Octavio Paz. La poesía

 

Presentamos tres textos claves del Premio Nobel mexicano.

 

  

 

Octavio Paz

 

 

 

A través

 

Doblo la página del día,

Escribo lo que me dicta

El movimiento de tus pestañas.

Mis manos

Abren las cortinas de tu ser

Te visten con otra desnudez

Descubren los cuerpos de tu cuerpo

Mis manos

Inventan otro cuerpo a tu cuerpo.

Entro en ti,

Veracidad de la tiniebla.

Quiero las evidencias de lo oscuro,

Beber el vino negro:

Toma mis ojos y reviéntalos.

Una gota de noche

Sobre la punta de tus senos:

Enigmas del clavel.

Al cerrar los ojos

Los abro dentro de tus ojos.

En su lecho granate

Siempre está despierta

Y húmeda tu lengua.

Hay fuentes

En el jardín de tus arterias.

Con una máscara de sangre

Atravieso tu pensamiento en blanco:

Desmemoria me guía

Hacia el reverso de la vida.

 

 

 

Carta de creencia

 

3

Amor, isla sin horas,

Isla rodeada de tiempo,

Claridad

Sitiada de noche.

Caer

Es regresar,

Caer es subir.

Amar es tener ojos en las yemas,

Palpar el nudo en que se anudan

Quietud y movimiento.

El arte de amar

¿Es arte de morir?

Amar

Es morir y revivir y remorir:

Es la vivacidad.

Te quiero

Porque yo soy mortal

Y tú lo eres.

El placer hiere,

La herida florece.

En el jardín de las caricias

Corté la flor de sangre

Para adornar tu pelo.

La flor se volvió palabra.

La palabra arde en mi memoria.

 

Amor:

Reconciliación con el Gran todo

Y con los otros,

Los diminutos todos

Innumerables.

Volver al día del comienzo.

Al día de hoy.

 

La tarde se ha ido a pique.

Lámparas y reflectores

Perforan la noche.

Yo escribo:

Hablo contigo:

Hablo conmigo.

Con palabras de agua, llama, aire y tierra

Inventamos el jardín de las miradas.

Miranda y Fernand se miran,

Interminablemente, en los ojos

—Hasta petrificarse.

Una manera de morir

Como las otras.

En la altura

Las constelaciones escriben siempre

La misma palabra;

Nosotros,

Aquí abajo, escribimos

Nuestros nombres mortales.

La pareja

Es pareja porque no tiene Edén.

Somos los expulsados del Jardín,

Estamos condenados a inventarlo

Y cultivar sus flores delirantes,

Joyas vivas que cortamos

Para adornar un cuello.

Estamos condenados

A dejar el Jardín:

Delante de nosotros

Está el mundo.

 

Coda

Tal vez amar es aprender

A caminar por este mundo.

Aprender a quedarnos quietos

Como el tilo y la encina de la fábula.

Aprender a mirar.

Tu mirada es sembradora.

Plantó un árbol.

Yo hablo

Porque tú meces los follajes.

 

 

 

La poesía

 

Llegas, silenciosa, secreta,

Y despiertas los furores, los goces,

Y esta angustia

Que enciende lo que toca

Y engendra en cada cosa

Una avidez sombría.

El mundo cede y se desploma

Como metal al fuego.

Entre mis ruinas me levanto,

Solo, desnudo, despojado,

Sobre la roca inmensa del silencio,

Como un solitario combatiente.

Verdad abrasadora,

¿A qué me empujas?

No quiero tu verdad,

Tu insensata pregunta.

¿A qué esta lucha estéril?

No es el hombre criatura capaz de contenerte,

Avidez que sólo en la sed se sacia,

Llama que todos los labios consume,

Espíritu que no vive en ninguna forma

Mas hace arder todas las formas contra invisibles huestes.

Subes desde lo más hondo de mí,

Desde el centro innombrable de mi ser,

Ejército, marea.

Creces, tu sed me ahoga,

Expulsando, tiránica,

Aquello que no cede

A tu espada frenética.

Ya sólo tú me habitas,

Tú, sin nombre, furiosa substancia,

Avidez subterránea, delirante.

Golpean mi pecho tus fantasmas,

Despiertas a mi tacto,

Hielas mi frente,

Abres mis ojos.

Percibo el mundo y te toco,

Substancia intocable,

Unidad de mi alma y de mi cuerpo,

Y contemplo el combate que combato

Y mis bodas de tierra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas,

Y a las mismas imágenes

Otras, más profundas, las niegan,

Ardiente balbuceo,

Aguas que anega un agua más oculta y densa.

En su húmeda tiniebla vida y muerte,

Quietud y movimiento, son lo mismo.

Insiste, vencedora,

Porque tan solo existo porque existes,

Y mi boca y mi lengua se formaron

Para decir tan solo tu existencia

Y tus secretas sílabas, palabra

Impalpable y despótica,

Substancia de mi alma.

Eres tan solo un sueño,

Pero en ti sueña el mundo

Y su mudez habla con tus palabras.

Rozo al tocar tu pecho

La eléctrica frontera de la vida,

La tiniebla de sangre

Donde pacta la boca cruel y enamorada,

Ávida aún de destruir lo que ama

Y revivir lo que destruye,

Con el mundo, impasible

Y siempre idéntico a sí mismo,

Porque no se detiene en ninguna forma

Ni se demora sobre lo que engendra.

Llévame, solitaria,

Llévame entre los sueños,

Llévame, madre mía,

Despiértame del todo,

Hazme soñar tu sueño,

Unta mis ojos con aceite,

Para que al conocerte me conozca.