El pabellón de infecciosos
Selección y traducción de Katherine M. Hedeen
y Víctor Rodríguez Núñez
El conmutador nocturno
El conmutador es un nivel de luz más allá del
Pueblo. Un piso con una mata de caucho,
Un guardia, y ángulos de vidrio
Cuyos relojes blancos giran con monotonía.
Allá arriba el silencio es sólido con su
Propio olor; la esencia de nuevos plásticos,
La emulsión, el cromo y los muebles con espaldares de espuma.
Pero con tu cabeza conectada a cada kiosco
y bar, las voces vienen ceceando a lo largo
De las distancias, pidiendo un taxi, la policía,
O solo el papeleo de palabras.
4 a.m. La hora del silencio. Un
Jadeo ocasional para los servicios de emergencia.
Pero si te conectas, saludas
El ruido. Las vocecitas metálicas que gatean
Una sobre la otra como abejas en una cámara
Negra, un enjambre que se desintegra
Dentro de tu cabeza, se vuelve corriente
Vital, incesante, con ganas, insistente como
La electricidad. Así escuchas hasta que
El pueblo se despierta, cuando la moneda fría cae por
Un dilema de luz. Y es un
Alivio saludar el turno matinal con las
Primeras palabras descaradas del día. Cambiar
De asiento y de responsabilidades, salir
Al aire fresco y oscuro, ver el conmutador
Como una grada de luz más allá de la calle.
Zona de desarrollo
Las chimeneas trabajan todos los turnos,
Hacen volar sus gallardetes de llamas.
Y donde los técnicos tiran
Una bola, los corales
Son un alfabeto que se confunde
En la brea.
En Crymlyn los restos
Prehistóricos sacan de la tierra
Su monumento a la amnesia:
Los plásticos y el metal y el fino
Polietileno azul
Como los envoltorios de una ciudad.
Es un territorio de sirenas;
Pero detrás del parqueo de los camiones
El azufre cae con el rocío,
Mientras por la corteza lustrosa
De los abedules corre el liquen
Como un beso con creyón de labios.
Las oficinas son relojes de arena,
Las secretarias sus granos.
Sobre el glaciar de la basura
De la ciudad, los niños buscan
Futuros ya descartados.
Hay luz aquí, pero ninguna ventana.
El pabellón de infecciosos
La hipodérmica es grande
Como una bomba de bicicleta.
Ella mete la cuchilla
Por entre las vértebras azules
Yo cuento en un idioma
Que nunca aprendí
Hasta que se libera.
Me pongo fino, primoroso
Como la llanta de una rueda,
Exprimo los animales
Delirantes de la mente
Para hacer que el público jadee
Familiares tristes erectos
En sus uniformes floreados.
Nadie me toca menos ella
Cuyo deber cada día es
Quitar las piedras calientes de mi cabeza
Y acariciarme con los irises
Recogidos en el páramo, tejidos
Transparentes de hielo los últimos pétalos,
Botellas verdes de una semilla peligrosa.
Entonces me susurra bien profundo en el sueño,
Me enseña a caminar.
La mejilla está sobre el ojo
Plateado de su reloj, la cara apretada
En su ingle. Detrás del cristal
Los niños son como el vilano
Que ella sopla hacia la casa.
-Nuestra tierra de nadie
14 poetas galeses contemporáneos
Selección y traducción de Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez.
Colección: Ladrones del tiempo
Uniediciones