Ricardo Lindo

Preguntas al padre muerto

 

 

 

 

 

PAN

 

Este pan,

este pez,

que conmemoran

del alto aire el sencillo ministerio.

La tierra que padece de crepúsculos

y vuelve al aire incierto de la  noche,

envuelta en el silencio que lame el paño de los mares,

torna a la humilde altura que elabora

el cristal de la nieve, la vena de la hoja.

Silencio.

Está llegando el horizonte

cargado de navíos.

Al fin anclados en el puerto

desatarán los sueños de todas las miradas,

sin decir y diciendo;

“humano, tierra,

sé restituido a tu mitad de sueño,

a esa parte de ti que no comprendes

y te ata a la tiniebla

y a la estrella de mar,

a las sencillas cosas ignorantes

cuya única razón se llama Amor.

 

 

 

 

AGUAS, TIERRAS…

 

Pues en la silenciosa oscuridad

alzas tu manto de aguas,

tierra,

y lo recoges incesante,

teñido del verde azul de graves cosas misteriosas,

y surgen continentes y montañas

y duran sólo unos milenios,

y regresan al mar de oscuro corazón

islas, países y montañas,

rostros de arena,

sellos,

y el agua copa de oro de luz se vuelve

y seda carmesí

y agua de luna,

y mueren

en costas sin edad de los pueblos visiones,

hombres de grandes túnicas blancas y báculos

y mujeres morenas de ojos rasgados

portando ánforas,

y te separas

manto de las aguas,

y de los sueños pueblas nuevamente el espacio

como un niño hace castillos de arena y los deshace,

y en su balde vive

la sal de delicados universos,

y no lo sabe nadie,

así se borran y reconstituyen reflejos

y pasa el tiempo,

el tiempo,

y eternos somos y pasajeros,

y una doncella canta y pasa un ave,

y se van el canto y el ave y el reflejo del ave

y la doncella y la ola,

y todas las cosas que amamos y las que no amamos,

y el poema que un día creímos escuchar,

y Dios viene,

y de la piadosa piedra hace

países nuevos y cosas nuevas.

 

 

 

 

MATERIA

 

Yo te canto, materia de la tierra,

grave madera, arcilla,

piedra, arena.

Mar adentro del corazón tú vives

bolsón de cuero, algodón blanco que cubre el pan.

La noche que te habita y el día que te habita,

tierra madre y sirvienta

¿cómo podríamos olvidarlo?

Y aunque nos fuéramos muy lejos

y nos volviéramos como los dioses

¿podríamos realmente separarnos de ti?

Vino del corazón te habita

ojo manso,

corteza sabia del árbol,

y la resina que del árbol mana

cae como una lágrima sobre nosotros.

¿Qué importamos nosotros

para que Dios tan siquiera nos juzgue?

Pero ya entiendo,

tierra,

somos parte de ti,

y antes de abandonarte

Dios volvió la mirada y dijo:

“Un día volveré”.

 

 

 

 

VIENTO

 

Viene el viento y va el viento.

Es como si hace tiempos,

hundido bajo el légamo,

yo hubiera conocido este momento

y hubiera ya sabido que estaba solo

pero participaba del don de una estrella.

Y escrito estaba en el alma con sangre

el poema del día venidero.

 

 

 

 

DECEPCIONES

 

El decepcionado poeta

avanza hacia las ruinas del muelle

entre barriles y cajas manchadas de brea.

“Un naufragio, un naufragio,

quien pudiera cantar esa canción que el mar sólo canta

y ninguno escucha,

y sube hacia la larga,

larga noche.”

Un niño hace sonar,

soplándola,

una pata de cangrejo.

“Mambrú, vete a la guerra

y no vuelvas jamás.”

La soledad del mundo,

el aire solo,

el solo largo viento.

Lienzo del viento,

hamaca,

una mujer desnuda se balancea en el silencio

de la noche estrellada.

El niño hace sonar la pata

al fondo de una vieja lata de cerveza

y su música ulula como la eternidad.

Un naufragio, un naufragio.

Poeta muerto desde siempre y muerto para siempre,

en las costas del golfo naufraga tu imposible memoria,

se borran de tu mente las ciudades,

las noches y los días,

trenes, fábricas, lluvias,

lupanares, iglesias,

y ya se fueron al olvido todos los versos

que tanto y tanto se habitaron.

Última campanada

cae

en las aguas sin límite.

¿Qué hiciste, qué no hiciste?

Bajo la inmensa luna llena

qué importa a fin de cuentas

si pagaste las últimas copas que te tomaste o no.

Sólo una cosa es cierta:

Constelaciones, mares, son verdad.

Mas tú, hombre de tierra deleznable,

sombra eres.

Sábelo, pasarás.

 

 

 

 

Y AHORA QUÉ

 

Y ahora qué,

poeta.

Tu reino es de este mundo

aunque del otro participes también,

pues tuya es la belleza de la tierra

y el Universo que para todos fue creado

a ti te fue dado decirlo.

