No digas que el bosque no te pertenece
La poesía del significado y el sentido simultáneo
Por Enrique Solinas
La poesía de Paul Guillén expresa las distintas facetas de la realidad en enunciados que reproducen imágenes, metáforas y símbolos. Tal vez, esta característica de su poética, la podemos encontrar en los escritores surrealistas, pero Guillen se nutre de ese lenguaje para expresar un sentido profundo y universal, comprometido con la realidad y con su tiempo.
La poesía no es para los hombres tibios de corazón y esto Guillén lo sabe, por eso apuesta a defender sus ideales desde la escritura, toma una postura romántica en relación a la figura del poeta y define su pensamiento sin la necesidad de convenciones a la hora del decir.
Las imágenes, metáforas y símbolos son claramente recursos significativos que expresan al mismo tiempo un sentido profundo de la realidad. Su percepción del mundo, que actúa por yuxtaposición, produce un efecto de Video Clip en donde las imágenes construidas con precisión, muestran este aquí y este ahora dolorido, donde el cuerpo es atravesado como a San Sebastián, pero no por flechas, sino por todo lo que tiene existencia y sale al cruce de este yo poético que padece y expresa enunciados subjetivos que se transforman en universales.
Especial para Revista Altazor, estos bellos poemas y poemas en prosa del gran Paul Guillén, que pertenecen al libro Sombras en demolición, Antología personal 2002/2018.
EL LUGAR DE LA NOVELA GENÉTICA ASOCIADA
CON EL VOLUMEN DEL HIPOCAMPO DE PAUL GUILLéN
Esa es la grieta que sientes en lo líquido
Como tu cerebro se vaivenea con el equilibrio
Hipocampo que suenas en mis pupilas
Expectante en la fiebre y en la posición del elefante herido
Disonante en la córnea del conejo
Como un alcohol que surge desde atrás del cráneo
Como un hojaldre que se mueve con el viento
Como estas lágrimas que no brotan
Cuando todos los días las veo desde mis pupilas
Como un lagarto que semeja el sol clavándose dentro de mí
Como este sol de todo el año que me da miedo
Como este miedo que me acribilla y me duele en las sienes
Y en esa parte del cráneo donde todos los puntos se unen
Donde la boca no grita donde la lengua eclosiona se hace grande
Hace daño no decir una vocal no decir siquiera nada
Donde las llagas crecen más y los ojos quieren caerse
Donde las orejas sienten el mar sin poder librarse de él
Donde ya nadie más habita
Acaso es el mundo del mono o la culebra
Y solo el sabor de una bala en la punta de la lengua
Y solo un sabor acrisolado con veinte rocotos en el vientre
Haces un ruido y el sonido solo te devuelve un eco distorsionado
Que te destroza los riñones se escarapela en tus tobillos
Se aferra en tus estrías te quema los pelos te enhebra el entrecejo
Te ceja el bajo vientre te mutila las pestañas los ojos
Con las mismas manos / con el mismo dolor
Ahorcado tu cerebro las ondas siguen sonando en esa pátina
La columna partida los discos muy díscolos & recalcitrantes
Las rodillas agrietadas las fisuras reforzadas
El colágeno ausente los meniscos carraspeando
Las máquinas producen miles de fardos
Ves tus pelos blancos por doquier
De tus propias manos huyen los pelos flacos
Tus arterias hechas cristales
Tu cráneo que no contiene más el cerebro
Los ojos salidos las narices crecidas
Las orejas elefantiásicas los labios interminables
Como un tobogán de nieve y sangre
Como un animal que no cabe en dos
Un animal en tus ojos agazapados
Que no puede acabar contigo
Sinceramente
Una labor de savia pura
De árbol en estado de ojo puro
De lengua bífida de sonido claviforme que se retuerce
De espasmo cervical de cola verde o morada
Un animal nos posee nos envuelve para jamás salir
En tanto me vuelvo líquido aire mar
Escúchame no soy momia
Escúchame desde tus ríos o venas
Desde las hojas que caen frente a ti
