontrar nada de Romilio, decidí utilizar una plataforma de compras por Internet y así encontré en una calle ubicada a varias cuadras donde me hospedaba a un librero, quien me vendió la primera edición (firmada y con un dibujo del gran Romilio, pues también fue artista plástico).  Se trataba de Libro de bodas, plantas y amuleto.  El vendedor caviló un tanto pues al tener el autógrafo y el dibujo (propio del pintor de heredar mujeres de cuellos alargados, galluzas prominentes, orejas ensanchadas y aretes) era valioso.   Cuando ya pude leerlo en casa; quedé fascinado.

Pude encontrar con sorpresa, algunos poemas la red y que páginas como Vallejo and Company lo tenían en la sección de Extrañas Escrituras.  Gracias al dato del poeta Alejandro Calle y del poeta Enrique Solinas, pudimos comprar por internet unos libros que han ido publicándose poco a poco por la editorial Alción en Córdoba dirigida por Juan Carlos Maldonado y al empeño de su compañera Susana Sumer, por rescatar su obra.   Encontramos algunos cuantos y me faltarían algunos más.

Confieso que me da un sentimiento de cierta impotencia, que un nombre como el de Romilio Ribero no se sitúe al lado de grandes poetas de nuestra América y de la Argentina con más visibilidad para el público lector y para los escritores.   Su temprana muerte ocurrida en 1974, hace cincuenta años y con la publicación de dos títulos: Tema del deslindado y el mencionado Libro de bodas, plantas y amuletos quizás ha reducido su aparición en antologías o su conocimiento fuera de su país de origen.

Me quito el sombrero ante la belleza de su poesía, sus imágenes, sus metáforas, sus versículos que cabalgan por las pampas de la lengua, por los ríos torrenciales del idioma con magia, misterio y poderío verbal, una Patagonia visual y musical.   Hay una deuda enorme con este maestro que espero sea más leído, difundido y que ocupe el sitial de honor que se merece como uno de los grandes poetas del continente.  Aquí su credo:

 

Poética

Viviendo en los comienzos de la magia y el fuego,
en las altas provincias del asombro en la infancia,
reducido a las tardes que se vuelven palomas del diluvio,
purificado en los ceremoniales de plantas y hechiceras,
he visto en esta condición lo extraño,
lo que ha tramado el dios del destierro en su espíritu.
Pero aferrado al mundo cotidiano, a las cosas más simples,
he olvidado por fin, esas aves de niebla y de flores,
esos soles cantantes entre los nacimientos de las víboras,
y las altas mujeres que conjuraron rayos y granizos
con miradas de líquidos otoños en países ardientes de corales.
Ahora acabo de entender lo cierto que no es esto ni aquello,
ni ese mar prodigioso que sepulta sus lunas inmortales.

Es la ciudad que llaman: poesía
En un país del alto resplandor.

 

Javier Alvarado
Academia Panameña de la Lengua, 25 de noviembre de 2024.

 

 

 

 

Poemas de Romilio Ribero

 

 

 

CANCIÓN

 

Aquí, bajo esta sombra de dulcísimo peso, por donde huyen palomas y se duermen caballos,

están en la violenta y asombrada Estación de los Perfumes las ancianas y oscuras navegantes,

desterradas del mar,

que aún sigue, allá a lo lejos con barcas y muchachas,

siempre con la hermosura de los graves poemas del dios de las neblinas

y las lunas del hierro y de las lluvias con sus secretos signos.

 

(Quiero que no miréis esas manos que van estremecidas hacia negros hechizos,

esos rostros que sueñan extraviados, otra vez, con los hombres de hazañas memorables,

ni escuchéis los relatos de hogueras y diamantes en asilos del trópico,

cuando ellas caminaron junto a los fundadores con sus tablas de partos y sus tablas de muertos).

 

Porque no es el olvido el que muestra su máscara de mirto deshojado.

Ni es el ave adornada con lámparas celestes y barandas de flores,

ni el país que dejaron con sábanas nupciales y santos flagelantes en nichos de mayólicas.

Ni ciudades cantadas por herreros y elogiadas en negras escrituras.

 

Aquí duermen, abuelas del niño del misterio,

danzantes por las calles del arenoso reino.

Destiladoras de los jugos mágicos de frutos de cenizas y de sales.

Hechiceras del sol o de la luna, amortajando en grandes epidemias a sus primeros hijos,

en países de malvas y de hierbas, sobre largos desiertos empapados de hormigas voraces y de moscas.

 

Oh, que duermen allá, debajo de los árboles del Viento.

En un extraño mundo de escorpiones y monos, de calendarios de hojas,

de demonios que vuelan, fosforescentes aves, palmeras venenosas, fuegos desconocidos y sarcófagos

llenos de verdes salamandras.  Duermen aquí y allá con sus memorias y sus tempestades;

con sus consagraciones y voces del espíritu,

con herrados caballos y monturas de oro y de la plata,

vestidas con el traje de las rojas orquídeas y de los pavorreales.

 

Desterradas del mar que pasa y vuelve con sus nombres tristes.

