Crónica para no morir sin fe
CRÓNICA PARA NO MORIR SIN FE
Es difícil ajustar cuentas
olvidar los pasaportes al abismo,
esos que compramos cuando la congoja
entraba a nuestra casa.
No es fácil mantener
la vigencia de la última foto,
porque el tiempo no perdona ni retrasa
la partida de sus trenes,
pero más difícil es mentirle a Dios
que siempre brilla en nuestros ojos,
como lámpara de aceite
en medio de la tregua
de unos ojos despiertos.
Durante siglos,
rotos harapos,
el amor ha marchado,
encendido con sombra,
rompiendo ventanas,
posando para ser fotografiado
en las crónicas del egoísmo.
Quien dispuso los horrores,
supo extraviar el pan y la dulzura.
Son tantos los caídos
que los dedos de las víctimas
ya no alcanzan
para contar las agonías.
No hay Dios ni cielo
en medio de la calle,
sólo el hombre y sus horrores impunes.
Ojalá que cuando el hombre
proponga la paz,
Dios no haya muerto.
AQUEL DOLOR FUE EL CARIBE
I
De lejos tus aguas: sol y sal.
Un cónclave de peces
en tu losa de espumas,
un sótano de nácar/
alquimia del coral.
Una huesa de muertos,
una fosa de africanos muertos
y sus huesos,
pedazos que nadie reclamará,
porque son los huesos sin alma
-lo dijo el esclavista-
de los antiguos habitantes
vencidos,
deshojados,
gimiendo en el rezo que nadie escuchó:
ademán de codicia que fundó legiones
a merced de un rey extraño.
II
El dolor,
como la más sencilla lágrima,
está en el Caribe.
Un fondo de galeones,
un aire de metales.
Una ironía de proa en proa,
naufragio de una pena
en los años que se encienden
cuando inicia un siglo
y comienza a repartir sus máscaras.
¿Cuáles son los antifaces,
la ceniza y la consumación,
quién dejó este caballo que ladra
la guerra entre los hombres,
quién tosió la flema del discurso
que enfrentó a sistemas enemigos?
III
Caribe del mar y de las islas:
a todos nos faltó coraje
para defenderte y defendernos
con el puño de diamante
de quienes hicieron un camino nuevo.
IV
Para muchos:
Caribe puta y guaro.
Caribe borrachera y sexo.
Caribe diapasón de aguas muertas.
Caribe perro y goce.
Caribe plenitud.
Caribe circo.
Caribe carnaval.
Caribe de armadillo y pena.
Caribe lío.
Caribe sementera.
Caribe para tantos.
Tú, Caribe, el mar, mi mar hirviendo penas.
Eres el mar.
Eres nuestro mar.
Eres aquel turbión
de barcazas en el arrecife.
Y eres energía:
la soledad se martiriza
con la flor que no te vence.
V
Un día dirás tu verdad.
Esa llaga escondida.
Un día tu reino,
cegará la pupila del odio para siempre.
Un día nos harás a la mar
sin piedras de infortunio
a nuestros pies.
Ese día,
serás de nuevo cielo.
Y nadie cerrará tu abrazo.
FÁBULA DEL HIPOCAMPO
Pequeño, azul o púrpura
en la noche del mar:
el hipocampo existe.
Puebla la ruta de las aguas con delicia
e inscribe su misterio en la piedra.
Muda transparencia en la cripta del oleaje,
de mar es su canto
en los horizontes perdidos
que se ven en la tierra.
Presencia de la dicha,
caballito del aire
en las alas del agua.
Inocente,
no conoce
la destreza de la daga.
Sólo convive y pervive,
animal de espuma.
En su mundo no hay prisiones.
Tampoco habita la liturgia del disparo,
sólo conoce de cerca
la alegría que sienten los delfines en el alba.
Un día su danza nos enseñará
que no hay sueño imposible.
Un día caminaremos
sin armas enemigas:
el luto habrá marchado para siempre.
EPITAFIO SOBRE LA TUMBA
DE UN MÁRTIR NEGRO
(New Orleans)
Fue engendrado con amor,
como los algodones silvestres.
Vivió
con el signo
del cerrojo
y el hábito de la lágrima
le vistió la pobreza.
Cuando los verdugos
se fueron,
la lluvia dejó de musitar
su balada de polvo.
Después
años más tarde,
murió.
Ahora su recuerdo
cobra fuerza, hoguera sin final.
