Octavio Paz

El mismo tiempo

 

 

 

 

 

 

El pájaro

En el silencio transparente
El día reposaba:
La transparencia del espacio
Era la transparencia del silencio.
La inmóvil luz del cielo sosegaba
El crecimiento de las yerbas.
Los bichos de la tierra, entre las piedras,
Bajo la luz idéntica, eran piedras.
El tiempo en el minuto se saciaba.
En la quietud absorta
Se consumaba el mediodía.

Y un pájaro cantó, delgada flecha.
Pecho de plata herido vibró el cielo,
Se movieron las hojas,
Las yerbas despertaron…
Y sentí que la muerte era una flecha
Que no se sabe quién dispara
Y en un abrir los ojos nos morimos.

 

 

 

 

El desconocido

Homenaje a Xavier Villaurrutia

La noche nace en espejos de luto.
Sombríos ramos húmedos
Ciñen su pecho y su cintura,
Su cuerpo azul, infinito y tangible.
No la puebla el silencio: rumores silenciosos,
Peces fantasmas, se deslizan, fosforecen, huyen.
La noche es verde, vasta y silenciosa.
La noche es morada y azul.
Es de fuego y es de agua.
La noche es de mármol negro y de humo.
En sus hombros nace un río que se curva,
Una silenciosa cascada de plumas negras.

La noche es un beso infinito de las tinieblas infinitas.
Todo se funde en ese beso,
Todo arde en esos labios sin límites,
Y el nombre y la memoria
Son un poco de ceniza y olvido
En esa entraña que sueña.

Noche, dulce fiera,
Boca de sueño, ojos de llama fija y ávida,
Océano,
Extensión infinita y limitada como un cuerpo acariciado a oscuras,
Indefensa y voraz como el amor,
Detenida al borde del alba como un venado a la orilla del susurro o del miedo,
Río de terciopelo y ceguera,
Respiración dormida de un corazón inmenso, que perdona:
El desdichado, el hueco,
El que lleva por máscara su rostro,
Cruza tus soledades, a solas con su alma.

Tu silencio lo llama,
Rozan su piel tus alas negras,
Donde late el olvido sin fronteras,
Mas él cierra los poros de su alma
Al infinito que lo tienta,
Ensimismado en su árida pelea.

Nadie lo sigue, nadie lo acompaña.
En su boca elocuente la mentira se anida,
Su corazón está poblado de fantasmas
Y el vacío hace desiertos los latidos de su pecho.
Dos perros amarillos, hastío y avidez, disputan en su alma.
Su pensamiento recorre siempre las mismas salas deshabitadas,
Sin encontrar jamás la forma que agote su impaciencia,
El muro del perdón o de la muerte.
Pero su corazón aún abre las alas
Como un águila roja en el desierto.

Suenan las flautas de la noche.
El mundo duerme y canta.
Canta dormido el mar;
Ojo que tiembla absorto,
El cielo es un espejo donde el mundo se contempla,
Lecho de transparencia para su desnudez.

Él marcha solo, infatigable,
Encarcelado en su infinito,
Como un solitario pensamiento,
Como un fantasma que buscara un cuerpo.

 

 

 

El mismo tiempo

No es el viento
No son los pasos sonámbulos del agua
Entre las casas petrificadas y los árboles
A lo largo de la noche rojiza
No es el mar subiendo las escaleras
Todo está quieto
Reposa el mundo natural
Es la ciudad en torno de su sombra
Buscando siempre buscándose
Perdida en su propia inmensidad
Sin alcanzarse nunca
Ni poder salir de sí misma
Cierro los ojos y veo pasar los autos
Se encienden y apagan y encienden
Se apagan
No sé adónde van
Todos vamos a morir
¿Sabemos algo más?

En una banca un viejo habla solo
¿Con quién hablamos al hablar a solas?
Olvidó su pasado
No tocará el futuro
No sabe quién es
Está vivo en mitad de la noche
Habla para oírse
Junto a la verja se abraza una pareja
Ella ríe y pregunta algo
Su pregunta sube y se abre en lo alto
A esta hora el cielo no tiene una sola arruga
Caen tres hojas de un árbol
Alguien silba en la esquina
En la casa de enfrente se enciende una ventana
¡Qué extraño es saberse vivo!
Caminar entre la gente
Con el secreto a voces de estar vivo

