Las manos tocan las raíces
(Traducción al español de Emilio Coco)
LA FIESTA DE SAN DONATO
Has querido morir en agosto, con ni siquiera cuarenta años
con las puertas abiertas del pueblo en el día de fiesta,
y el invierno que desde siempre al día siguiente
se dice que va a llegar
Nos ha quedado poco de nuestro barrio
solo una iglesia todavía más pobre y ruinosa,
una procesión reventada por el dolor,
la poca devoción por el Santo
Ahora las casas prevalecen sobre los recuerdos,
las nuevas casas que han sepultado, uno tras otro,
todos los árboles del pinar dedicado a los caídos
(una vez más ninguno de ellos se ha salvado)
El tiempo nos hace reelaborar el luto,
de cuando siendo niños al atardecer
volvíamos a desafiar el miedo
al límite de un peñasco
Pienso en lo fuerte y lo ligero que eran nuestros cuerpos,
y en el escalofrío que sentimos al robar
por primera vez la vista a las águilas
*
Quisiera cambiar de nombre a los inviernos
teniendo más estrecho el recuerdo del frío
el hielo en los dedos de los soldados
Ver a los alemanes que todavía disparan
con los dientes apretados desde lo alto del murallón
con los ojos partidos con vida
la cola inerme de los evacuados
Y buscabas allí, entre los viejos tapando a las madres,
las madres como refugios para siluetas menudas
(entre el pecho y el hombro, ensenadas
como puertos para pequeñas cabezas
asustadas en la tormenta)
Sobre el país como una sombra la línea de Gustav,
Un trazado de tinta sobre las ruinas,
el confín entre el que se echa al suelo
antes o después del disparo
*
Los años escondidos detrás de la colina
Que hemos vuelto a encontrar en el ápice de un día:
ahora somos el recinto de un jardín
donde se vislumbra nítido el alambre de púas
Al estrechar estos nudos de memoria
es como mostrar el pecho al enemigo,
quererse herir, volcando colores al suelo,
fingir que no somos solo sangre
con las manos atadas quedamos a la espera
de que se asiente de nuevo, golpe tras golpe,
el chasquido de la ráfaga.
Del corazón queda un proyectil irresoluto,
una huella mural pulverizada.
Mientras la boca está contra el muro
con la lengua se derrite un sabor
de arena y cal viva que sabe aún
de la espera breve de los fusilados.
*
Derribarían la puerta un paso más allá
cuando entre las jambas era evidente el vacío:
no hallarían nada, ni siquiera los quicios
Albina, flor abierta en el luto de la sombra,
pequeños brazos que apretaban firmemente
las rodillas flaqueadas de la madre
Esperaba un viento que secara el invierno
la lengua rígida de una cantilena
repetida con los ojos cerrados,
para no tropezar entre las lágrimas
*
Las manos tocan las raíces
de un manantial secado
Es así que desde la ausencia extraigo
esa agua, el recuerdo que vuelve
como el frío entre los dedos
Sentado en una piedra, con los zapatos
desatados, contemplo los grafitis,
con uñas y sangre excavando
hasta los nombres de los antepasados
Luego me dirijo hacia la vista
de un destello en el valle
Como si el cielo se echara desde lo alto
para venir a buscarme
*
Todavía niñas eran las madres
al trazar los senderos de nieve:
un rosario de pasos sobre una capa de tierra,
la osamenta de una vaca
tenía el sabor de la carne desperdiciada
Entre las grutas se atrincheraba el invierno,
un frío más largo que el silencio
que se quedó hundido en el agua
Para todos la pesadilla de la guerra
No se deshacía nunca en los despertares, y los pensamientos
no estaban nunca tan distantes de los sueños
*
Un árbol en el centro del invierno,
una página vacía entre la ruptura de las ramas
Llama la niebla a una bandada de pensamientos
como el papel a los signos de una palabra
Escribir la ola sobre el mar, echar anclas en la hoja,
llegar hasta el fondo de una plegaria