Paul Éluard. En el corazón de mi amor

 

Presentamos tres textos claves del celebrado poeta francés en la versión al español de Aldo Pellegrini.

 

 

 

 

Paul Éluard

 

 

Tú la única y escucho las hierbas de tu risa…

Tú la única y escucho las hierbas de tu risa
A ti te arrebata tu cabeza
Y desde lo alto de los peligros de muerte
Bajo los globos enmarañados por la lluvia de los valles
Bajo la pesada luz bajo el cielo   de   tierra
Tú engendras la caída.
Los pájaros ya no son refugio suficiente
Ni la pereza ni la fatiga
El recuerdo de los bosques y de los arroyos frágiles
En la mañana de los caprichos
En la mañana de las caricias visibles
En la clara mañana de la ausencia la caída.

Las barcas de tus ojos se extravían
En el encaje de las desapariciones
El abismo es revelado que los otros lo extingan
Las sombras que tú creas no tienen derecho a la noche.

 

 

El atreverse y la esperanza

Cuando el pelícano

Las paredes de la casa se parecen
Una voz infantil responde
Sí como un grano de trigo y las botas de siete leguas
En una de las paredes están los retratos de familia
Un mono hasta el infinito
En la otra está la puerta ese cuadro cambiante
Por donde yo entro
La primera

Después se charla bajo la lámpara
De un extraño mal
Que produce locos y genios
La niña tiene luces
Polvos misteriosos que ella trae de lejos
Y que se saborean con los ojos cerrados
Pobre angelito diría la madre
Con ese tono de las madres menos bellas que sus hijas
Y celosas

Violeta soñaba con baños de leche
Con hermosos vestidos de pan fresco
Con hermosos vestidos de sangre pura
Un día ya no habrá padres
En los jardines de la juventud
Habrá desconocidos
Todos los desconocidos
Los hombres para quienes una siempre resulta nueva
Y la primera
Los hombres por quienes una escapa de sí misma
Los hombres para quienes no se es la hija de nadie

Violeta ha soñado deshacer
Ha deshecho
El horrible nudo de serpiente de los lazos de sangre

 

 

En el corazón de mi amor

Un hermoso pájaro me muestra la luz
Que aparece claramente en sus ojos
Un pájaro que canta sobre la bola de muérdago
En medio del sol.

*

Los ojos de los animales cantores
Y sus cantos de cólera o de hastío
Me prohíben dejar este lecho
Donde pasaré la vida.

El alba en países sin encanto
Toma las apariencias del olvido
Y si al alba una mujer conmovida se adormece
Al caer de cabeza, su caída la ilumina.

Constelaciones,
Conocéis la forma de su cabeza.
Aquí todo se oscurece:
El paisaje se completa, las mejillas se encienden
Las masas disminuyen y circulan por mi corazón
Unidas al sueño.
¿Y hay quién quiera tomar mi corazón?

*

Jamás soñé con noche tan bella
Las mujeres del jardín tratan de besarme
Sostenes del cielo, los árboles inmóviles
Abrazan fuertemente la sombra que los sostiene.

Una mujer de corazón pálido
Guarda la noche en sus vestidos
El amor ha descubierto la noche
Sobre sus senos impalpables.

¿Cómo poder gozar de todo?
Mejor borrarlo todo.
El hombre de la movilidad total
Del sacrificio total, de la conquista total
Duerme. Duerme, duerme, duerme.
Borra con sus suspiros la noche minúscula, invisible.

No sufre ni frío ni calor.
Su prisionero se ha evadido para dormir
No está muerto, duerme.

Mientras dormía
Todo lo asombraba,
Jugaba ardorosamente,
Miraba,
Oía.
Su última palabra:
“Si volviera a empezar, te encontraría sin buscarte”.

Él duerme, duerme, duerme.
En vano el alba alza la cabeza,
Él duerme.