Tu reino es una hoja de papel,

blanca como la luna

donde se depositan las palabras de oro,

huevecillos que habrán de germinar

en el corazón y en la mente de otros,

y los reinos antiguos,

el amor,

lo bueno,

lo perverso

la hoja marchita

y la flor viva,

y lo que liba el picaflor

confluyen

en una sola página misteriosa

cuyo nombre es poema

y está hecho de sangre fuerte y viva.

 

 

 

 

PREGUNTAS AL PADRE MUERTO

 

Hombre del mar azul,

descansa en paz.

Tus palabras quedaron impresas en los libros

pero las manos que las escribieron

yacen sin carne entre el polvo y lo oscuro.

Las palabras

suenan como paladas de tierra en el sarcófago de los recuerdos.

Ya no eres nadie,

polvo gris,

materia reintegrada a la materia de la tierra

donde cae la lluvia gris del aire.

Ahora habitas el aire,

ves de lejos

lo que amaste y no amaste.

Hubo mucha amargura entre nosotros,

pero ya pasa el tiempo,

viejo herido

que muchas veces no entendí.

Yaces como una herida en el fondo del alma triste.

Las rubias horas laten en el aire.

Ya estás lejos del ruido.

Pasa el viento

arrastrando

hojas secas y polvo,

y algo de tu enseñanza quedó en mí a pesar mío,

un amor de los libros,

una mirada

que vuelve hacia el pasado y lo lejano,

algo de la lluvia que me pertenece.

¿No oyes desde el fondo de la tumba

El corazón de la campana que mueve el aire azul del horizonte?

Estás lejos del ruido,

ya lo sé,

pero ¿no oyes

la campana de aquellos que viven en la tierra

y elevan penosamente su mirada al cielo azul?

 

 

 

 

LAGO DE SUCHITLÁN DESDE UN MIRADOR

 

Ya suena sobre el lago,

leve música

de isla en isla hasta el confín azul.

Las grandes nubes

mansas de azulidad reposan sobre el aire

quieto de la mañana,

del aire neblinoso y matinal.

Música leve, pesa

sobre lo que de tan hermoso es casi un sueño,

de un lento río con jardines de légamo,

bogando,

casi inmóviles,

al misterioso lago de las verdeantes islas solitarias.

Ya nunca,

vasto sueño o verdad,

te apartarás tan lejos que no quepas

delgado en el recuerdo.

Leve música.

Islas imaginarias en el aire

de la gentil mañana.

 

 

 

 

PRINCIPIO

 

En el principio era Dios,

y Dios estaba en paz.

Dios era un millón de millones de trillones de estrellas,

pero al centro había un agujero negro.

Se amaba Dios a sí mismo,

pues ninguno de los millones de millones de trillones de estrellas

era por sí solo Dios.

Dios era el amor que entre ellas circulaba,.

El amor era Dios.

“Que ninguno se acerque a ese agujero,

sería nuestra pérdida”

dijeron.

Y nacían y nacían

estrellas nuevas

poblando los negros universos sin fin,

la oscuridad sin luz.

En el principio era Dios.

Estaba en luz,

y era Él la luz del amor que a todos alumbraba.

Tal era en el principio.

Y se acercaron dos estrellas niñas

al hondo abismo

y el abismo dijo:

“Vengan.

Serán ustedes más que Dios,

los nuevos Dioses”.

Hubiera podido Dios impedirlo,

pero amaba también la libertad.

Cuando recapacitó y llegó

había transcurrido para Él un segundo,

para ellos cien millones de años.

Había comenzado

la más lenta forma de la eternidad,

el tiempo.

Y tal es el origen

de la humana progenie.

 

 

 

 

ENDECHAS

 

“Ven pasar la noche” digo

pero tú sabes que mi corazón ruega:

“Ven a vivir la vida junto a mí”.

Oye tu corazón el hondo llamado del amor primigenio,

pero tu razón,

que es injusta contigo y conmigo,

sin razones te detiene.

 

Adopta mi voz las voces de los antiguos poetas persas

que cantaban al vino, al amor y a las rosas,

aunque no tenga otro vino que mi tristeza,

ni otra rosa que darte que estos versos

que la tristeza despetala.

 

Me llenas de ilusión y me rechazas

como las olas van y vienen,

y mi razón dice:

“Sé sensato

busca ya en otra parte.”

Y tales son las razones que el amor desdeña,

porque se niega el corazón y dice:

“Ten paciencia.  Tus versos

sabrán labrarse una ruta hacia la fuente de su amor.”

 

 

 

 

LUZ DEL BELLO AMIGO

 

Puedo escribir en una estrella

“amigo, te amo”,

pero entre las infinitas estrellas

te perderías buscándola.

Por eso no escribo en una hoja de papel

“amigo, te amo”.

 

Adolescente de una infinita adolescencia,

ven.

Blancos son mis cabellos

más te ama el corazón,

como Booz antaño,

a Ruth la moabita que espigaba en las eras,

porque mañana, en pos de la luz verdadera,

yo te he de ver, joven querido,

espigando las eras de los astros.