Su memoria está viva
como los algodones silvestres.
LA CABEZA DEL ÍDOLO
I
Primero Dios, la hazaña revelada.
Después la guerra, el impuesto,
empuñadura y crucifijo,
oculta servidumbre y látigo,
cilicio de dogma por la sangre sierva.
Frente a los mercaderes,
en la mesa de frutas prohibidas para el mundo:
la justificación del odio,
la artillería, los azotes y las armas tributarias,
los aceites y el elixir
para limpiar la piel de tanta cárcel.
Un mundo, el nuestro,
de espaldas al gentío,
con la cabeza del ídolo en el ceño,
con la cabeza del ídolo en los pórticos,
con el sacrificio
sobre el túmulo:
campanarios que nos golpean
la conciencia,
de día y de noche,
más allá de la vigilia,
en los hornos del sueño,
sobre los cuerpos del despertar.
El día abre sus brazos para levantarnos
y otra vez lanzarnos al pozo de nuestras dudas.
Y tú, hombre o mujer,
con las manos del ídolo
en postura de arpa para el rito:
gloria de añorar la sepultura.
II
El ídolo está despierto.
Tú le das vida
con tus actos y tus rezos,
con tu risa y tus pecados más ocultos
que huyen de ti / ratas podridas/
aires de verdugo
antes del patíbulo,
manos soñolientas en el sexo como arcilla/
Con tu lengua podas la verdad
para no ver en tu silencio
sólo espumas de desprecio.
III
Tú, la dispersión,
el universo
que se adentra en cada túmulo.
Alguien lavará la túnica del siglo
y el siempre corazón diezmado.
Alguien rugirá
la letanía que escuchan
nuestros remordimientos
cuando el ídolo se acerca
y sueña junto a todos.
A ese ídolo lo busco,
tiene múltiples espectros
y sus múltiples ojos no me ven.
IV
Desde su altar de cueva,
lo llamo.
Huyó, se esconde,
está aquí,
desaparece,
luego entra a mi cuerpo
y toma posesión del triángulo,
lo arranca,
me parte los brazos mentales
con los que toco cada pensamiento,
me envenena contra el otro ídolo,
su enemigo y gemelo.
Yo,
mi cabeza
y la cabeza del ídolo.
ORACION POR LA MUERTE DE UN NIÑO
“En el agua que bebo está tu llanto.”
-Jean Aristeguieta –
Tu muerte tiene olor a marejada,
a ira de amor y a paz de firmamento.
La fe del mundo rómpese en el viento,
en exilio de luz atormentada.
Tu voz era la paz de la cascada,
esencia de la rosa y del sarmiento.
Como laúd del alba en el portento,
tu voz era la lluvia torturada.
Si avisar, te fuiste con la brisa,
los cañones talaron tu sonrisa
rescatada de un cántico del río.
Eterno niño, ruiseñor de altura:
¡en los atardeceres tu figura
música será, nunca más vacío!
EL TIEMPO DE LA BURBUJA
(haikus)
Narciso
Dijo una tarde:
el agua de los ríos
nunca es espejo.
La Tulivieja
Entre el escombro
y con la noche al hombro
vuelve a ser piedra.
Picasso
De azul empieza
y el rosa lo persigue:
gris de un pincel.
Suicidio
Abre tus venas:
el río caudaloso
no lleva peces.
Epitafio sobre cualquier lápida
Nadie me reza,
como piedra perduro,
solo en mi muerte.
Artemisa en el bosque
Bella por dentro,
se la pasa cazando
bestias con cuernos.
PREDICAMENTO
(Tema para canción)
Amar el canto, amar la vida,
amar al hombre, a la mujer y a los felices.
Amar al pájaro.
Amar la noche.
Amar la sombra.
Amar el viento, su guitarra.
Amar la dicha si es sincera.
Amarla sin romper el alma.
Amar a Dios, cristal ausente,
y amar al roto y al caído,
y al perdido y al presente.
Amar la casa, amar la madre,
amar los años que perdimos
buscando a nuestro padre.
Amar la vida verdadera,
amar al cuerpo y su deseo.
Amar el mar
y ver que el mar era la huella.
Amar la paz, amar la guerra.
Amar la rabia,
Amar las alas.
Amar el alma entera
si el pesar florece.
Amar la rosa
y al ungido.
Amar la tierra buena.
Amar sin mar aquel milagro.
Amar y ser amor hasta en el lecho.
Y no decir jamás cuando se ama.