Soy una palma que no gobierna que escancia
Sus mares sus plantas sus peciolos
El verdor y la azucena
Escúchame pues solo puedes escucharme
Con los ojos del corazón que ya no tengo…
Les Aveugles de Sophie Calle Seguido De Una Glosa
Sobre Portrait Of A Blind Poet De Juan Ojeda
Camina por una calle del Perú y haz la misma pregunta o camina por la foto de Óscar Medrano y pregúntale a Celestino Ccente: ¿Qué es la belleza? La belleza no podría ser otra cosa que una garganta afónica de tanto gritar por la libertad, de tanto gritar que nos dejen en paz, de tanto gritar que somos inocentes. Pregunta de nuevo Sophie: ¿Qué es la belleza?, y no puedes mejorarla como frase, pero eso es la realidad: chocar con la belleza de una manera horripilante. Esto de la realidad me tiene confundido. ¿La realidad de quién?, ¿la realidad de todos o la tuya? ¿Cuál es esa realidad? ¿Cuál esa belleza? No te detengas en las calles podrían robarte la cartera o la inocencia. ¿Qué significa la belleza en las calles peruanas del Perú? Esa contradicción, esa repetición, ese exceso. Para qué escribir, sino encuentras belleza ni realidad. Entonces, cómo soportar el mundo cada día. No me vengas con lo de Keats. Hablemos del Perú y su tristeza, antes que de su belleza. La garganta ya no soporta más de gritar contra la pobreza, contra la pereza y contra el dolor. ¿Osos perlados o despreciados? ¿Cómo no gritar de una vez y para siempre y ser un glacial en la mente de los demás? Eso me suena conocido. Eso es la belleza: retornar al fluido de las palabras. Un retorno al origen, donde caminabas de la mano de tu abuela, guiándola por la ciudad, aunque ella conocía de memoria todas las calles: tienes cinco años y ya conoces toda la belleza y la realidad en una sola mujer.
Juan ahora yo te digo: En el mediodía negro sentados en una plaza solo ves la bruma de neblí y el lucro de la umbría en la vacía fuente. Esto es como estarse sentado tres mil horas esperando, pero ¿esperando qué?: alguna señal, algún designio que nunca llega. Solo un dolor en el pecho y en la frente. Ese sudor venático que no te deja tranquilo y te abisma en una nave sin ojos, un río de oro y unos párpados sin retorno. Escucha es el mago pútrido cantando en tenaz patio sonoro. Es una canción que te transporta a un árido y ebrio abismo. Acritud del poeta ciego para no ver la realidad y la belleza de una princesa quechua.
La historia del Perú se resumirá
a cómo se destruye un poeta
a José Pancorvo
Peire Vidal canta o florece entre los campos de almendros y el viejo grita desde su escritorio Papiols Papiols lets to the music! Y tú cantabas en la Alameda, donde arreciaba el viento y el tren pasaba haciendo ese ruido catastrófico – tú cantabas como el viejo Loomis – y yo escuchaba como salían de tu boca – esas sílabas – ese fuego – y esos gallinazos – que revoloteaban – cerca de la Catedral de Lima – y a un paso de convencer – a la gente – en volvernos asaltantes – escuchamos el rumor de los ciegos – que se aproximaban como marejadas de hielo – decidimos asaltar a los cerdos de la banca – y todos los bares abiertos – y cerrados – caminaríamos por las calles – para encontrar una moneda – y así no sentirnos tan solos – o desvalidos: Yo, Pierre Rivière, habiendo degollado a mi madre, mi hermana y mi hermano…
CON E. C. OLEMOS FOTOGRAFÍAS
DE Joel-Peter Witkin
Un seso convertido en esponja
en una cama de arañas crudas
Jean Pierre Duprey