Dulcificado por los muchos golpes

soy el sin tiempo

que atravesó los años y los años

para encontrar tu cuerpo bello y firme

que al cuerpo llama,

tu alma como un aroma

que el alma inclina al reverente amor.

Si fuimos maltratados,

malheridos,

colmados de burletas,

han de ver nuestra gloria:

la del humano amor en paz y en luz vertido,

la del intenso amor que triunfa de la muerte.

 

Aire de azulidad rodea al bello amigo,

y como la doncella de un vago cuento de hadas

atraviesa mi sueño

y es niño y niña al tiempo

y es reflejo de un ángel en el cristal del tiempo.

Mis manos

lo tocan como un arpa,

que por un leve roce da el más dulce sonido

y me entrega sus labios y dice no quererme,

y no cree en mi amor o dice no creerme.

Pero bailamos.

Deja su cabeza en mi hombro,

y desnuda su cuerpo de efebo a mi mirada

y mientras lo acaricio

finge dormir,

Bella Durmiente que los besos duermen.

 

Brillaba en la penumbra

tu corazón azul,

tu corazón azul como una llama azul.

Un aroma de flores azules circundaba,

leve del canto,

humano,

grave en dudas y asombros,

cuerpo de nieve cálida

y azulidad del alma.

 

Bello amigo, atardece.

Una luz lacerada de oro y lluvia

iba entregando panes y peces por el aire.

Murmuración de río y panal de las lluvias

es tu voz que susurra los versos con que te amo.

Eres,

bajo los cantos,

el claro canto único.

 

Yo inventaba memorias.

Las aves se fugaban por las rutas del aire,

y era mentira la totalidad de la noche.

Los peces circulaban por los canales de los sueños,

y Yavi pastoreaba las estrellas al mar,

y era el cenzontle

“ave de cuatrocientas voces”

el que cantaba la canción que amamos.

Yavi

no huía ya,

y se sabía mío y parte de mi sueño,

y cultivaba flores de cristal de los mares,

para irse desnudando velo a velo del agua.

 

Como en la boda de cristal de las magias

invócote.

Eres la azulidad que viene desde adentro,

joven querido al agua consagrado

y a la delicadeza de la vida,

y lo que late en ti

no latió antes jamás en otro alguno,

Yavi querido que

quiere y no quiere

ser luz entre mis manos.

 

No en otras tierras ni en un cielo lejano

está mi paraíso,

sino en tu corazón que me niega la entrada,

niño de tierra y cielo y luz y agua.

 

Llenas de amor verdad de alta penumbra,

rostro de lluvia y tristeza del aire.

Niebla tras niebla,

las campanadas de oro dicen tu nombre en vano.

Una angustia hecha a mano

palpa en la noche en busca de tu mano.

 

Tú que fuiste,

sabe que te amo,

amigo bello,

tú que te fuiste.

Viniste como la primera lluvia

que las tierras alumbran de hojas nuevas

tras el largo verano,

y es tu voz como el riachuelo que corre junto a la cuneta

cuando ha pasado la lluvia.

Envuelto estás de un suave misterio,

como un charco en esa tarde ya en calma

refleja los oros fugitivos del sol

y las primeras sombras de la noche,

y las ramas de los árboles que se mecen

próximos a convertirse en sombras,

junto a la luz de un farol ya alumbrado

que no alcanza el charco a reflejar,

pero los bordes de lodo de ese charco

se vuelven una irregular línea de plata por la luz del farol.

Como ese lodo tocado por la luz

se vuelve mi tristeza junto a ti,

feliz hilo de plata que te envuelve.

Pero no estás y es mayor mi tristeza

por volver a ser lodo

tras haber sido plata

rodeando tu belleza.

Bello eres de ver,

pero más allá veía yo de la belleza de tu cuerpo

la belleza de tu joven corazón generoso

que busca antes del bien de los demás que el suyo propio,

aunque a ninguno dé su íntimo ser.

Te niegas al corazón que tan fervorosamente te busca

y le cierras las puertas con cautela:

“Ni a ti ni a nadie, dices,

haré entrega de mi alma y de mi cuerpo”,

pero el amor dentro de mi murmura:

“si no es contigo, amigo,

que no sea con nadie.”

 

 

 

 

TESTAMENTO

 

Yo, que nada poseo, lego:

al bello niño amado, un castillo de naipes,

los oros del rey de Oros

y un siete de diamantes,

y una noche de otoño donde murmura un río,

y una constelación en la noche del río

y el balcón más alto de la más alta torre,

y un trébol de cuatro hojas.

 

Sea mi corazón bajo un AS enterrado

en el jardín del viejo castillo misterioso,

y beban mis queridos amigos, recordándome,

una copa de vino.

 

 

 

Ricardo Lindo libro

 

Ricardo Lindo (San Salvador, 5 de febrero de 1947 - Ibídem, 23 de octubre de 2016). Fue un escritor y poeta salvadoreño, uno de los más reconocidos de ... LEER MÁS DEL AUTOR