

Lima, Perú – Abril 2025
El renombrado poeta y ensayista peruano Miguel Ángel Zapata será galardonado con la prestigiosa Medalla José María Eguren. Es un reconocimiento a su prolífica trayectoria literaria, su invaluable aporte a la poesía hispanoamericana y compromiso con la difusión de la literatura latinoamericana en el ámbito internacional. El premio, otorgado por la Fundación Iberoamericana para las Artes, consagra a Zapata como una de las voces más importantes de la poesía hispanoamericana.
La ceremonia de entrega se llevará a cabo en el mes de septiembre en la ciudad de Lima, durante la celebración del XII Festival Internacional Primavera Poética, uno de los eventos literarios más relevantes del continente, que reúne cada año a escritores, editores y lectores de todo el mundo.
“Recibir la Medalla José María Eguren es un honor inmenso,” declaró Miguel Ángel Zapata. “Me siento profundamente agradecido por este reconocimiento a mi trabajo y a mi compromiso con la poesía”.
Miguel Ángel Zapata, cuya obra ha sido traducida a múltiples idiomas y reconocida por su profundidad lírica, ha contribuido significativamente a la reflexión crítica sobre la poesía hispanoamericana, tanto desde la escritura como desde la academia. El escritor mexicano José Emilio Pacheco comenta la poesía de Zapata: “Gran privilegio, inmensa responsabilidad, perpetuo estímulo y carga pesadísima nacer dentro de una poesía tan admirable y vasta como la poesía peruana de ayer y hoy. Miguel Ángel Zapata asume con plena conciencia este desafío. Sus poemas vibran y arden en el recinto sagrado, enlazan nuestros siglos y unen milenios de poesía. Zapata anuncia lo que está por venir en nuestra lírica”
Entre sus libros más recientes destacan: El florero amenaza con hablar (Lima, 2024), Usted no sabe cuánto pesa un corazón solitario (ensayos, 2023), Ensayos (México, 2023), Los muslos sobre la grama (poemas en prosa, 2022), La iguana de Casandra. Poesía selecta 1983–2021 (Fondo de Cultura Económica, 2021), Ya va a venir el día. César Vallejo. Antología de poesía esencial (Málaga, 2021).
Zapata ha recibido también el Premio Latino de Literatura (2011) y el Premio Nacional Enrique Anderson Imbert (2023), otorgado por la Academia Norteamericana de la Lengua Española, de la que es miembro de número.
Doctor en Filosofía y Letras por la Washington University y con estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad de California, Zapata ejerce como profesor principal de literatura latinoamericana en Hofstra University (Nueva York), y es fundador de la revista Códice, espacio clave para el diálogo poético entre América Latina y el mundo.
Celebramos este merecido homenaje a Miguel Ángel Zapata, reconociendo su invaluable contribución a la cultura literaria latinoamericana.
Poemas de Miguel Ángel Zapata
-De El florero amenaza con hablar (Lima, 2024)
Egon Schiele
Yo solo quería saborear aguas oscuras,
pintar árboles crepitantes y vientos salvajes.
Irracional el pincel forcejeaba con la miseria
y la soledad. Me llevaba a paraísos prohibidos
por la moral de un cortejo de sabios ignorantes.
Buscaba ese ovillo opaco del gemido truncado.
No quise morir sin antes tocar tu rosa bermellón,
aquella flor olorosa entre las piernas.
Pinté por eso cuatro árboles y un girasol marchito,
y el oro del sol tocó mi corazón de lobo.
Explotaban mis ojos por el ángel de la dulzura,
la razón insana ardía bajo mis párpados,
una nube roja sombreaba todos los cuerpos desnudos.
La tormenta
Voces bajo la nieve murmuran en la calle Jerome Road.
Llaman ángeles y pinos el ojo de la estrella.
Sea el poema la ruta de la nieve, la voz del arpón.
Sea el poema la blanca tormenta de la nieve.
