Omar J. Sakr. Hechos

Continuamos esta nueva sección de Textos claves con un notable poema del poeta australiano de origen árabe Omar J. Sakr. La traducción al español corre a cargo de Andrea Rivas.

 

 

 

Omar J. Sakr

 

 

HECHOS

 

Mi madre se sienta en una casa de piedra y arde.
Mi abuelo trajo aquí a su familia para escapar de la historia.
Cuando ella era chica, de nueve, él las golpeó
con las manos de su padre. Luego, pasado en heroína
se convirtió en vendedor de media noche, vendiendo sus joyas
y colchones. No tengo forma de comprobar esto.
Mis abuelos están ambos en casa, en el lodo.
Un hecho puede ser una falsedad o una verdad trivial,
es un lenguaje vacío que permite tener dos espíritus.
Mi madre se sienta en una casa de piedra y arde.
A veces ella es la piedra, a veces la llama.
No grita. Ella es un faro Recuerdo
usar su luz como una estaca, para amoratar esta página.
“Yo quise una vez ser artista. Él no me dejó.”
Su primer marido la golpeaba. Estaba pasado de heroína.
La golpeaba en casa. Agrietaba su cráneo con una pistola.
Ahora, al menos una vez al día, ella olvida su propio nombre.
Él la visitaba en el hospital, mientras se recuperaba.
Él la golpeó en aquella cama. Yo lo escribo todo.
Mi madre se sienta en una casa de piedra y arde.
La casa es una villa en Líbano. La casa es en Villawood.
Hay fotos de mi madre antes de todo esto
y todos están de acuerdo, era hermosa.
La veo ardiendo, su cara y su nariz y sus labios torciéndose
en papel negro mientras lava los trases
y va al trabajo y ordena comida para llevar.
No hay nada más hermoso que un sobreviviente
pero no tengo a quién decir esto, todos
están de acuerdo, es una fealdad para ser ignorada.
Una mujer es atacada treinta y cinco veces en promedio
antes de su primera llamada a la policía. Sesenta si no tiene papeles.
Una mujer migrante elige entre un puño y la frontera
cada día. Entre una herida y pertenecer. Una familia
tiene aduanas tan viciosas como cualquier país. Ambos
su padre y su primer marido cumplieron tiempo en la prisión.
Ninguno por golpearla. Ellos se sentaron en casas de piedra
y no ardieron.
Me imagino empujando mi cara contra los nudillos de un hombre.
Recibiendo la sangre para poder estar quieto.
Para no ser llevado a donde otros hombres esperan
con otras armas. Un lugar puede ser seguridad
y herida. Llama y piedra. Cada palabra
tiene dos espíritus, al menos. Mi madre sobrevivió,
y no lo hizo. No puede mantener sus sueños,
se dispersan como humo. “Mi cabeza no se cierra”.
Mi madre se sienta en la casa de piedra en que la puse,
y arde. Ella podría ser mucho más. Podría decirte
sobre el diamante que se hornea en sus dientes.
Cómo convirtió a su sonrisa en una gema que vale la pena pesar.
Podría decir que nunca llegó de Líbano.
Que mi abuelo dejó la historia quemar
su cuerpo en Tripoli, y que eso nos salvó.
Que ella maneja camiones, sabe hacer helado,
y siempre está soñando con nuevas invenciones.
Que sus perros la hacen chillar de alegría.
Dentro de mi casa de piedra, estas cosas parecen triviales
o falsas, pero yo te digo que son verdad.