Memorias de un pájaro asustado
LA VIEJA DAMA I
Vieja dama pretenciosa
recoge tu pañuelo de narices.
El tiempo es una hormiga que labora
y enreda sus largas piernas en interrogaciones.
Gesticula la hermana de la sombra,
promete con sus gestos la fiesta de la especie.
Vienen los entendidos a caballo en escobas.
Aguardemos el día en que los empresarios
de la industria inefable resuman los empeños
de tanto loco suelto
la artillería inútil, los vuelos repentinos.
Y abordemos el silencio con un clamor oculto.
Querida dama vieja
saca brillo a tus muebles
frota sus estupendas cubiertas de caoba
obliga tu riñón cansado a la ternura
extiende un aire primaveral al laberinto
de tu entretecho.
Que le den alimento a tu animal embalsamado.
Esperemos la hora convenida.
El retumbar de los tambores providenciales.
Llegará la esperanza necesaria
llegará la inocencia necesaria.
Desnuda tu cuerpo ajado cruzado de infortunios,
tu mirada colgante,
la jarra desconchada de tu boca,
la servidumbre gris de tu peluca,
pero aún así, la sinfonía
la música grandiosa que aturde las esferas
un llanto que podría ser violines
una mano de perra pomerania
y el perfume que inunda tus brazos generosos
tu aurora que sonríe descolgada del cielo
la protuberancia doble de tu barbilla
y esa imagen de Reina incomprendida.
LA VIEJA DAMA II
Oh! Vieja, vieja dama
el exquisito estertor de tu melancolía
(tus cuadros anacrónicos durmiendo en las paredes,
del embargo inevitable de tus objetos de arte…)
Cómo brillan tus ojos!
En el temblor diabólico de tus senos
se agita una mudez de serpiente proscrita.
Ahora quiero oírte.
Da rienda suelta a toda tu imaginería.
Que se pongan lustrosos uniformes tus muertos.
Que desfilen erguidos con sus cuellos de espuma.
Que sus piernas de nunca se disputen el paso.
Que se amarren en música sus manos carcomidas.
Que tus turbios recuerdos crezcan y se abalancen
sobre tu vientre plácido
como una lagartija
gigante
que perdure y se extienda
verde y definitiva.
Y en un rincón cualquiera del alma
mi vieja, vieja dama
posesión incompleta
mi dulce prometida…
Unas sábanas blancas esperando la noche.
Monogramas de luna brillando estremecida.
Tu cuerpo de muchacha,
lo virginal, tu cuello
como una rosa blanca
la luz azul de tus pupilas…
ARTISTA
Vacío de mí mismo (tengo anteojos de astronauta y zapatos de buzo)
equivoco una vez más el camino.
Solemne como un mármol
me instalo en los lugares públicos más visibles
dispuesto a las minuciosas miradas con que intentan
definir mis piruetas los examinadores.
Inexperto y contrito
gesticulo y ofrezco mi vil mercadería
atributos de fraile provinciano,
medallas inservibles,
y un sin número de buenas recomendaciones.
En un paso de baile
inauguro el ritmo presuntuoso
y ostento un galardón inapreciable
tras mis pasos sucumben los estetas
atónitos de fraude.
HUIDA
Las axilas del ángel huelen a promesa rota.
Se detuvo el carromato en la funeraria de la esquina
bajaron una monja congelada con una gran sonrisa abierta
sobre la calle como un temblor espléndido.
La muerte se ha enseñoreado
su peluca maltrecha perfuma los rincones
paraliza el trafico
interrumpe programas culturales.
Se desploman inerte los poetas
se cortan las venas
en alaridos que silencian los ruidos de la noche.
Cuelgan desnudos los cadáveres.
Ya no fornicarán.
Ya ninguno querrá orinar en un rincón cualquiera
Toda preparación o diploma resultaría inútil
en esta situación resuelta para siempre.
Los deudos gimen, escriben con tiza verde
sobre las paredes blancas
maldiciones que a todos aturden y a ninguno
alcanzan, ataques a dios, al demonio, a quien sea.
Bajan las cortinas los hoteles, cuelgan carteles
pidiendo conmiseración los almacenes
ya nadie negocia sin antes pedir la extremaunción.
Los sacerdotes empeñan candelabros
las ancianas manosean relicarios
y un gato gris huye sobresaltado por el callejón
que conduce a una nueva geografía.
MEMORIAS DE UN PÁJARO ASUSTADO
Yo vivía contigo
en el rincón más protegido de la sorpresa
guardábamos juntos la entonación precisa
de las horas.
Y así fue que comenzó nuestra historia de impiedades.
Tu moral y la mía carecieron de la fuerza necesaria.
Yo brincaba
en la esperanza de conducirte de la mejor manera
a otro lugar, menos definido,
a un sitio perfecto
para el alumbramiento de la forma.
Y ahora suena arcaico decir ¡Ay de mí!
No es vigente reclinarse desnudo contra el trébol.
Se considera al borde de lo promiscuo
un beso arrebatado a todo lo que dan las intenciones.
Por eso, ave amiga, tengo que transitar
con este aspecto de funcionario público.
Y yo que habría querido ser mago.
Apagaste mi lámpara
y me quedé colgando en tu insolencia
como un pájaro asustado
recordando sin motivo
su peor cautiverio.