Pedro Garfias. Canción

Presentamos tres textos claves del reconocido poeta español adscrito al ultraísmo.

 

 

 

Pedro Garfias

 

 

Romance de la soledad

Homenaje a Góngora

Aquí estoy sobre mis montes
pastor de mis soledades.

Los ojos fieros clavados
como arpones en el aire.

La cayada de mi verso
apuntalando la tarde.

Quiebra la luz en mis ojos
la plenitud de sus mármoles.

Tiene el tiempo en mis oídos
retumbos de tempestades.

Mi corazón se acelera
sobre el volar de las aves.

Vibra mi sien al zumbido
de los vientos y los mares.

Y aquí estoy sobre mis montes
pastor de mis soledades.

 

 

 

Asturias

Asturias, si yo pudiera,
si yo supiera cantarte…
Asturias verde de montes
y negra de minerales.
Yo soy un hombre del Sur;
polvo, sol, fatiga y hambre,
hambre de pan y horizontes
¡Hambre!
Bajo la piel resecada
ríos sólidos la sangre
y el corazón asfixiado
sin venas para aliviarle.
Los ojos ciegos, los ojos
ciegos de tanto mirarte
sin verte, Asturias lejana,
hija de mi misma madre.

Dos veces, dos, has tenido
ocasión para jugarte
la vida en una partida,
y las dos te la jugaste.
¿Quién derribará este árbol
de Asturias, ya sin ramaje,
desnudo, seco, clavado
con su raíz entrañable
que corre por toda España
crispándonos de coraje?

Mirad, obreros del mundo
su silueta recortarse
contra ese cielo impasible
vertical, inquebrantable,
firme sobre roca firme,
herida viva su carne.

Millones de puños gritan
su cólera por los aires,
millones de corazones
golpean contra sus cárceles.

Prepara tu salto último
lívida muerte cobarde
prepara tu último salto
que Asturias está aguardándote
sola, en mitad de la Tierra,
hija de mi misma madre.

 

 

 

Canción

Guadalquivir:
El espejo de tus aguas
sabe del rodar suave
de las tardes sevillanas.

Ay, río que se me va.
Ay, tarde que se me escapa.

A cada paso del río
va adelgazando la noche
y las estrellas menudas
ya nos parecen enormes.

Capitán, pronto, la brújula.
Que este río no va al mar.
Que va a la luna.

La palabra se rebela.
Si no la cuidas se escapa
porque tiene su querencia.

Te procura.
De noche te asaete
de día levanta el vuelo
y se aleja.

La palabra busca siempre
su querencia.

Antes de dormirte todo
hazte el dormido y espera;
pero cuando llegue, cuídala,
acomódala en su tienda,
que sienta calor y frío,
que se ajuste, que se avenga,
que respire, que se quede.

Y verás, si es que se queda,
cómo suena la palabra
cuando suena.

Cuando me tiro de noche
en el ataúd del lecho
que es menos duro que el otro
porque ya sabe mis huesos,
me pongo a mirar arriba
los astros de mis recuerdos.

Aquél que se abrió de pronto
cuando todo era misterio.
El otro que se apagó
antes de sentirse abierto.

A veces grito iracundo:
aquí me falta un lucero,
aquí me sobra una estrella.
¿Quién hizo este firmamento?

Una voz piadosa dice
que no es cielo sino techo.
—Por mi vida, grito yo,
dejadme saber mi sueño.
Donde yo pongo los ojos
Todo es cielo—.