Ramón Hondal

El hombre de Chernóbil

 

 

 

El hombre de Chernóbil

el hombre de Chernóbil ha dicho / está muriendo / como un país / y dice / sobre la ciencia dice / sobre el espacio y lo que fue y es / calla en otra parte / ese espacio donde no se dice ni hace falta decir nada / estalló todo / el signo estalló / Chernóbil es / existe / cubierta la fusión aún está / acabó todo / vaya signo / uno capaz de acabar con todo sin tocar nada / incluso cuando todo se cubre y se tapa / mano en boca / onda expansiva que avanza y sale en grito a través de los dedos / radiación que cruza las paredes y ocupaba el espacio / quiebra lo que fue y es / y se calla en otra parte / la ciencia dice lo que irradia en otra parte / eso que está más allá de la certeza científica / la pena y la agonía de un hombre / mayor miseria / ese que va a morir y dice lo que nunca dijo / la verdad mayor / justo antes y después y durante de ser / tapado un país con una mano en boca / donde no se dice ni hace falta que sea dicho / aquí / no allí / donde no hay Chernóbil posible / aquí donde todo es mínimo / donde no hubo ni habrá un accidente / donde no hubo ni habrá ese juicio / donde no estuvo nunca el hombre de Chernóbil / aquí donde estalló todo / y no se dijo nada

 

Las losas

Pero están las losas de la habitación de aquel que se pierde. Las laderas entre las montañas dan un curso a seguir, los árboles le acompañan. Algo se le ha roto. Sigue un camino y no lo tiene. Ya no busca. Explora en su cabeza. Y allí hay alguien más. Voces dicen la cordura y las sigue lo mismo que al camino. Va detrás de cualquier voz que lo pierda más allá de la ciudad, de las personas, donde no hay ciudad que ver, personas que tratar. No hay voz afuera. Solo dentro. Su diálogo el monologo. Se dirá y se responderá. Hay un crimen. Hay un castigo. Hay un acorde. Hay una forma. No hay otro. Un duelo. Un dueto. El de su misma voz. Se repite para escuchar algo, a alguien. No queda nada del otro lado. No hay otro lado. Hay la carga de una Caja. Y la arrastra a una habitación donde va de un lado a otro. Se arrastra. Camina sin dirección a paso suave, cansado. Entre las losas tampoco hay camino pero decirse aquí sí allá no hace que sea algo. Salta de un cuadrado seguro a otro inseguro. Convierte los dibujos de las losas y las líneas del suelo en fronteras a las que se puede visitar-pisar, a las que no se puede visitar-pisar. Tiene un recorrido a lo largo de la casa. No sabe cuál es. Al paso decide: aquí sí aquí no. Respeta el silencio para poder escuchar la música que detrás suena.

Hay algo roto. Ya no hay dueto solo duelo. No hay voz. Hace silencio para dejar colocar en los sonidos las entradas. Entra un pie en un cuadrado del suelo. Aquí sí. En el indicado. Los dibujos del suelo son montañas y árboles. Ya no hay dueto. Hay duelo. Mirar al suelo. Allí sí. Allí no. Las losas. Las líneas. Los dibujos. No hay que levantar la vista.

 

Imagen de botiquín

Siempre ir saltando las losas hasta llegar a poner la cara en el espejo del botiquín cada día para mirarse de cerca con la Caja detrás / sobre / en / con lagañas pegadas a los ojos bajar la mirada y descubrir los labios y una boca hinchada con el mismo idéntico color carmelita de la madera pintada del botiquín cuando se simula que está cerca de uno mismo y está cerca del espejo y escucha pequeños ruidos crujidos debajo de la madera pintada con un carmelita idéntico al de los labios de una boca hinchada y eso que cruje debajo de la madera son comejenes ahí en otro plano ahí donde hay túneles que se abren con cada ligero crujir ahí en la madera lisa con vías que se comunican y donde avanzan bichos en pasillos en los que chocan sus cabezas o sus antenas y se identifican así con esa imagen en el botiquín que se identifica con alguien o algo que lleva un detrás / sobre / en / con mientras se van construyendo y rompiendo y avanzando más y más túneles que dejan atrás más y más imágenes.

Afuera avanza la Caja lisa y carmelita intacta en su masa fingiendo un adentro en cúmulo de túneles y pasadizos para correr para huir de esta imagen de afuera de la imagen proyectada por todo espejo de botiquín falsa con una cara diaria bañada de carmelita liso firme falso reflejo subterráneo de madera hueca con una galería de siniestros pequeños bichos que avanzan demuelen con dientes y garras convierten todo en bolitas que por huecos expulsan y los dedos expulsan de sus ojos lagañas y babas que hacen cambiar la imagen para sostener la idea de un botiquín pegado a la pared.

Sigue el crujir de esos bichos que no paran de roer la madera allá cuando la cara se fue libre de lagañas y de baba y de imagen y se pierde cargando su Caja día y noche haciendo crujir sus huesos y sus zapatos creando nuevos túneles donde termina un día en nada donde chocan cabezas donde solo quedará el miedo a que entre la luz en el miedo a ese asco de chocar bocas o antenas (los túneles) fijo contra esa diaria imagen de botiquín que esconde lo que hay debajo en ese túnel que se abre debajo de la piel y de las palabras y de los gestos y por eso los saltos de losa en losa para que sea siempre lo mismo y estar de frente a una boca a fuerza de que se va a convertir en bolita que expulsa por un hueco donde no entra un solo ojo ni un rayo de luz en ese ahí que queda debajo oculto en la imagen afuera para estar oculta en un túnel hasta que llegue ese día en que hará venir abajo este espejo justo cuando no proyecte imagen alguna de botiquín.

Ramón Hondal (Cuba, 1974). Pertenece a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Trabaja en el proyecto literario Torre de Letras. Ha ... LEER MÁS DEL AUTOR