Pavella Coppola

Mapa de Quirilluca

 

 

Desde la niebla, Quirilluca

 

-Vamos! Extrema el  grito,  atraviesa  la nube. Es el pescador.

 

Ahí, una manzana  confunde el viaje,

ahí el viento otra vez impide

y Quirilluca no detiene el cielo.

 

-Vamos,  aúlla el pescador.

Pero, el abismo desciende  en el mar último.

Pero, no responde  el eco  la superación de lo terrestre.

Acuosa la plenitud del hombre rodea el cuello de la mujer:

levanta el dedo índice encima de su  frente,

revisa la pestaña inquieta , acomoda el seno dormido para cantar la victoria del oleaje.

 

-No soy quien escribo: me lanzan signos:

me surge el ojo del barco en medio de la ira clandestina .

-No escribo: me lanzan marejadas :   crustáceos me retuercen,

revisan este muñón desesperado  en medio de la ira derrotada.

 

Hubo cuerpos  entrelazados, ojos, hiedra, tierra, espuma en el silencio.

Hubo tarde agitada, hubo patria, cercana, nupcial.

Hubo banderas y una tristeza situada.

-Vamos, persiste el hombre en el mar.

-Vamos, ruega su boca.

 

No habrá retorno cuando  el roquerío esculpa su puerta en el párpado del acantilado

y duerma el pescador en su orilla.

No habrá retorno cuando el trazo albergue  aromos detenidos

y el tiempo recuerde tu mesa.

No habrá retorno cuando el viento diseñe tu signo en el pez inquieto,

menos un navío para  brazos dilatados.

 

Se confundirá el anhelo con la saliva en tu hora

cuando la arena sea niebla

cuando  se aquiete el sol  eterno .

Se confundirá la premura de la red  con mi  mano temblorosa

cuando la piedra inicial recoja mi  paisaje

cuando el tiempo  lance el corazón sobre la roca.

Incolora el agua en su navío. Quirilluca, la boca en este  mapa.

 

 

 

La leña empobrecida

 

Entre esta mujer y la otra mujer

la húmeda  leña empobrecida es apenas una cosa cotidiana

apenas la posible lengua que las toca

mientras

fisgonean la línea del zorzal  en el  vuelo certero del  machete:

De allá para acá,

los niños tuyos , los míos,

la boca  suya , el árbol dormido,

la mano inquieta, un mísero tarro con hojas de eucalipto.

Verdugas del fuego que vendrá.

 

Sus lenguas ya atardecieron  en el lucero agazapado

arrancando la última madera de este extraño paraíso.

 

La médula  conífera resbala

y el amanecer de mocos también resbala  en la boca áspera del niño

y dos grandes bolas  de resina

revientan   lejos del mar.

 

La leña no romperá el frío ni secará la desidia del chisme,

apenas resolverá la urgencia del tarro encima del apretado fogón,

menos quemará el asco,

ni el zorzal con su filo doloroso verificará la sombra del territorio herido.

Estas  leñas muerden la secuencia del huracán urgente.

 

El ámbar se pega a la tierra del fuego prometido

y las chismosas- aún allí- moldean  la bola,

aún  no  escuchan la queja transparente.

La lengua de esta leña cortará el frío y  la línea última del cerro.

Diagonal el humo cruzará sus ombligos

para que ellas observen tristes,

juntarán resina en  tarros oxidados,

depondrán  sociologías para mañana

y  dará ganas  de abofetear el asco, la muerte,

mientras la tiña  suceda en la córnea crepuscular.

 

Descenderá la médula conífera

para ser un golpe más en el amanecer de mocos y frío

encima de esta  arquitectura primitiva

cuando esta  extravagancia  palpe apenas  la actitud simple del ámbar

y la pobreza sea  más que tu nombre .

 

Húmeda la leña empobrecida resguardará

el vuelo cotidiano en la línea filosa del zorzal.

 

 

 

No venga la sangre  silenciosa

 

esta hora apenas  ha sido en esta casa

no hay hábito, murmullo  bajo el damasco

no venga el vacío antes de la puerta

la mancha en el cemento dormido  antes del roce.

No venga el vacío encima de la lengua

no apresure el verde grito

no regrese  esa misma gota

no levante mi párpado, yo ya me he ido.

