Oscar Wilde. Apología

Presentamos dos textos claves del gran autor de origen irlandés en la traducción al español de Elvira Sastre.

 

 

 

Oscar Wilde

 

 

AVE MARIA GRATIA PLENA

 

¡Era aquella Su llegada! Esperaba encontrarme

una escena de gloria admirable, como se dijo

de algún gran Dios que en una lluvia de oro

rompió las rejas y cayó sobre Dánae;

o una pesadilla, como cuando Sémele,

buscando el amor y la pasión tranquila,

suplicó ver a Dios en todo su esplendor, y el fuego

arrancó sus extremidades abrasadas y terminó de matarla.

Con sueños tan alegres busqué este lugar sagrado,

y ahora con el corazón y los ojos llenos de sorpresa

me encuentro

frente a este gran misterio del amor:

una muchacha de rodillas con el rostro pálido y frío

y un ángel con un lirio en la mano,

y sobre ellos las alas blancas de una paloma.

 

 

 

 

APOLOGÍA

 

¿Deseas que yo crezca y me haga pequeño,

cambie mis telas de oro por paños grises

y teja a tu antojo esta tela de tristeza

cuyas mejores puntadas son días perdidos?

 

¿Deseas –amor que tanto amo–

que la casa de mi alma sea un lugar de tormento

donde, como amantes malvados, deben vivir

la llama incandescente y el gusano inmortal?

 

No, si tal es tu deseo debo sobrevivir,

y vender la ambición en el mercado,

y dejar que me vista el fracaso

y que la tristeza cave su tumba en mi corazón.

 

Quizás sea mejor así –al menos

no hice de mi corazón un corazón de piedra

ni le robé el festín a mi juventud

ni anduve allí donde se desconoce la belleza.

 

Muchos hombres lo han hecho así: han tratado de amarrar

con estrechas cadenas el alma que debe ser libre,

han caminado por el sendero abandonado del sentido común,

mientras todos los bosques cantaban en libertad

 

sin señalar cómo el halcón con manchas que vuela

deja caer grandes piñones en la altitud del cielo,

allí donde algunas montañas altas, empinadas e impenetrables

atrapan los últimos mechones del pelo del dios Sol.

 

O cómo las florecillas que pisotearon

—la margarita, ese escudo de oro con plumas blancas—,

siguieron con nostalgia en la mirada el camino del sol,

felices por si en algún momento envolviera sus hojas.

 

Pero sin duda existe algo

que me enamoró durante un tiempo:

haber caminado de la mano del amor, y haber visto

sus alas púrpuras revolotear una vez por tu sonrisa.

 

¡Ay! ¡Aunque la víbora feroz que es la pasión alimente

mi corazón de niño, he roto las rejas y

me he enfrentado cara a cara con la belleza, conociendo así

el amor que mueve el sol y todas las estrellas!