Ese día viendo la costanera y fumando sin propósito todos los perros querrían celebrar con nosotros y el poeta hipoglucémico con dos rocones los ahuyentaba para que no nos robaran nuestras almas la niebla fundaba una nueva ciudad y V. soportaba los embates de las olas mis zapatos habían rodado por el despeñadero y yo bailaba y lloraba ensuciando mis medias con el barro del barranco no nos preocupaba caernos no nos preocupaba el vacío solo el humo que salía de nuestras gargantas y era un humo rosado o anaranjado ¿pero si no teníamos cabezas? ¿Por dónde salía ese humo? Salía desde nuestros pies manos tráqueas hígados riñones la sangre se había coagulado y la niebla era una con nuestra misma sangre niebla roja del Caribe o ladrillos rotos con vidrio molido que engullíamos como si fuésemos espectros de estalactitas etéreas ese precipicio era nuestra vida pero nuestra vida ya había caído con el sismo y solo mirábamos las ruinas las siamesas enanas las gordas deformes los orificios de balas en los cráneos las arañas rotas en cinco puntas y a lo lejos una barca de esmeraldas que nos hacía gritar allí está E. C. vamos a buscarlo por más alcohol y drogas pero E. C. estaba dormido en el décimo piso del María Angola nosotros fuimos hasta allí pero nuestras almas no traspasaban el bosque de pinos y entonces buscamos a Francis Ponge y también estaba ausente caminábamos y caminábamos bajo ese sol ardiente para seguir buscando algo con qué sobrevivir y el poeta orangután nos arrojó de su casa como parias como si fuésemos restos del pay del día anterior en el desfiladero caminamos sin encontrar otras cabezas y el poeta gamonal nos envió un círculo de los tres soles matizado con un pez espada y un mar de líquenes relucientes que complementamos con un viaje al sur y escuchamos a las brujas a los árboles que nos hablaban y a las niñas negras con senos parecidos a duraznos y el viejo poeta nos dijo: “¿Qué es lo que buscan?”. Y nosotros le respondimos: “Buscamos la felicidad”. Él nos susurró: “Entonces empiecen a cavar un hoyo en la orilla de la playa”. Cavamos por veinte horas ya podíamos morirnos enterrados allí y de nuevo le preguntamos al maestro: “¿Hasta cuándo seguiremos cavando?”. Y él nos respondió, muy suelto de huesos y riendo: “Caven muchachos, caven hasta encontrar la felicidad”. Nosotros seguimos cavando y cavando y al final de otras veinte horas encontramos nuestras calaveras impregnadas con algas marinas y conchas de coral y en realidad fuimos felices muy felices montados sobre unos caballitos de mar que tenían la cara de E. C. (TODO LO QUE DIGO ES CIERTO, PASÓ LOS DÍAS 26 Y 27 DE JULIO DE 2010).
EL ESPECTADOR INVISIBLE
Si hay un Proyecto de Obras Completas de Rodrigo Lira ¿deberíamos empezar por la primera o la segunda parte? Yo empezaría a hablar del cachorro o del perro muerto, antes que de Rodrigo, cuando uno tiene un angustioso caso de soltería no debería fijarse que en la calle se hizo perro o que las azucenas de la esquina arden en perfume y sexo, el cachorro tiene el pelaje descastado, como es costumbre en él no cuida ni se pierde en la intersección de ninguna avenida, ese perro –ni flaco ni gordo ni negro ni azul– solo mira a los transeúntes perder sus pisadas y sus ojos, y si esos ojos rodaran por la pista como canicas, los cachorros o los perros muertos solo verían sangre y una piara torpe rumbo al camal; pero los cachorros tienen rabia y tiemblan y temen que la baja policía los atrape, sus babas son imparciales y frías, sus patas están rotas, no pueden chillar, ya no persiguen gatos, ratas o mariposas, solo ven a los transeúntes pasar leyendo poemas ecológicos sin lógica, esos cachorros peludos y babosos pintan con sus rabos miles de acuarelas llenas de peces y palomas enlatadas, cuando tienen hambre ya no pueden ir al supermercado por la comida de moda, se arrastran y solo ven y no quieren ser el perro desollado de Blanca Varela, solo atinan a dar un mordisco al aire –niebla que se confunde con la carne del perro en las mañanas en que voy a recoger el periódico, y justo ahí me encuentro con el celeste color Valium de tus ojos bien lustrados–, esa guasa es tu Belleza en toneladas kilométricas o son mis ojos que ya cayeron y son imparciales, espectrales e invisibles.