 

¡El mar que aún sigue en la naciente noche de la Primera Madre de los Ramos!

 

(De: Libro de Bodas, plantas y amuletos)

 

 

 

 

IBN AN NADIM COMENTA DESPUÉS DE SU DESCENSO

 

Lo que he visto en el esplendor de las transmutaciones

es una mujer de la semilla.

Me escondí con los prodigiosos colibríes

y alcancé el árbol luminoso.

Tuve la eternidad de los regresos.

Me dolían como hambrientas banderas del éxodo.

Callé y asistí a la feroz batalla de las progenies.

Fue árido el último poniente y me ungieron de cuarzo,

me invistieron con águilas solares y jeroglíficos forestales.

Mi sombra, pútrida y exhalando un perfume maligno.

Eran profundas destrucciones,

Ciudades conducidas por bestias semejantes a las rocas.

Me guardé de los espejos acechantes, de la cabellera de la mujer de la consumación.

Era lo que denominamos el Año cuando el mundo vuelve a crearse.

La combustión había consumido las perlas y los antepasados.

El espacio era ansioso de mi desasimiento, con su resplandeciente polvo.

Lloró el otoño con sus hocicos sombríos, lloraron los astros

y la hermosura de las amapolas con su tierno aliento.

Ellos dijeron al verme solo entre los alelíes: viene de los herbarios del fuego y de las ganaderías de la nieve.

No pensé más: delante de mi cuerpo se abrió el alba.

Reino de palomas en fiesta.

 

(De: El libro de viaje de los varones prudentes)

 

 

 

 

LA PALOMA

 

Contemplé el cuerpo de la paloma

que la muerte hizo descender extrañamente

a mis pies,

como una dulce costumbre iniciada hace tiempo,

ni triste ni alegre, inicié un movimiento

y separé su cuerpo del mío,

en la insensata búsqueda cuando uno detiene

su mirada por más tiempo de lo debido,

liberado del cielo, pedía espacio

su gris azulado;

ahora ante la nueva realidad

que cubría el suelo,

no me era posible comprender los ilusorios

y siempre jóvenes aconteceres del mundo;

pensé en otros veranos,

cuando para mí la muerte,

eran tan sólo un lujo del pensamiento,

la paloma yacía muerta a mis pies:

una rara decepción que desmentía el aire

en el hueco de sus alas se cumplía la podredumbre.

Desmentí la náusea y la muchedumbre de sabios,

que desde Platón o Thales de Mileto,

inclinan hacia el error,

el tumulto precipitado bajo la frente.

 

Tal la conducta que empujó mi pie, para hurgar

tan extraño secreto.

 

(De: Todo fénix es la mirada)

 

 

 

 

PERSONA TÓXICA

 

La seguí por el dormitorio.  Era el crepúsculo.

Por ese aposento con indecentes santos de yeso,

detrás de cuyos cortinados, algo inexplicable ocurría.

Se reía carcajadas, envuelta en maniáticas sedas,

Masticando un collar que descendía hasta sus pies,

adoptando entre la luz y la sombra

una pose extraña y misteriosa.  Un plegamiento adorable y de ensueño.

Era intensa, apetitosa,

con adorables y grandes ojos que parecían de la bóveda del cielo.

Al principio el rito, ebria la palabra,

me contaba un cuento de las mil y una noches,

mientras el abanico giraba y borraba mi rostro de su rostro.

Qué inmenso era el deseo de poseerla

y hacerla desfallecer en mis brazos.

No sé bien, si ella era el deseo de mis brazos

o si mis brazos eran su deseo.

Su piel era nacarada y unas extravagantes flores adornaban su corpiño.

Era preciso que yo partiera en ese momento.

Que me escapara antes de ser devorado por esos muslos inflamados de ardor,

por esos labios con tal delicadeza, que sangrarían un siglo

con mis labios

y con esa sonrisa estremecedora y vibrante.

No oía sus palabras y no veía su collar que se enredaba por sus dedos.

Sólo me interesaba esa plenitud,

esa fulgurante piel, esa cabellera que desplegaba una siniestra belleza.

-Aprenderás a rezar el rosario

se lo repetirás a tu abuela

y creerás en el dolor del crucificado?

traté de contestarle que sí.  Traté de insultarla.

De que no me interesaba nada.

 

Casi inmóvil como una pantera

cerró el catecismo.

 

Desde ese atardecer, todos los días

me lacero las manos con una magnolia.

 

(De: Las mujeres, las magias)

 

 

 

 

ENUMERACIONES

 

Yo he sido en esa tierra el castigado huésped,

el angustiado huésped de su oscuro mandato.

 

Adentrado en su vida la viví poco a poco, andador y perdido.

 

Frutos terrestres, mutaciones, incesantes soles, perfumadas sales,

hicieron esta injuria de mi boca, este propio destierro.

 

Nací de las llanuras, caldeado por colores de cardales,

era un país de sombras, aguaceros, animales y plantas extrañísimas;

los peregrinos iban y volvían cantando en sus arenas

como hombres de una raza del extinguible reino.

