El sueño de los héroes
(Traducción al español de Emilio Coco)
Cámara oscura
Cámara oscura, donde según Hurley
se desarrolla y se imprime la imagen.
Yo soy un segundo, no un fotógrafo,
pero creo que como en la retina
hay un espacio de oscuridad que fija
en el cerebro, lo que fue repentino.
Aquella me parece la cámara que a cada cual
dispensa la oscuridad necesaria para apretar
las imágenes en fuga en un recuerdo.
Como si sólo desde la oscuridad la memoria
pudiera encontrar su luz redimida.
Yo sobrevivo por eso,
la zona oscura entre cerebro y occipucio
las custodia inacabadas e intactas
sus imágenes, con todo el resto.
Si recordar es revivir enteramente
y ser regenerado, para renacer.
Un día al crecer de la luz tomó forma
bajó hacia el valle como una montaña de sombra
y lentamente penetró por las ventanas, mojando
los alféizares, sin romper los geranios, poco
a poco resbalando por los muros, luego subiendo
mientras sobre su velo aparecían las medias de las esposas
las camisas blancas de los hombres y su
reposo ininterrumpido, tranquilo, sobre los cuerpos
sin sacudidas, se hacía más fresco, sumergido
en su vidrioso eco sonoro, y el agua
penetraba las orejas y las vaginas
de las esposas, atravesaba sus cuerpos supinos,
parándose sobre los ojos, en contacto, asomados,
como temblando un instante, al extremo
confín, pero en seguida la pestaña reposaba y los párpados
traían de nuevo la oscuridad.
Luego cuando los cuerpos se deslizaban ya
hacia la habitación inundada, moviéndose en el sueño,
como vivos, empezó a salir
por las ventanas, deslizándose por los muros blancos
que parecían sal y volvió en sí
perdiéndose y ahogándose en el vacío.
Las mujeres se despertaron intactas y, antes
del sol, de los ciclámenes, del temblor de la
mar en las ventanas sintieron el frío
de los cuerpos de sus maridos, permanecieron inmóviles
mirando cada una a su hombre en sus ojos hechizados
mientras las tablas, los trajes hechos harapos,
las armas, las coronas poco a poco surgían
del mar, y desde la orilla los niños juraron
«volverá otra vez».
La imagen plateada fluye sin descanso
y los transeúntes en el surco reluciente se hunden
pero el tiempo transcurre solitario entre nuestros cuerpos y no tiene rostro
entre las casas como babas de caracol se abren los diques
y las ventanas se encienden en el breve aliento
luego la noche y todos los insomnios y los niños
con los juguetes en la hueca vislumbre con los ojos
de fiebre pronuncian su nombre y los faroles
en el horizonte oscilan mudos, el tiempo crece sobre sí mismo
acelera en la duración su impulso, la noche
se encenderá de cascadas relucientes al madurar la sangre
pero el niño traerá su oscuridad y su grito
en el hombre que se arrodillará ante la mujer amada
y la apretará en sus manos como a una cierva
y disparará la luz de su fuerza en el cuerpo de ella
cuando sus ojos resplandezcan como faros para traspasarla
entre las moléculas de luz respirará la oscuridad del niño
y su grito la descubrirá desnuda frente
al tiempo henchido de su promesa lancinante.
Un nacimiento
a mi madre
El sueño condujo el astro que engendra
la sangre y el río arados, la nieve.
Caía como pan blanco sobre el traje raído,
por aquella senda que los transeúntes llamaron cielo
como si tú fueses un largo camino.
Quería andar pero tenía frío y tan sólo la voz
el despertar dejó mis manos
ateridas y desnudas. He recogido
los juguetes de aquel lago nocturno, los he puesto
sobre la alfombra, para devolverlos.
Las costillas del niño bañadas en el fango
dieron a tu rostro una sombra extranjera,
el astro que engendró, el aura distante,
mientras uno regresa a casa por una senda entre los campos.
Luego en la luz de la mañana entre las verdes persianas
abriendo los dedos en el calor repentino
con los ojos llenos aún de agua oscura del lago
yo lloré en la luz y en mi nombre,
yo no sabía
pero lo que no sabía quema
en los ojos, lo recuerdo.
El sueño de los héroes
Después en pocos instantes se hizo la oscuridad
y las almas se desprendieron de los cuerpos antes del sueño,
se unieron a la sombra densa e invasora
que había subido entre ventanas y faroles
y otro aliento unió a los guerreros bajo las estrellas.
En tierra brillaba la luz en alguna ventana
y en las largas hileras de las aceras los cuencos
relucientes y los arcos de los portales indicaban la ascensión
que todos habían finalizado al atardecer
hacia el corazón secreto del palacio y del tiempo
en la habitación que había esperado la sombra como a una esposa
y que en el silencio de las calles asfaltadas, en el aliento
de los plátanos del paseo se unió a su hombre
que cerró los ojos en el abrazo de las paredes
y en ellas quedó apretado y durmió velado
por la camisa colgada en la ventana como un escudo
en la hora en que el enemigo del día venidero
respiraba su mismo aliento, en la hora
que la oscuridad recordaba aún en los rojos fulgores
ella que había pasado sobre los ojos y los heridos
dejando la húmeda promesa de su mano de hada,
la dulce, inalcanzable, materna noche.
La imagen
A Ilaria Occhini
Luego el índice pulsó el botón
y la oscuridad regresó a la pantalla y a la habitación,
desaparecieron aquellos rostros en el tubo catódico,
en el túnel oscuro desapareció la escena
con las personas, los afanes, las breves vidas,
agotada la historia se disolvió en el sueño.
Y a veces vuelve a aflorar oscuramente un drama,
pero en el pensamiento se deshilacha el recuerdo.
¿Quién fue la verdadera víctima? ¿Quién perdió?
¿Para quién, para quién aquel llanto?
¿Y fue para uno solo o para todos, próximos
a la orilla de la noche, al silencioso
intermitente recuerdo de viento y lluvia,
a la extenuación de la ira misma
en el subterráneo río negro del tiempo?
Imposible reconstruir la historia,
imposible olvidar aquel rostro
bañado en llanto primaveral, y en él
la acción, el acontecimiento, las escenas, las personas,
el sentido profundo de aquella sacudida.
Fue corta la memoria de aquel hecho,
la trama, lo que exactamente ocurrió.
Pero lo que ocurrió, el suceso, aquel rostro
no conoce brevedad ni duración,
fue, no pertenece al tiempo.
Eneas contempla los campamentos al atardecer
Dentro de pocos instantes este campo será un solo aliento
y nadie recordará su nombre, en el sueño
respirará mi ejército, y el pueblo
de los durmientes se unirá en el silencio al pueblo de los muertos.
Humos ligeros salen de las tiendas, humos de las cenizas
en las aras donde fueron quemados los caídos
en la batalla, en este día que declina,
en que de la tierra exhala el recuerdo del sol.
¿Quién visitará a los perdidos? Briznas de sol,
harapos de memoria alcanzarán su silencio,
como ocurre a los durmientes, mis muertos
¿tendrán visitas incorpóreas, huidas del día?
¿Conocerán también ellos el despertar y la mañana,
sacudiéndose la muerte como se sacude el sueño, el olvido
que la primera luz seca y coagula?
Vosotros, oh campos quemados que poco a poco recobráis el hálito,
vosotros, cama y tumba de mi ejército transeúnte, campos…
Duermen en vosotros, exhalaron el último suspiro
en la luz que se alejaba, duermen
al lado los que cayeron en vuestro regazo de oro
mirando el vacío luminoso entre los cuellos y los ojos
robando para la muerte el último sol.