LLANTO DE LAGARTOS
a Jorge Pimentel
El poeta se sumergió en el mar de chorrillos un 18 de junio a las 6 de la mañana, no tenía nada encima salvo sus sentimientos que le pesaban como dos hipopótamos blancos y jóvenes, al día siguiente, las sombras que dejó en la orilla y el viento provocaron la salida del mar. Un diario local dio así la noticia: “De un momento a otro, las aguas del mar se enfurecieron de tal forma que generaron olas de hasta 5 metros de alto”. Sentados en un bar leías mis poemas junto al ruido de los taladros y los chicles de las prostitutas. En esa misma mesa habías vomitado toda tu vida cuando aún eras joven. Yo te miraba para hacerte la misma pregunta de la juventud. Y tú solo respondías algo que ya sabía y no me atrevía a gritar: “Me estoy muriendo cuando no le soy imprescindible a nadie a nada” y este saber me tiene partido. La espuma de la cerveza llena nuestros ojos —por este poema lo he dado todo— y nadamos entre las cervezas que se suceden como una marea de rojos ámbares azules verdestopacios turmalinas rubíes diamantes zafiros. No sé adónde voy, no sé qué hago aquí. No quiero despertar golpeado y vejado, atravesado con colores muertos. Creo que lo que quieren los militares es que uno se muera. Pero uno no se muere. Creo que lo que quieren los militares es robarnos. Pero uno no tiene nada que le roben. Creo que lo que quieren los militares es que uno se vuelva a morir. Pero uno vive como puede. Abedules sin hígado, abedules sin córneas, abedules sin manos, sin cuerpos, sin estrellas, sin apios, sin coles, sin mierda, porque si no lo escribo, me muero. Me estoy muriendo como esta mañana temblorosa cuando a nadie ni a nada le importa. Y tiemblo y tiemblo infinitamente de frío y alcohol. Y tu voz ya no se repetirá jamás. Cansado de esperar una señal hago el último gesto que me dejará ciego. Y me lanzo contra el viento como un ave de presa a conquistar lo que nunca he podido tocar. Sangre en el aire: el rastro de lo maravilloso.
LA CAZA EN EL BOSQUE DE UCCELLO
Uccello sabía que los poetas son cazadores
en su famosa pintura se pueden ver unos
perros rojos blancos negros de presa.
“La cuestión no es aglutinar imágenes,
sino trazar el movimiento en un segundo”.
Los caballos, el rojo de sus pieles como
una granada. Seca tus ojos ciegos.
No es tanto Uccello o los perros
o los ciervos o los pinos
intenta asir tu rostro que se cae
como el viento de ayer o mañana.
No digas que el bosque no te pertenece
entra en sus ramas enverdecidas que hierven
hacia el negro. No hay lienzos ni óleos
ni espasmos. Si Otro sale de mí
y grita en la página: Uccello no eres
un cazador que toca la lira en lo negro.
Una piedra. Rota la cabeza.
Los ciervos corren hacia el bosque
negro silabeo desde la luz verde
enfebrecidos músculos viran al negro.
Se han detenido tres cazadores en sus brezos
bezos que son instante de fuga
rezuma fiebre el imán del bosque.
Unos cabalgan, otros reparan en sus belfos
bufidos de albúmina desgarran el paisaje.
Se han detenido las miradas en los setos
bifurcados los pastos altos del que caza
triángulos o rombos petrificados en la fijeza
como cáscaras de mandarina en la basura.