 

Pero de pronto supe que mientras levantaba mi rostro entre los nardos

se gastaba la gente en ciudades de hierros y de odios;

caminaba en el viento, cuando ellos pisoteaban los cementos,

leía en el aire el canto de la calandria

anunciando los frutos de setiembre,

mientras en otras partes, los hombres descifraban las simbólicas muertes del dulcísimo Rilke

o eran los hechizados hijos de las oscuras fuerzas de una América fantasmal, extinguida e ignorada.

 

Me decía en la tierra inmensa, antigua,

llena de llamados, de vientos, de paraísos eternos de fragancia,

cubierta de postes, ladradas por lejanos perros:

-Sobre mi nombre mismo me conozco, me salgo de los frutos

para caer en un país de luces conmovidas y de frutales ángeles,

hoy ha muerto un caballo y lo beben oscuras mariposas,

yo tejo con mi sombra y junto al río la ciudad de un pájaro.

 

Y nunca comprendí que muy cerca de mí era el trémulo mar de ropas tristes

quien cantaba con rostros gastados por borrascas,

ni que la grandeza del día se expresa donde no falta el cielo,

ni que el perfume del magnolio guarda en su leche a la mujer

ni que la tarde tiene un sabor de encantado nacimiento

cuando el hombre galopa en las llanuras deshaciendo coronas,

ni que los ríos crecen solamente en verano cuando los juncos tañen sus violines.

Ni que el clima de agosto cuaja la madurez del nardo

Y en setiembre regresan las grandes bandadas, despertando los cántaros del viento,

justo en la medianoche.

 

(Ya comienzan los remolinos de ese país.

Ya comienzan.  Vienen del mar sofocado y patagónico.

Chorrearán agua a las lagunas, espantarán las manadas,

bailarán sus duendes sobre los arenales y las abuelas

alimentarán la fábula del niño con sus oscuros relatos.)

 

Yo estaré hablando de tanta soledad y se moverá la lejanía.

 

De tarde en tarde, las solitarias y las campanas, callarán.

 

De no hacer nada, me quedaré atestiguando mi ausencia.

 

(De: Tema del deslindado)

 

 

 

 

SPIRITU

 

En tierra del diluvio destruida

por estaciones de su activa esencia.

Era tan solo la ilusión de un Día.

El signo de Su Espejo.  O su presencia.

 

Era el descenso.  Era la ascendencia.

Fuente que canta en la ignorada vía.

No me veía, pero me perdía

en su continua e inmortal Creencia.

 

¿Cuál es mi Yo?  maduro en la sagrada

matriz.  En la armonía de la Nada.

Soy un período en mi verdad.  Me apresa

 

lo no visible, en su Sabiduría:

soy Leonardo, Beethoven, soy un Día

de alguien, revelador de la Belleza.

 

(De: El Paraíso destronado)

 

 

 

 

ANIMALES PELIGROSOS

 

Un gato que ladra

un dromedario con la cabeza de un verdugo

un niño con la corona real del país del espanto

una mujer gruñente con sus órganos de ave fénix

una tortuga con olor a hombre de la noche

un caballo sin la Lady Godiva

un mendigo con sus miembros sepultados en medio de la ciudad

una araña en el dormitorio de la Gioconda

una concha del mar engendradora de huracanes

un poeta incesticida que se acuesta con su sombra

una jirafa que pasea en una jaula de flores

una mosca ocupada únicamente en perseguir al Crucificado

un albatros en las lancerías con ojos de momia putrefacta

una serpiente con cuerpo de mandolina en la floresta de las mujeres moribundas

un león que huele a la gitana del Aduanero

una liebre que no sirve para que la pinte Soutine

una vaca que no quiere que arrastren su cabeza sangrante en una tela de Goya

un asno devorado en el banquete orgiástico de Juan Ramón Jiménez

un buey que no tiene la cara de mi madre ni los cuernos de mi padre

 

Estos son los animales peligrosos

Aquí está la explicación de muchos desastres a que estamos condenados

 

(De: Libro de los fuegos)

 

 

 

 

A SUSANA

 

Tus pies descalzos, tus cabellos tienen

un color del ayer, desamparado.

Has contemplado, si, tú has contemplado

un pasado que un ángel lo sostiene.

 

¿Has visto mi dolor que sobreviene

en ráfagas de fuego desolado?

En mis ojos te he visto, en mi costado,

sabes cuántos amores lo contienen.

 

Está bien.  Tus calzados andrajosos

recorren el mundo de mis ojos

diciéndome: descalza y en la vida

 

Sobrevivo a tu forma a tu manera.

-Romilio, ¿volverá la primavera?

-Si, volverá y es la estación florida.

 

(Este es el último poema que escribió Romilio, entre las 6 y 7 horas del día de su muerte, 5 de diciembre de 1974, al mediodía,) Susana.

 

Romilio Ribero Nació en Capilla del Monte (Dpto. Punilla) el 16 de julio de 1933 y murió enfermo, en la ciudad de Córdoba a principios de diciembre de 1 ... LEER MÁS DEL AUTOR