Madrugadas sin nadie en el Zócalo
Sólo nuestro delirio
Y los tranvías
Tacuba Tacubaya Xochimilco San Ángel Coyoacán
En la plaza más grande que la noche
Encendidos
Listos para llevarnos
En la vastedad de la hora
Al fin del mundo
Rayas negras
Las pértigas enhiestas de los troles
Contra el cielo de piedra
Y su moña de chispas su lengüeta de fuego
Brasa que perfora la noche
Pájaro
Volando silbando volando
Entre la sombra enmarañada de los fresnos
Desde San Pedro hasta Mixcoac en doble fila
Bóveda verdinegra
Masa de húmedo silencio
Sobre nuestras cabezas en llamas
Mientras hablábamos a gritos
En los tranvías rezagados
Atravesando los suburbios
Con un fragor de torres desgajadas

Si estoy vivo camino todavía
Por esas mismas calles empedradas
Charcos lodos de junio a septiembre
Zaguanes tapias altas huertas dormidas
En vela sólo
Blanco morado blanco
El olor de las flores
Impalpables racimos
En la tiniebla
Un farol casi vivo
Contra la pared yerta
Un perro ladra
Preguntas a la noche
No es nadie
El viento ha entrado en la arboleda
Nubes nubes gestación y ruina y más nubes
Templos caídos nuevas dinastías
Escollos y desastres en el cielo
Mar de arriba
Nubes del altiplano ¿dónde está el otro mar?

Maestras de los ojos
Nubes
Arquitectos de silencio
Y de pronto sin más porque sí
Llegaba la palabra
Alabastro
Esbelta transparencia no llamada
Dijiste
Haré música con ella
Castillos de sílabas
No hiciste nada
Alabastro
Sin flor ni aroma
Tallo sin sangre ni savia
Blancura cortada
Garganta sólo garganta
Canto sin pies ni cabeza
Hoy estoy vivo y sin nostalgia
La noche fluye
La ciudad fluye
Yo escribo sobre la página que fluye
Transcurro con las palabras que transcurren
Conmigo no empezó el mundo
No ha de acabar conmigo
Soy
Un latido en el río de latidos
Hace veinte años me dijo Vasconcelos
“Dedíquese a la filosofía
Vida no da
Defiende de la muerte”
Y Ortega y Gasset
En un bar sobre el Ródano
“Aprenda el alemán
Y póngase a pensar
Olvide lo demás”.

Yo no escribo para matar al tiempo
Ni para revivirlo
Escribo para que me viva y reviva
Hoy en la tarde desde un puente
Vi al sol entrar en las aguas del río
Todo estaba en llamas
Ardían las estatuas las casas los pórticos
En los jardines racimos femeninos
Lingotes de luz líquida
Frescura de vasijas solares
Un follaje de chispas la alameda
El agua horizontal inmóvil
Bajo los cielos y los mundos incendiados
Cada gota de agua
Un ojo fijo
El peso de la enorme hermosura
Sobre cada pupila abierta
Realidad suspendida
En el tallo del tiempo
La belleza no pesa
Reflejo sosegado
Tiempo y belleza son lo mismo
Luz y agua.

Mirada que sostiene a la hermosura
Tiempo que se embelesa en la mirada
Mundo sin peso
Si el hombre pesa
¿No basta la hermosura?
No sé nada
Sé lo que sobra
No lo que basta
La ignorancia es ardua como la belleza
Un día sabré menos y abriré los ojos
Tal vez no pasa el tiempo
Pasan imágenes de tiempo
Si no vuelven las horas vuelven las presencias
En esta vida hay otra vida
La higuera aquella volverá esta noche
Esta noche regresan otras noches.

Mientras escribo oigo pasar el río
No éste
Aquel que es éste
Vaivén de momentos y visiones
El mirlo está sobre la piedra gris
En un claro de marzo
Negro
Centro de claridades
No lo maravilloso presentido
Lo presente sentido
La presencia sin más
Nada más pleno colmado
No es la memoria
Nada pensado ni querido
No son las mismas horas
Otras
Son otras siempre y son la misma
Entran y nos expulsan de nosotros
Con nuestros ojos ven lo que no ven los ojos
Dentro del tiempo hay otro tiempo
Quieto
Sin horas ni peso ni sombra
Sin pasado o futuro
Sólo vivo
Como el viejo del banco
Unimismado idéntico perpetuo
Nunca lo vemos
Es la transparencia.

Octavio Paz (México, 1914 – 1998). Poeta, ensayista y traductor. Figura capital de la literatura latinoamericana del siglo XX. En 1937 asiste al Cong ... LEER MÁS DEL AUTOR