Raúl Gómez Jattin

El Dios que adora

 

 

 

El Dios que adora

Soy un dios en mi pueblo y mi valle
No porque me adoren  Sino porque yo lo hago
Porque me inclino ante quien me regala
unas granadillas o una sonrisa de su heredad
O porque voy donde sus habitantes recios
a mendigar una moneda o una camisa y me la dan
Porque vigilo el cielo con ojos de gavilán
y lo nombro en mis versos  Porque soy solo
Porque dormí siete meses en una mecedora
y cinco en las aceras de una ciudad
Porque a la riqueza miro de perfil
mas no con odio   Porque amo a quien me ama
Porque sé cultivar naranjos y vegetales
aún en la canícula   Porque tengo un compadre
a quien le bautice todos los hijos y el matrimonio
Porque no soy bueno de una manera conocida
Porque amo los pájaros y la lluvia y su intemperie
que me lava el alma  Porque nací en mayo
Porque mi madre me abandonó cuando precisamente
más la necesitaba   Porque cuando estoy enfermo
voy al hospital de caridad   Porque sobre todo
respeto sólo al que lo hace conmigo   Al que trabaja
cada día un pan amargo y solitario y disputado
como estos versos míos que le robo a la muerte

 

 

Príncipe del valle Sinú

Sus sentimientos más leves que las alas de las garzas
pero fuertes como su vuelo Su virilidad la propia
de un príncipe masculino soñador y altivo Su talante
el del que no quería amar pero ama Su heredad
la tierra Los míticos cebúes blancos y rojizos
Un carruaje de madera y metal violeta oscuro
Como sus ojos Tiene la noche de Damasco en ellos
Su voz la del trueno diluida en el susurro de la brisa
Su elegancia la del caballero del desierto Sus maneras
la presencia de los antepasados orientales fumando
el hachís Batiendo el aire con las pestañas negrísimas
con un fondo morado de ojeras de adicto ancestral
Tendido sobre un cojín de seda verde pistacho
Sus alimentos las almendras Las aceitunas El arroz
La carne cruda con cebolla y trigo El pan ácimo
Las uvas pasas El ajonjolí El coco El yogur ácido
Sus colores el negro El azul y el magenta
Sus elementos el aire y la tierra Su presencia
la de un joven dios agrario alejando el mal invierno
Regalando su fuerza al débil del campo Su esencia
íntima la del adolescente eterno que habita
la ilusión del poeta y su locura de alcanzarlo
en su pleno tránsito fugaz hacia la madurez
familiar a los hábitos poco felices
Su sentido unánime el de la saeta y el corazón palpitante
de la agonía del éxtasis erótico Su placer el desbordamiento íntegro
del ser sobre mis sueños abandonados entre sus manos
Su eternidad en mí la del amor largamente deseado
en lo esencial de cada instante de cada poema

 

 

El disparo final en la Vía Láctea

En el cielo profundo de mis masturbaciones
ocupas ese ámbito de deseo irrefrenable y voraz
Inagotable y tierno que te devora el sexo
aunque tú no lo sepas   Tu cuerpo habita el mío
Y es tan mío como no pudo serlo allá
en la realidad   Es mío cuando yo te deseo
De esa misma manera impalpable y eterna
como este libro es tuyo   Como yo soy de ti

Habitamos el ocho   Doble infinito
de los dos universos   El 8 de los círculos
El que parece dos astros hermanos y gemelos
El que parece dos ojos   Dos culos cercanos
El que parece dos testículos besándose

Cuando llegas a mi cielo estoy desnudo
y te gustan las columnas de mis pierna
para reposar en ellas   Y te asombra
mi centro con su ímpetu y su flor erecta
y mi caverna de Platón carnal y gnóstica
por donde te escapas hacia la otra vida
Y en ese cielo te entregas a ser lo que verdaderamente
eres   Agresión de besos   Colisión de espadas
Jadeo que se estrella como un mar contra mi pecho
Locura de tus ojos orientales alumbrando
la aurora del orgasmo mientras tus manos
se aferran a mi cuerpo   Y me dices
lo que yo quiero y respiras tan hondo
como si estuvieras naciendo o muriendo
Mientras nuestros ríos de semen crecen
y nuestra carne tiembla y engatilla su placer
hacia el disparo final en la Vía Láctea

En las sabanas de nuestro cielo hay nubes
perfumadas de axilas y delicados residuos
del amor   En la almohada el hueco
que tu cabeza ha dejado oloroso a jazmines
Y en mi alma y mi cuerpo el inmenso dolor
de saber que desprecias mi amor

Oh tú por quien mi vida renació
dentro la lumbre de la muerte

 

 

La soledad de Gómez Jattin

No sé dónde arderás ahora corazón mío
Necesito entregarte siempre como esclavo Pobre de ti
Es urgente que enfermes otra vez y otra vez

Qué voy a hacer contigo ahí desocupado
como estúpida biología Vamos deshazte
de tu pesadumbre y emprende vuelo

¿Qué te sugiere el momento? ¿Te gusta esa mirada
envejecida pero atenta de tu buena sobrina?
Ve y háblale de cuando lloró sin motivo
O cuando de la risa se orinó en los calzones

O mejor recorre un campo y siembra un árbol suntuario
O llévate cordel y una navaja
y construye un barrilete y eleva con él tu soledad hasta las nubes

No No queremos los dos amigo mío hacer nada de eso
Queremos acostarnos otra vez sobre su vientre
Pero esos tiempos han pasado Su cuerpo y su deseo
deambulan entre cines y bares de la urbe
enfebrecidos detrás de otros cuerpos y otros deseos
Y eso está bien Es su vida sin nosotros
Tiene derecho también a un placer libre
Allí está sola la luna y no se muere Solo está el viento
Tú me tiene a mí
Y a Nuestra Señora La Soledad de Gómez Jattin

 

 

Lola Jattin

Más allá de la noche que titila en la infancia
Más allá incluso de mi primer recuerdo
Está Lola – mi madre – frente a un escaparate
empolvándose el rostro y arreglándose el pelo
Tiene ya treinta años de ser hermosa y fuerte
y está enamorada de Joaquín Pablo – mi viejo –
No sabe que en su vientre me oculto para cuando necesite
su fuerte vida la fuerza de la mía
Más allá de estas lágrimas que corren en mi cara
de su dolor inmenso como una puñalada
está Lola – la muerta – aún vibrante y viva
sentada en un balcón mirando los luceros
cuando la brisa de la ciénaga le desarregla
y el pelo y ella se lo vuelve a peinar
con algo de pereza y placer concertados
Más allá de este instante que pasó y que no vuelve
estoy oculto yo en el fluir de un tiempo
que me lleva muy lejos y que ahora presiento
Más allá de este verso que me mata en secreto
está la vejez – la muerte – el tiempo incansable
cuando los dos recuerdos: el de mi madre y el mío
sean sólo un recuerdo solo: este verso

 

Raúl Gómez Jattin Nació el 31 de mayo de 1945 en Cartagena de Indias y murió en la misma ciudad el 23 de mayo de 1997. Estudió derecho en la Universidad Ex ... LEER MÁS DEL AUTOR