Pentti Saarikoski

La vida era vagamente luminosa

 

 

Selección y presentación de Albert Lázaro-Tinaut.
Traducción de Juana Ruiz y Jarkko Sirén
(Poemas extraídos del libro Poesía finlandesa actual. Icaria Editorial, Barcelona, 1993)

 

 

 

La vida era vagamente luminosa.
El sendero venía del bosque, donde los faisanes alborotaban
en el crepúsculo,
el campo lucía un verde brillante.
Las casas se integraban en el terreno, del dorso de la mano
se desprendía una cálida fragancia.
Me asaltaban pensamientos
que no voy a expresar,
porque avivarían convicciones absurdas.

 

 

 

 

Después de la lluvia, el lago se irisa en franjas de colores,
la pared de la biblioteca me resulta demasiado fría al tacto.
Todos los verdes del verano, los micromilímetros
de las frecuencias,
árboles y cielo,
¿acaso venimos al mundo para entenderlo?
Antes de acostarme pensé un momento en Nikolai Bujarin,
en las piedras
en el fondo del lago, en el pequeño estirado
sobre el césped del patio
y en las fresas en flor.

 

 

 

 

Te llamo por la tarde desde este mundo helado
donde espero
la llegada de un verano demasiado corto.
La nieve sobre los tejados está ya gris.

En vigilia, cada noche, te espero.
Te otorgan un visado de primavera a otoño.

Dejas caer tus cabellos sobre los hombros
para que yo no tenga frío.

 

 

 

 

He dejado escapar al pez
de la red en la que estaba prisionero.
Como no parecía estar a gusto
le he dado la libertad.
Las olas resuenan en la quilla del bote
como palmadas.
El embarcadero se balancea;
estoy preocupado,
la mente cargada de ideas que debería escribir,
de pequeñas ranas y lagartos también
y de todo lo que habría de hacer ahora que
he puesto mis propósitos sobre la mesa;
pero no sé hacerlo ni puedo,
estoy triste: Sol, no nos dejes
encendemos fuegos en las orillas y te invocamos:
Sol, no nos dejes.
Los pájaros
ven amanecer antes que nosotros,
viven más arriba, en lo alto,
y llegará un verano en que el sol brillará sólo
para los pájaros.
Este es el verano que estoy esperando.

 

 

 

 

No recuerdo nada del viaje a Helsinki.
Ya he vuelto.
He puesto insecticida en la cabeza de Stalin,
es divertido ver las moscas muertas en su pelo.
De Stalin se dice de todo,
es fácil hacerlo de los muertos,
pero qué hizo peor que los demás:
construyó el horno y empujó a sus constructores adentro.
Y yo qué espero:
verano y campanillas en flor
y la hierba fresca bajo los pies.

 

 

 

 

La mandíbula de la serpiente se vuelve a cerrar
y el pájaro ya no desplegará sus alas.
Hemos venido atravesando un tembloroso bosque
y por el cielo.
¿Por qué hablar de territorios?
El pájaro y la serpiente están en mí
y no me avergüenzo de poseerlos.

 

 

 

 

Se mostró extremadamente amable
pues era el rey,
y los reyes siempre temen por su reino.

Yo iba a adorar al nuevo calendario,
él lo sabía,
y por eso me examinó meticulosamente
y yo, meticulosamente, mentí.

Y al sexto día del mes de enero
sucedió que
el enjambre se despertó
y las abejas le guiaron
a la iglesia de la colina
donde los cirios resplandecían excepcionalmente,

y sucedió así,
según las escrituras.

El nuevo calendario dormía
en su dorada cuna
en el azucarero, aquel
olvidado por los herederos sobre la mesa del difunto.

 

 

 

 

Habíamos aprendido de los pájaros
que la libertad no existe.
Y sin embargo intentábamos
alcanzar el viento.

 

Pentti Saarikoski Nacido en Impilahti (actualmente en la Carelia rusa) en 1937 y muerto en Joensuu en 1983, ha sido considerado el enfant terrible de ... LEER MÁS DEL AUTOR