Paola Loreto

El bien que queda

 

 

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

 

EL BIEN QUE QUEDA

 

El bien ha quedado. A pesar de todas

las cosas que no iban y de las que

hemos perdido. A pesar de que no fueras

tú a quien yo quería, y te he borrado.

Amado, también, tanto. Me faltas.

Tu rostro hermoso, entre mis manos,

que podía pasar por tus cabellos.

Que conducías mucho y no podías

cansarte. Hablabas bien francés

y no sabías cómo, pero siempre

con ese acento bergamasco en la voz.

Quisiera aún protegerte. Hacerlo para siempre.

Como si no fuera una sola la vida,

la vez que nos damos a un hombre,

la hora del amor, la salida.

 

 

 

 

CON MANOS CAPACES

 

De las manos celestes de un hada

puedo tomar un cuento, la vida

o una patata dulce. Las golpea y

cambia el mundo, durante algún tiempo,

o, si quiere, permanentemente.

Quiero el secreto para llegar a ser

anciana y a lo mejor, entretanto, más

grande, como una madre, por ejemplo,

que piensa en un hijo y no se cansa.

Quiero simular morir y luego

volver para ver la sonrisa

en la cara de quien quiero y dejo.

Quiero ser una cabra azul

o un caracol, que sabe andar

fuerte y despacio. El hada es capaz.

El hada lo sabe, y me lo tiene que decir.

 

 

 

 

EL BUEN HABLAR

 

¿Y si me llegara otro?

¿Cómo haría para tenerlo en la cabeza?

Yo soy una que no se acuerda,

no tiene memoria ni de sus palabras

ni de las de los demás. Tendría

que viajar con el Moleskine en el bolsillo,

como hacía Pound, pero algo

dentro de mí no quiere.

Entonces repito hasta el cansancio

lo que siento, en el bosque, si no

se derrite, como los amentos del nogal

en la lluvia antes de que llegue a casa.

Y ahora no vuelvo atrás,

porque la voz aún habla

y la visita no ha terminado:

hay que ir al río y luego

detenerse (quedarse quieto y callado

escuchando) y luego volver.

 

 

 

 

APEGO

 

Tengo nostalgia de lugares húmedos

e insalubres. No porque sean

hermosos, claro (esto lo sabéis

todos) sino porque forman parte

de la vida, de lo que he pasado

y se me ha quedado en las manos.

Un jardín en Martinengo, por ejemplo,

de una casa de labranza enmohecida

y apuntalada con palos. El puente

sobre el Brembo en Ponte San Pietro

para ir a las escuelas de primaria.

La primera vez que cruzé

el Neckar había algo mojado

y escondido: me envolvía, pero no era

niebla. Uno se apega también a las cosas

desagradables y desaliñadas

si presagian el sentido que buscamos,

una luz seca y polvorienta.

 

 

 

 

LA SOLA VEZ

 

Era una alegría existir

y mirar alrededor.

No había día

que no tuviera ganas

de despertarme pronto

y levantarme con las primeras luces.

Recuerdo veloces piragüistas

sobre el río helado y arces

inciertos en el vado del color.

Recuerdo un aire sin condiciones

externas. Y vuelvo a acordarme de todos.

Ni creo que se pueda amar

y olvidar viviendo

todavía. Se puede sólo morir,

por ahora, cada instante a la vida

adyacente, que calla, cumplida.

 

Paola Loreto (Bergamo, Italia, 1964). Enseña Literatura Angloamericana en la Universidad de Milán. Su primer libro de poesía L’acero rosso ... LEER MÁS DEL AUTOR