La novena
La novena sinfonía de Ludwig se une a los pájaros del patio para cantar en coro. Desde lo alto baja el sol luciente con siete violines y dos cornos.
El dolor sale corriendo del corazón. Ludwig, mirando el cielo le comenta a Friedrich Schiller sobre las llanuras afortunadas del universo.
Los coros suenan con la lluvia del verano. Es el verdadero camino de las rosas. Quedaron atrás los diálogos de los muertos y el acecho constante del temor.
Su oda al júbilo devastó mi corazón de niño. La novena sinfonía abraza a millones de almas y hoy se escucha en todos los parlantes de la tierra. Por encima de las estrellas vive sin duda un padre amoroso.
Esperaremos al poeta que termine de alimentar a los pájaros, y riegue la lluvia por venir.
Monólogo de Carlos Oquendo de Amat en Nueva York
Salí del cementerio de Navacerrada para caminar por la vieja villa y ver el Parque Central como me lo había imaginado en 1925, cuando aún no salían mis 5 metros de poemas. Había soñado que caminaba por Amberes, pero Nueva York tenía un sitio especial en mi corazón. Una noche la soñé con mi madre, y extasiado miraba como volaban palomas blancas desde sus manos, y mis palabras huían por los siete mares en busca de su canto. El cielo es todavía el mismo a pesar de los hachazos del tiempo.
Ahora me he dado cuenta de que los poetas no vienen de la tecla U. de la Underwood sino de la A. de la Apple. Caminamos por la Gran Manzana sin pensarlo, y cuando la miro veo que todo no era exactamente como la quería ver: una ciudad toda vestida de verde y repleta de avisos luminosos, llena de palabras oblicuas cayéndose de todos los ascensores. Quiero escribir cinco metros de poemas en el Parque Central. Solo cinco metros que lleguen a los cielos y a los puentes que atan estas ciudades sin nombre, por estos rascacielos que son los redoblantes de mis poemas en Yanquilandia Street.
Sé que las bombas del enemigo volaron mi tumba en el cementerio de Navacerrada. Casi no me siento, soy tallo leve, floto en una isla que escribe mi nombre en los anuncios de Times Square. Porque mis ojos eran niños prendí una fogata para recordar a mi madre. Escribí de pronto: “Tu nombre viene lento como las músicas humildes”. Sigo pensando así, no cambiaría ni una sola sílaba. No me rehago como Borges. Tú me comprendes porque me dijiste que tu madre era la rosa más bella de tu jardín. Ahí coincidimos, y el tiempo es solo una flor que viene cuando la llamamos.
Y ahora camino por estas calles repletas de miradas, siento los perfumes de las diosas que salen a correr por los parques. Le diré a la primera mujer que se pare en un semáforo: “Mujer/ mapa de música/claro de rio/fiesta de fruta”. Es que sus voces cantan en todas las ramas de la mañana y no puedo evitar ver a mis aldeanitas de campo y de flores acá entre el pavimento y el cielo gris. Los edificios no me dejan ver el campo, son el impedimento de la mirada, el vacío de lo que se desea ver.
¡Qué feliz se sentiría mi amigo Manuel Beingolea si me viera caminando por estas calles contigo, y te confieso que ustedes se llevarían bien! Podríamos hasta salir una noche juntos también con Adalberto Varallanos y Xavier Abril para perdernos en las noches de Manhattan. Nueva York es una ciudad lírica y surrealista.
No puedo olvidar el bombardeo a mi cementerio, y una y otra vez tuve miedo de la oscuridad porque mis ojos seguían siendo niños y tenían un sol clavado en mi mejilla izquierda. Nadie me cree que nunca me olvidé del cielo limpio de Puno y de aquel lago inmenso y más azul cuando mi voz era una rama de la mañana.
No veo la hora de dialogar con los vientos de tu patio, aquella música de los pinos y los pájaros comiendo de tu mano, porque ahí el viento mueve las velas como flores.