Carpe Diem
LOS NIÑOS
El llanto de los niños excluidos
de las arcas de la abundancia
tiene un largo recorrido de siglos y acero,
que corta la franja sagrada del amor.
Las arañas tejieron su intolerancia
de cazador agazapado detrás de la presa
y atracaron sus naves en playas vírgenes
haciendo correr el rojo de la sangre
por las riberas del néctar más antiguo
que había conseguido sobrevivir a todas las razias.
Se han hilvanado cuentas de discordia
para forjar el aluvión de las tormentas.
Una oleada de refugiados deambula
entre angarillas y dolor.
La cumbre de la historia se ha roto en pedazos
y el rigor de las estrellas reclama
un despacho permanente en el Parlamento de Estrasburgo.
Qué clase de deslealtad hemos heredado
para que nuestras naves destilen el hedor de la sangre.
Una conciencia oxidada se mueve entre espinas,
tiene la savia rancia y sólo contempla un paisaje opaco;
se ha ido olvidando el espliego detrás de las horas
y el baile de las abejas alrededor del polen.
CARPE DIEM
Navegamos en el diapasón de las mareas
otorgando licencias de absolución
y un rito antiguo, herencia del Orto,
que traza todos los caminos de Norte a Sur,
acumulando distancias.
En otro tiempo fueron los idus de marzo
la amenaza que se cernía sobre las cabezas.
Hoy todo es fruto de la imagen.
El hombre nuevo lleva armadura de latón
y camina sobre el espíritu de las derrotas
olvidando su pasado.
Las aguas no se abren al paso de los delfines,
los aceros invisibles no existen.
Sobre el zenit se ciñe una andadura de tierra nueva
para renovar todos los espacios
que han sido consumados.
Carpe diem.
Nacer en cada momento
para recoger las hojas nuevas.
PALABRA
Una paz de anchos límites envuelve
la mirada de los entornos
buscando hallar la savia antigua
de los árboles
y un caudal de signos
para el lecho vacío de los arroyos,
donde los poetas firman sus epílogos
y el mensaje de los labios
anula el dolor de la distancia.
Una luz imposible acompaña
a las hojas en su caída.
La palabra tiene la libertad
de explorar nuevos territorios
y abrir todas las puertas.
Sólo ella lleva el germen de los mitos
y la última verdad que ocultamos
en la almohada,
cuando el sueño empapa la nuca
y no hallamos el tren de aterrizaje
porque las metas han sido borradas.
A veces el gran árbol de la tarde
oculta el horizonte, dejando
signos marchitos e indescifrables
ante los ojos.
Una hojarasca imprevista envuelve
el eco vacío de los patios
y van pasando horas apacibles
por el breve entramado de los instantes:
la mirada sobre la tarde, se mantiene intacta.
Zahoríes de mayo o sombras chinescas
atienden la llamada de los meteoritos
para guiar el ocio de la noche
hacia derroteros insospechados
donde el dictamen del tiempo traza
sus sendas con la mano firme
del segador, que recoge la espiga.
Del libro Iris, 2017
TAMUDA
Tetuán se rodea de murallas y jardines
ante los ojos del tiempo
entonando el canto del agua
que fragua la arcilla ingente del Gorges,
en su cima, fraguado los votos de la noche,
acallando todos los sonidos,
si el aire henchido de mar se adentra por las calles
subiendo lentamente la medina entre el olor de la menta,
invadiendo la penumbra de las celosías.
Tetuán de puertas moriscas en arabesco de luz que entona
las más hermosas nubas imperecederas ante el tiempo,
cenicientas de paz rubrican los recuerdos,
perpetuados a través de los años
haciendo presente su eco en la garganta del agua
que invade de lluvia las plazas.
Después las calles, en encrucijada encienden la noche
con su bullicio.
Alojándose en el patio, la luna,
merodea entre los arcos
como hilos de luz que se desvanecen,
engendrando dádivas para las puertas,
que entreabiertas, dejan entrever la oscura claridad
de la media noche.
Del libro Espacios oblicuos, 2015
BEBER LA CICUTA
Ah! beber la cicuta y callar, no decir el pensamiento.
Amordazar las ideas para no incomodar al otro,
el que analiza tu discurso y displicente te otorga su bendición .
Ah! cuánta hipocresía deudora de ofrendas permeables y cuestionadas
por el empecinamiento de sobresalir entre los demás, entregándose
al desenfreno de ocupar tu sitio, de suplantar tu personalidad y vivir tu gloria.
Beber la cicuta para no estallar y ser señalado como el que no pudo más:
pobre diablo que necesitaba sentirse reconocido.
Inédito