Paul Valéry

El remero y otros textos

 

(Traducción al español de Pedro Gandía)

 

 

HELENA

¡Azul! Soy yo… Regreso de escuchar en las grutas
De la muerte el sonido de la ola al romperse,
Y veo las galeras de nuevo en las auroras
Resurgir de la sombra con los remos de oro.

Mis manos solitarias llaman a los monarcas,
Cuya barba de sal divertía mis dedos.
Lloraba yo. Cantaban sus oscuras victorias
Y los golfos hüidos de su barca en la popa.

Oigo las caracolas hondas y las cornetas
Militares ritmando el vuelo de los remos;
Encadena el tumulto el canto de los remeros,

Y en la proa heroica los dioses, exaltados,
Con su sonrisa antigua que la espuma profana,
Me tienden indulgentes y esculpidos los brazos.

 

 

 

NARCISO HABLA

Narcissae placandis manibus

¡Oh hermanos!, tristes lirios, ansío la belleza
Por haberme deseado en vuestra desnudez,
Y hacia vos, Ninfa, Ninfa, oh Ninfa de las fuentes,
Vengo a ofrecer al puro silencio vanas lágrimas.

Me escucha una gran calma, donde escucho esperanza.
La voz del agua cambia y me habla de la noche.
Oigo hierba de plata crecer en sombra santa,
Y la pérfida luna establece su espejo
Hasta en los secretos de la fuente apagada.

Con todo mi ser, ¡yo!, echado en estas cañas,
¡Languidezco, oh zafiro, por mi triste belleza!
Ya tan solo sé amar el agua prodigiosa
Donde olvidé el reír y la arcaica rosa.

¡Cómo deploro tu fulgor fatal y puro,
Oh fuente circundada por mí tan débilmente,
Donde en mortal azur extrajeron mis ojos
Mi imagen coronada de humedecidas flores!

¡Ay! ¡La imagen es vana y eternos son los llantos!
Por los bosques azules y los fraternos brazos,
El tierno resplandor de una hora ambigua existe;
Con un resto del día me formo un prometido
Desnudo, en lugar pálido donde me atrae agua triste…
¡Delicioso demonio, deseable y helado!

He aquí, en agua, mi carne de luna y de rocío,
¡Oh forma obediente, opuesta a mi mirada!
¡He aquí mis argénteos brazos de gestos puros!…
Mis manos en el oro adorable se cansan
De llamar al cautivo que las hojas enlazan,
Y ¡al eco grito el nombre de los dioses oscuros!…

Adiós, fulgor perdido en calma onda cerrada,
Narciso… el nombre mismo es un tierno perfume
De suave ardor. Deshoja a los manes del difunto,
En la tumba vacía, la rosa funeral.

Labio mío, la rosa seas deshojando el beso
Que haga a querido espectro lentamente calmarse,
Pues la noche habla próxima y lejana, en voz baja,
A los cálices plenos de sombra y sueños leves.
Mas se distrae la luna con alargados mirtos.

Bajo esos mirtos, yo te adoro, incierta carne
Para la soledad nacida tristemente
Que se mira al espejo en el bosque durmiente.
En vano me desato de tu presencia dulce,
La hora falsa cede a los miembros en el musgo
Y con sombría delicia infla el viento profundo.

Adiós, Narciso… ¡Muere! Aquí está ya el crepúsculo.
De mi pecho el suspiro ondula mi apariencia;
Por el azul sepulto, armoniza la flauta
Pesares de rebaños sonoros que se van.
Pero en el frío mortal donde prende la estrella,
Antes de que un sepulcro se forme con la bruma,
¡Toma el beso que rompe calma de agua fatal!

Basta con la esperanza para el cristal romper.
La onda me arrebate al soplo que me exilia,
Y ¡que mi soplo anime una flauta sutil
Cuyo fino flautista conmigo sea indulgente!…

¡Desvaneceos, vos, enturbiada deidad!
Y tú, vierte en la luna, humilde flauta aislada,
Una diversidad de nuestro argénteo llanto.

 

 

 

EL REMERO

a André Lebey

Inclinado a un gran río, mis remos sin cesar
Me arrancan a disgusto de las rientes riberas.
Oh alma con las manos fuertes, llenas de remos,
El cielo ha de ceder al tañido de la ola.

La mirada distrae las bellezas que bato,
Dejando alrededor que maduren las ondas.
Quiero con largos golpes romper el mundo ilustre
Con hojas y con fuego que canto en voz muy baja.

Árboles que atravieso, amplio reflejo cándido,
Pintada agua con ramas, y paz de lo cumplido,
Barca mía, desgárralos, exígeles un pliegue
Que corra con gran calma a abolir la memoria.

Nunca, hechizos del día, nunca han vuestras gracias
Aguantado a un rebelde que prueba su defensa:
Mas, como me expulsaron de la infancia los soles,
Remonto el manantial donde hasta cesa el nombre.

La ninfa entera, en vano, enorme y continua,
Con brazo puro impide mis miembros agotados.
Romperé lentamente mil vínculos helados
Y las barbas de plata de su poder desnudo.

Ruido secreto de aguas, el río extrañamente
Deja mis días dorados bajo un velo de seda.
Nada más ciegamente usa el antiguo gozo
Que un ruido de huída igual y ningún cambio.

Bajo anillados puentes, profunda agua me lleva.
Llenas de viento bóvedas, de murmullo y de noche,
Corren por una frente que abruman de tedio,
Cuyo hueso orgulloso más duro es que su puerta.

Su noche pasa lenta. Desciende el alma a ellos
Sus sensitivos soles y sus veloces párpados,
Cuando, en el movimiento que me viste con piedras,
Me hundo en el menosprecio de tanto azur inútil.

 

 

 

EL SILFO

Ni visto o sabido,
¡Yo soy el perfume
Viviente y difunto
Que el viento ha traído!

¿Ni ver ni saber,
El Azar o el Genio?
¡Apenas llegado,
Se acabó el empeño!

¿Ni leer ni entender?
Al mejor espíritu,
¡Cuánto error brindado!

Ni ver ni saber,
¡Instante de un seno
Entre dos camisas!

Paul Valéry (1871-1945). Fue considerado el “Príncipe de los poetas franceses”, el artista “puro” ―al margen de su propia creación, superior ... LEER MÁS DEL AUTOR