(1871-1945). Fue considerado el “Príncipe de los poetas franceses”, el artista “puro” ―al margen de su propia creación, superior a ella misma―. A los 18 años, influenciado por los parnasianos, publicará sus primeros versos, pero, al conocer los de Mallarmé, se decantará por el simbolismo buscando reproducir en sus poemas unos efectos parecidos a los que crea la música. En vísperas de cumplir 21 años, sufrirá una crisis personal y, al tomar conciencia, entre otras cosas, de que dicha tarea es imposible, ya que el lenguaje común no tiene el mismo poder que las notas y los sonidos instrumentales, renunciará a la literatura para consagrarse a la vida del espíritu, a su yo puro y al rigor del intelecto. Veinte años después, en 1912, persuadido por su amigo André Gide a que reúna y publique sus antiguas composiciones, volverá a escribir versos y fruto de ello serán La Joven Parca (1917), Álbum de versos antiguos (1920) y Cármenes (1922), su obra cumbre y última en poesía. Los poemas de Valéry son el fruto de los mecanismos mentales. Su poesía se mueve siempre entre el mundo palpable y visible y un reino de abstracción intelectual. Para Valéry, la poesía es la más hermosa de las técnicas creativas y la más difícil de todas las artes.