Paloma Fernández Gomá

Carpe Diem

 

 

 

LOS NIÑOS

 

El  llanto de los niños excluidos

de las arcas de la  abundancia

tiene un largo  recorrido  de siglos y acero,

que corta la franja sagrada del amor.

Las arañas tejieron su intolerancia

de cazador agazapado detrás de la presa

y atracaron sus naves en playas vírgenes

haciendo correr el rojo de  la sangre

por las riberas del néctar más antiguo

que había conseguido sobrevivir a todas las razias.

Se han hilvanado cuentas de discordia

para forjar el aluvión de las tormentas.

Una oleada de refugiados deambula

entre angarillas y dolor.

La cumbre de la  historia se ha roto en pedazos

y el rigor  de las  estrellas reclama

un despacho permanente en el Parlamento de Estrasburgo.

Qué clase de deslealtad hemos heredado

para que nuestras naves destilen el hedor de la sangre.

Una conciencia oxidada se mueve entre espinas,

tiene la savia rancia y sólo contempla un paisaje opaco;

se  ha ido olvidando el espliego detrás de las horas

y el  baile de las abejas alrededor del polen.

 

 

 

CARPE DIEM

 

Navegamos en el  diapasón de  las  mareas

otorgando licencias de absolución

y un rito  antiguo, herencia del  Orto,

que traza todos los  caminos de  Norte a Sur,

acumulando distancias.

En otro tiempo fueron los idus de marzo

la amenaza que se  cernía sobre las  cabezas.

Hoy todo es fruto de la imagen.

El hombre nuevo lleva armadura de  latón

y camina sobre el espíritu de las derrotas

olvidando su pasado.

Las aguas no se abren al paso de los delfines,

los  aceros invisibles no existen.

Sobre el zenit se ciñe una andadura de tierra nueva

para renovar todos los espacios

que han sido consumados.

Carpe diem.

Nacer en cada momento

para recoger las hojas nuevas.

 

 

 

 

PALABRA

 

Una paz de anchos límites envuelve

la mirada de los entornos

buscando hallar la savia antigua

de  los  árboles

y un caudal de signos

para el lecho vacío de los  arroyos,

donde  los poetas firman sus epílogos

y el mensaje de los labios

anula el  dolor de la distancia.

Una luz imposible  acompaña

a las hojas en su caída.

La palabra tiene la  libertad

de explorar nuevos territorios

y abrir todas  las puertas.

Sólo ella lleva el germen de los mitos

y la última  verdad que ocultamos

en la almohada,

cuando el sueño empapa la  nuca

y no hallamos el tren de aterrizaje

porque las metas  han sido borradas.

A veces el gran árbol de la tarde

oculta el horizonte,  dejando

signos marchitos e indescifrables

ante los ojos.

Una  hojarasca imprevista envuelve

el eco vacío de los patios

y van pasando horas apacibles

por el breve entramado de los instantes:

la mirada sobre la tarde, se  mantiene intacta.

 

Zahoríes de mayo o sombras chinescas

atienden la  llamada de los meteoritos

para guiar el ocio de la noche

hacia derroteros  insospechados

donde el dictamen del tiempo traza

sus sendas con la mano firme

del  segador, que recoge la espiga.

 

Del libro Iris, 2017

 

 

 

TAMUDA

 

Tetuán se rodea de murallas y jardines

ante los  ojos  del tiempo

entonando el canto del agua

que  fragua la arcilla ingente del Gorges,

en  su  cima, fraguado los  votos de  la noche,

acallando todos los sonidos,

si el aire henchido de mar se adentra  por  las calles

subiendo lentamente la  medina entre el  olor de la menta,

invadiendo  la penumbra de las celosías.

 

Tetuán de puertas moriscas en arabesco de luz que entona

las más hermosas nubas imperecederas  ante el  tiempo,

cenicientas de paz rubrican los recuerdos,

perpetuados a  través de los años

haciendo presente su eco en la garganta del agua

que invade de lluvia las plazas.

 

Después las calles, en encrucijada encienden la noche

con su bullicio.

Alojándose en el patio, la luna,

merodea entre los arcos

como  hilos de luz que se desvanecen,

engendrando dádivas para las  puertas,

que entreabiertas, dejan entrever la oscura claridad

de la media noche.

 

Del libro Espacios oblicuos, 2015

 

 

 

 

BEBER  LA  CICUTA

 

Ah!  beber la cicuta y callar, no decir el pensamiento.

Amordazar las ideas para no incomodar al otro,

el que analiza tu discurso y displicente te otorga su bendición .

Ah! cuánta hipocresía deudora de ofrendas  permeables y cuestionadas

por el empecinamiento de sobresalir entre los demás, entregándose

al desenfreno de ocupar tu sitio, de suplantar tu personalidad y vivir tu gloria.

Beber la cicuta para no estallar y ser señalado como el  que no pudo más:

pobre diablo que necesitaba sentirse reconocido.

 

Inédito

Paloma Fernández Gomá (Madrid-Algeciras, década de los cincuenta). Poeta, escritora y crítica literaria.  Consejero  de  Número  del Instituto  de Estudio ... LEER MÁS DEL AUTOR