Ricardo Plata

Oración del abandono

 

 

 

 

A María Macaya  

 

Gusanos

Nuestro primer acercamiento
tuvo olor de agua de lirios
y  días fúnebres.

Tu mirada de siervos devorados
recordando hospitales.

Soñaste al cáncer como una mentira
pero su violencia  fue real,
los niños hicieron estatuas de tus lágrimas,
volverás a esa casa de cruces
donde encontraste virgen a la muerte.

Te mostré mi abanico negro,
a los unicornios comiendo
las flores luctuosas de la familia,
cada relincho es un cadáver
cada pulso un vacío.

Hablamos del árbol
que creció en el estómago
de un gusano,
ese gusano lleva algo de mi sangre
lleva todo de nuestros difuntos,
la muerte tiene un libro de certezas
distribuye palabras en cada epitafio.

No mires la noche
tratando de encontrar vida
lo que vemos falleció,
cada luz es un quebranto.

 

 

 

A Alberto Gurrea

Harto de los signos de la noche,
de los asteriscos
que se anuncian como estrellas,
camino por este barrio
de ventanas y paredes
carcomidas por el tiempo y los grafitis.
Realmente cansado
de la turbia obscuridad,
juego a preguntarme
si mi sombra es igual de resistente
que la construcción de mi cuerpo.
Camino por estas calles,
y la esperanza es una sonata
que aúllan los perros,
los hombres desconocidos cruzan la avenida
para iniciar la batalla,
la respuesta es levantar un grito
como una bandera de furia,
para que los nudillos hablen,
pienso en la madre del varón que golpeo,
es la hora de la violencia
y mis manos están cansadas
y los puños se incrustan en las costillas.
Pienso en mi madre
hablando al novecientos once
preguntando por su hijo trigueño
de un metro ochenta y tres,
y pienso en la sangre de mi compañero
como un ritual que se ofrece a la muerte.
Cansado, realmente estático,
se revela la fragilidad de mi espíritu,
de mis dedos que no responden,
de mi palabra que funda
un templo de odio
en este viento de madrugada.
Pienso que en este barrio,
solo seré una anécdota
una descarga de violencia
cayendo de un gotero de alcohol.

 

 

 

A Perla

 

Las extranjeras
Con sus jeans de mezclilla sudamericana
y sus maravillas transnacionales.
Ellas quieren divertirse
trazando líneas en la playera
de algún mexicano con dos horas
de diferencia en su cambio de horario.
Se juntan alrededor
de los caramelos silvestres,
entre sábanas que cubren sus miedos,
se pasan el cigarrillo de boca en boca,
no importa la saliva,
leen los signos de muerte en los labios,
y graban el nombre de la noche
en el vidrio empañado de su memoria.
Yo no les hablo
por miedo a su belleza,
pero una amiga que disfrutó
del sexo de una de ellas,
dijo que era como cruzar el mar,
desnuda y con el golpeteo
de una llave entrenada y de dos funciones,
entrando por el río mexicano de sus muslos,
desde que probó su amor
para todo dice “tío” y “polvo”,
y ahora tiene la experiencia
de dos continentes enfrentándose.
Encuentran una sábana tan grande
que ahuyenta todos los monstruos,
hablan con los hombres de cabello largo
y de barba semi poblada,
están solas,
regresan a casa sin dolor en los músculos,
con el sabor a tequila en la boca,
regresan enteras
y aún sobrevivientes.

 

 

 

Boca abajo la delgadez de tu cuerpo
se repite en las sábanas.
De pronto recuerdas la canción que nos unió
en aquel verano en donde en tus veinticinco años
consumíamos el polvo del aburrimiento.
Cada espejo de tu habitación
aprende tu silueta en lencería,
y tú piensas que debes dejar los cigarrillos,
dejar correr las canciones del estéreo
mientras nuestros labios se encuentran
subiendo los peldaños del beso,
y piensas en la vida como una película
ambientada mientras me besas.
Aterrada me preguntas del amor
en ese río de causalidades
en donde en cada mes nos sumergimos,
ahora te has percatado
el disco dejo de tocar,
y piensas que nuestro amor
dura más que cualquier álbum de Beach House.
Te has dado vuelta en la cama,
tu espalda es un mar transparente de plegarias
que entienden mis deseos,
mientras la fotografía de tu novio
nos ve abrazados.

 

 

 

Oración del abandono

Nunca me desprendí
de los amores,
pienso en el abandono
como un pretexto para volver,
para que el tiempo haga del pecho
un páramo de esperanzas abiertas.
Pienso en el abandono
como una noche de tres puntos suspensivos
que abre la ventana del llanto.
Las personas que me amaron
me veían como una casa alta,
de tres pisos
la cual puedes abandonar,
se fueron dejando las cerraduras abiertas
porque saben que no tengo
la fuerza de cerrar puertas.
Siempre fui el preludio
para que ellas encontraran el amor,
el sitio donde concurrían llorando,
el lugar en donde envolvían su corazón,
y cuando se marcharon,
también quise deshabitar mi persona.

 

 

 

Mi existencia está justificada
cuando me piensas,
cuando en la ligera resonancia de un recuerdo
se desviste la impaciencia
para vivir dentro de ti.
En el nido de relámpagos que es tu mente
quiero ser tormenta que te inunde
agua y corto circuito
y entregarte un ramo de delirios.
Solo existo cuando tú me piensas
cuando tus latidos pertenecen al viento
y tu figura germina de una postal de ballet,
como deseo nacer de tu mente
no habrá lágrimas en este nuevo alumbramiento.
Porque el mejor lugar al que iré,
donde la noche sea un sembradío
de flechas desorientadas
y el arco venga de tus cejas
que siempre sonríen en el alba.
Porque ese lugar es cuando me piensas.
Ahí, en la mansión de la pureza,
quiero ser el apetito del amor
porque tu cuerpo es un templo
en donde siempre me arrodillo.

 

 

 

Azotea

La azotea lugar donde el infierno
arde interminablemente,
vientre obscuro donde se alumbra la poesía,
terreno donde curamos la soledad.
Las mujeres se besan entre sí
de sus bocas salen rayos rojos
que nos erizan las piernas.
Lugar de seis paredes como cabezas,
cuando llueve aumenta su tamaño
y los sobrevivientes reímos,
su voz se multiplica,
su voz de rockola hambrienta,
los pocos  pesos solo nos  sirven
para domar la nostalgia con su canto.
En una pared de dos por seis metros
quise amar la vida como un pájaro entrenado,
me llené las manos de su sangre,
quise amar a una mujer mientras bailaba,
me comió con sus piernas,
quise amarme entre vasos sin nombre.

 

Ricardo Plata (México). Estudió Letras Hispánicas. Autor del poemario Para habitar mi nombre y El efímero placer del desorden. Fue becario d ... LEER MÁS DEL AUTOR