Romelia Alarcón Folgar

Epístola irreverente a Jesucristo

 

 

 

 

 

Guatemala

 

Nadie te hiera amor, nadie te toque

ni el dardo envenenado ni la espina

ni la espada furtiva se aproxime

a lastimar la luz de tu epidermis,

nadie con ojos fieros se te acerque

nadie te toque amor, nadie te toque

si no es para besarte,

y que estallen en tus predios,

con la ternura de sus flores nuevas

y en el silencio de tu faz nocturna

y de tu faz silvestre

con el viento de aurora conmovidas

tu tráfico de alondras sorprendidas.

 

Nadie te hiera amor, nadie te nombre

con los labios blasfemos porque eres

el sabio acontecer de tus mayores;

el resumen traslúcido de ayeres

que ha dejado plasmada la armonía

en todos los contornos y parajes

que relucen al sol tu geografía

única en el planeta y amorosa

desde la más humilde florecilla.

Dioses mayas regresen y te amen,

fecunden tus entrañas maternales

y una raza de héroes te salve.

 

Nadie te toque amor, nadie te mire

si no es para volcarse en alabanzas

con júbilo de luces y con frutos

maduros de tu tierra y ramilletes

de las flores del alba.

Hincarse reverente y cuidadoso

poniéndote un dosel de hojas y pájaros

para que tu camines conmovida.

 

Nadie te toque amor, nadie te nombre

si no es para adorarte.

Voceríos aclamen tu hermosura

y el tacto de tu suelo ennoblecido;

tu cesto de jardines olorosos

en el verde espiral de tu cintura.

 

 

 

 

Epístola irreverente a Jesucristo I

 

Cristo,

bájate ya de tu cruz y lávate las manos,

lava tus rodillas y tu costado,

peina tus cabellos,

calza tus sandalias

y confunde tus pasos

con todos los pasos que te buscan

por la cordilleras y el mar;

por las comarcas;

por el aire,

por las alambradas de los caminos.

 

Tú solucionas cualquier cosa,

para ti todo es fácil

y entonces

¿qué esperas?

¿Por qué no bajas de tu cruz ahora mismo?

Sin parábolas, con balas

y sueltos arrecifes vengativos

en las manos…

 

Y se llenen los pueblos de hombres liberados

y sol de mediodía,

huertos, palomas y rosas

de corolas intactas

y clarines anuncien

pacíficas mañanas.

 

Cristo,

baja ya de tu cruz

donde millares de hombres contigo

están crucificados:

lava tus manos y sus manos,

tus rodillas y sus rodillas,

tu costado y el costado de ellos;

lava tu frente y la frente de ellos

coronada de espinas.

 

Que no prosiga tu martirio inmóvil:

muestra tu ira,

baja ya de cruz,

mézclate con los hombres que te aman.

 

 

 

 

Epístola irreverente a Jesucristo IV

 

Jesucristo:

Hoy no te quiero niño

dormido en un pesebre entre la paja.

Hoy no te quiero necesitado

del calor de la mula y el buey

aunque te ame infante,

y ponga mis caudales de joyas en tu cuna.

 

Hoy te quiero tribuno,

hoy pido tu palabra de relámpagos,

hoy te quiero humanista

con tu vestido cívico

hoy te quiero abogado en las salas de audiencia

en los juzgados, en las cárceles,

hoy te quiero en las cátedras,

hoy te preciso médico

en las aldeas y en los valles,

hoy te quiero poeta,

escribiendo poemas de ternura

para los niños desvalidos.

 

Hoy no te quiero Dios,

no te quiero invisible

y que te oren con los ojos en lo alto;

hoy te quiero oloroso con las yerbas del campo,

auscultando con oído atento

sobre el surco

el proceso de todas las semillas.

 

Hoy te quiero que te hablen de hombre a hombre,

caminando en las calles

como cualquier obrero, como cualquier vecino

con tu portafolio bajo el brazo.

 

Hoy te quiero accesible para todos,

para el que ama su ídolo de piedra

o su becerro de oro.

 

Hoy te quiero artesano

fabricando zapatos para niños

y que te abunden

como el pan y los peces.

Y quiero que repitas cada día

ese milagro, si no puedes hacerlo de otro modo

en este tiempo de astronautas

que pretenden husmear en tus dominios.

 

Hoy quiero tu Sermón de la Montaña

como rocío azul en todos los oídos.

 

Y para terminar, Jesucristo,

te suplico

que pongas diariamente sin faltar,

algunas monedas en todos los bolsillos proletarios

-sin olvidar los míos por supuesto-

Y verás que alegría en los mercados.

 

 

 

 

El Lunes

 

El lunes tiene la cara larga

del sudor

y el olor de las fábricas cerradas.

 

Empero;

las calles del lunes de luz alborozada

con enjambres de obreros y serruchos,

clavos y maderas

brotan con alegres tonadas.

 

Arquitectos y albañiles

con igual levadura

se van de abajo para arriba

con largos balcones de cristal

y puertas jóvenes de tablas olorosas

pensando en los retoños de la selva.

 

Y el encino y el roble se hacen arcas

y tallados paneles.

El hombre sonríe el día lunes

y alisa flores de cemento.

 

Las horas del lunes

se acumulan como monedas

en los bolsillos

y luego estallan ramos de ilusiones

personales.

 

Se desviste el día,

lentamente las horas,

y se queda desnudo a las doce

hasta que idioma de silbatos

descascara los vientos.

Racimos de manos rudas

y racimos de ojos vigilantes

con acostumbrada pericia

fabricando salarios

se desempeñan

con raíces invictas.

 

De pronto,

muchedumbre de pasos

sobre los durmientes de la tarde

y el lunes

se pone la cara blanca de las estrellas.

 

Romelia Alarcón Folgar Fue una poeta, periodista, y sufragista guatemalteca. Muchos de sus temas tuvieron que ver con el entorno y los derechos de las mujeres. Est ... LEER MÁS DEL AUTOR