Robert Minhinnick

El pabellón de infecciosos

 

Selección y traducción de Katherine M. Hedeen
y Víctor Rodríguez Núñez

 

 

El conmutador nocturno

 

El conmutador es un nivel de luz más allá del

Pueblo. Un piso con una mata de caucho,

Un guardia, y ángulos de vidrio

 

Cuyos relojes blancos giran con monotonía.

Allá arriba el silencio es sólido con su

Propio olor; la esencia de nuevos plásticos,

 

La emulsión, el cromo y los muebles con espaldares de espuma.

Pero con tu cabeza conectada a cada kiosco

y bar, las voces vienen ceceando a lo largo

 

De las distancias, pidiendo un taxi, la policía,

O solo el papeleo de palabras.

4 a.m. La hora del silencio. Un

 

Jadeo ocasional para los servicios de emergencia.

Pero si te conectas, saludas

El ruido. Las vocecitas metálicas que gatean

 

Una sobre la otra como abejas en una cámara

Negra, un enjambre que se desintegra

Dentro de tu cabeza, se vuelve corriente

 

Vital, incesante, con ganas, insistente como

La electricidad. Así escuchas hasta que

El pueblo se despierta, cuando la moneda fría cae por

 

Un dilema de luz. Y es un

Alivio saludar el turno matinal con las

Primeras palabras descaradas del día. Cambiar

 

De asiento y de responsabilidades, salir

Al aire fresco y oscuro, ver el conmutador

Como una grada de luz más allá de la calle.

 

 

 

 

Zona de desarrollo

 

Las chimeneas trabajan todos los turnos,

Hacen volar sus gallardetes de llamas.

Y donde los técnicos tiran

Una bola, los corales

Son un alfabeto que se confunde

En la brea.

 

En Crymlyn los restos

Prehistóricos sacan de la tierra

Su monumento a la amnesia:

Los plásticos y el metal y el fino

Polietileno azul

Como los envoltorios de una ciudad.

 

Es un territorio de sirenas;

Pero detrás del parqueo de los camiones

El azufre cae con el rocío,

Mientras por la corteza lustrosa

De los abedules corre el liquen

Como un beso con creyón de labios.

 

Las oficinas son relojes de arena,

Las secretarias sus granos.

Sobre el glaciar de la basura

De la ciudad, los niños buscan

Futuros ya descartados.

Hay luz aquí, pero ninguna ventana.

 

 

 

 

El pabellón de infecciosos

 

La hipodérmica es grande

Como una bomba de bicicleta.

Ella mete la cuchilla

Por entre las vértebras azules

Yo cuento en un idioma

Que nunca aprendí

Hasta que se libera.

 

Me pongo fino, primoroso

Como la llanta de una rueda,

Exprimo los animales

Delirantes de la mente

Para hacer que el público jadee

Familiares tristes erectos

En sus uniformes floreados.

 

Nadie me toca menos ella

Cuyo deber cada día es

Quitar las piedras calientes de mi cabeza

Y acariciarme con los irises

Recogidos en el páramo, tejidos

Transparentes de hielo los últimos pétalos,

Botellas verdes de una semilla peligrosa.

 

Entonces me susurra bien profundo en el sueño,

Me enseña a caminar.

La mejilla está sobre el ojo

Plateado de su reloj, la cara apretada

En su ingle. Detrás del cristal

Los niños son como el vilano

Que ella sopla hacia la casa.

 

 

 

 

-Nuestra tierra de nadie
14 poetas galeses contemporáneos
Selección y traducción de Katherine M. Hedeen y Víctor Rodríguez Núñez.
Colección: Ladrones del tiempo
Uniediciones

 

Nuestra tierra de nadie - 14 poetas galeses-1-page-001

Robert Minhinnick Nació en Neath, al sur de Gales, en 1952. Poeta, editor, ensayista y traductor. Estudió en la University of Wales, Aberystwyth y en la Uni ... LEER MÁS DEL AUTOR