No venga la sangre por detrás y añada rojo al último silencio.

Fijará  una dirección peculiar la madrugada para cerros, destinos.

Todo será tibio, una mano dormida  en la tierra del patio

la piel indecente en el inicio de la ventana

la diagonal del huracán en tu pie descalzo

cuando ignoremos la puerta cerrada.

No venga  otra vez más sangre, mira:

el techo plano sin pájaros,

el sol acostado encima del odio,

la directriz inacabada del relámpago ,

mi mano en nuestro naranjo .

No venga la sangre silenciosa a  fingir el umbral destartalado,

la olla infinita, el resguardo del buscador encima del tronco .

La casa huyó.  Yo huí en ella.

Echamos al agua un puñado de arena

y dejamos el viento.

 

 

 

Los mapas cantan la noche

 

La cicuta

la selva

el grillo

la niebla

nada gira como la amapola lanzada a la sangre, mapa arrugado.

 

En medio  de las sombras

las bocas murmuran

cercando la lujuria  de los  caídos.

 

Nada de sangre en el camino  bestial de hombres entumidos,

ni de madres antiguas.

 

En las mareas dormidas  los pájaros no llegan,

ni los barcos  destruidos disipan espumas con nombres extranjeros.

 

Los mapas hundieron la diagonal,

cantaron sonatas la noche,

conspiraron el amor en el vientre del tronco brumoso,

circundaron el vestigio inacabado de la penumbra para amordazar .

 

Bestias simularon  quijadas cuando el miedo  disipó la estrella en el nido.

Bestias abrieron el corazón volcánico, enredaron todas  las nubes en  sus manos.

Bestias revisaron el  mapa, cercaron el mar.

Bestias encima del cerro, el primer día, el primer camino.

 

Y siempre hubo un  mapa,

una caligrafía ordenando el corazón,

este viento,  este mar.

 

Será la niebla humana, la calle, el beso enrabiado en el mapa secreto.

Será súbita  la sublevación en el humo de  jóvenes,

será jocoso el pelo con su viento  y la coordenada de venus, será.

Será un brillo en el pasto,

la casa estrecha o amplia o el gato malhumorado,

allá

el signo que esperamos.

 

Bestias vinieron en  medio del tiempo. Aún revisan la ternura nocturna.

El mapa,

su  arruga,

el corazón,

en medio de la fuga.

No hay  norte, ni estrechez.

 

Ay, de los guerreros.

 

Un mapa arrugado en el mar vaticina el beso.

Un mapa arrugado vaticina la sangre.

 

Será la traición del corazón herido, el tiempo asustado,

la memoria equívoca fustigando la intemperie.

 

Será otra traición mil veces para arrancar el corazón del mapa con  su diagonal y venus  allá arriba.

Será el camino de los hombres,

los vientres redondos,

las lágrimas,

mil años terrestres, el fósil sideral,

la circunferencia anunciada rozando apenas

un simple golpe en la puerta de una vida cualquiera  .

 

Acá la nieve en el dedo despierta el rasgo anticipado, pero Gallico retorna.

Y otro papel.

Y otra naranja.

Un cerro, un olivo.

Mi hermano musitó algo mientras  las estrellas abrían fuego.

Las bestias lo abrazaron.

Plétora la distancia de las gaviotas  husmea el mapa.

 

No se duerme esta tarde, dijo el arriero.

No se fornica esta mañana, dijo el hombre.

No se descansa en el umbral de la muerte, hablan  los dioses.

 

 

 

Fotografía  II 

 

Entre la red y el ojo vencido de la albacora

la ley  heliocéntrica  del hambre .

 

La misión acuosa  de la mesa se prepara, pero la roca conversa inquieta.

 

Azul la mar detesta el apodo de los cobardes

azul también la nube allá encima

azul la letra del musgo pegado en el nombre

todo azul

en el destino secuencial,

todo inmóvil en el sonido irrefutable del sol resbalando húmedo encima  del tiempo.

 

La  roca presagia el viento  norte,

el astro silente regresa  desde  la tempestad  .

 

Aquí comienza  la miseria.

Pavella Coppola Es escritora y artista. Imagen y palabra  articulan su obra. Es Licenciada en  Arte,  Universidad de Leipzig, Alemania; Magíster en Teor ... LEER MÁS DEL AUTOR