Rafael Cadenas. Ausencia

Presentamos tres textos claves del gran poeta venezolano y Premio Cervantes.

 

 

Rafael Cadenas

 

 

MUELLE DE ENORMES LLAMAS

Muelle de enormes llamas.

Navíos que viajan al sol,
música de tambores,
sales desencajadas,
piélago de niños desnudos,
marineros que descargan plátanos.
Ciudad de corazón de árbol, de humedades temblorosas,
de juncos que danzan.
La luz golpea mendigos,
divide al mundo en dos memorias.
Mi frente se hunde en la cesta del mediodía.
Un espejo copia el deseo que se remonta al acosado
firmamento.
Soy latido, sonrisa, adoración.

 

 

 

DESPEDIDA

Nuestras inscripciones fueron barridas,
nuestros lugares devorados por la arena,
nuestras fiestas convertidas en fogatas que avientan
su ilusorio mediodía.
Contemplamos la devastación.
Todas las creaciones de nuestros ojos
se hunden.
Respiramos
separación. El cisma
es nuestro
refugio.
No hay luz que nos enlace
pero una vez
corrió el licor abandonado,
desconocidas fuerzas de unión
manaron para marcar a fuego
toda la vida.
Ahora
quiero sentir sobre mí la alianza
que anonadó nuestros rostros.
Devuélveme el fulgor
y los ojos que le pertenecen.
El vino se ha eclipsado.
Los días de los amantes también pasan.
Excelencia de lo vivo sobre lo vivido.
Costa que se aleja,
puedes
darme el poder
de vivir en otra parte.

 

 

 

AUSENCIA

Te he buscado, ala de mar, infantil.
Las aguas arrasaron la verde claridad.
Se llevaron la casa que fundé entre indigencias.
Doy vueltas en una ciudad, sin objeto, como devolviéndome.
Perdidas dinastías de los ojos, por entre duras calles transcurro.

Déjame el camino franco hacia el valle, reino de la frente ofrecida.

Mi voz se pierde entre estos veleros que saben ser sordos,
entre cajas de manzanas, en la piel de los pilotos.
Esplendor que te confundes con mi infancia, renunciaré
a los fulgores bebidos.

Sé acariciar el día desde un oscuro jardín.

No supe si mi cuerpo acompañaba mi frente.
¿Quién creerá a mi habla seca, el fuego que conocieron
mis rodillas, lo que mis manos tocaron?
Mi palabra siempre nacerá donde la arena comienza.
Yo estaré en la ciudad, sin validez, frente a las puertas humilladas.
Volveré a tu silencio, ciego litoral.
Pero no esperes mis ojos.

¿Quién celebra la llegada del nuevo día, el advenimiento
de la niebla, el término de la levedad?

Otra temporada se inicia y mi esclavitud a los dioses
transparentes ha terminado.