El sueño de caminar en zuecos
(Poemas traducidos del inglés al español por Khédija Gadhoum)
El sueño de caminar en zuecos
El sueño de volver a casa
y caminar eternamente en zuecos.
No más prisa de un lado a otro
perderse y estresarse en un aeropuerto,
concurrir a recepciones inútiles,
perder el tiempo en reuniones estériles.
Vivir con un calendario en blanco
a una distancia respetuosa de todos.
Estar parado en el frontón con la mirada fija
en las aves migratorias
en marzo y octubre,
Feliz de no tener que ir a ninguna parte.
Escuchar el viento
ir a cazar en cierta temporada
sentirse cómodo en su propio desasosiego.
Contemplar el alba y el ocaso
sin contratiempos,
orinar en paz
contra el poste de su propia cerca.
Estar de pie en sus propios zuecos
y examinar las estrellas
como todo ser humano.
¿es eso demasiado
pedir a la vida?
Mentalidad humana
La mentalidad humana es un hotel místico
con muchos pisos, pasillos, salas de reuniones
e instalaciones para conferencias.
De día reglas indudablemente de sentido común
de noche todo estructurado por un Neanderthal.
Este hotel representa todas las visiones del mundo.
En algunas de sus salas se negocian contratos considerables,
Se planean reformas radicales.
Se contemplan actos criminales y homicidios.
Si el recepcionista toca esta puerta para hacer preguntas personales
Será rechazado e insultado a grito pelado.
En otras habitaciones residen filósofos, malabaristas de palabras,
chamanes y creyentes apasionados. El sótano está como por encanto
del gran baterista de la nada que cría
reptiles como si fueran mascotas. En todas partes hay una actividad febril.
En situaciones críticas se les convoca a todos
para una reunión.
De día o de noche, con el fin de discutir
problemas urgentes o trivialidades de poca monta.
No hay ni agenda ni jefe;
las preguntas aparecen y desaparecen rápidas y desordenadas.
Cada argumento encima de otro
y cada uno con su intento de persuadir. Algunos usan cierta lógica
o sentido común, otros con alaridos
entonan quejas, canciones, injurias, súplicas y gritos de terror.
Un sin fin de palabras incoherentes arrullan los espíritus ancestrales
en lenguas muertas. Raras veces
se logra sacar alguna conclusión.
De improviso, todos regresan a sus habitaciones
cada uno cautivo de su indolente confusión.
En la recepción camina una persona ataviada y elegante.
Se apellida yo y afirma que es el gerente;
asevera que toma todas las decisiones;
confirma que administra el hotel de un modo racional
de acuerdo con los ideales contemporáneos.
Escúchenlo con cierta suspicacia.
Su autoridad no les importa un pepino a todos los huéspedes del hotel.
En la terraza
Los ancianos que pronto morirán
transparentes se ponen en sus reposeras,
aunque todavía escuchan el tráfico.
Ya no van a ningún lado,
no hace falta que me lo recuerdes. Se ha secado la piel,
algo corroe por dentro y tiene ganas de salir.
El corazón late entre sístole y diástole
igual que un desperfecto de segunda mano.
Por cierto, acaban de llegar ahora.
Sus difuntos siguen de pie llamándoles
en la púrpura sombra del haya: Mi nombre
ha desaparecido de la guía telefónica.
Sucesivamente, engañan la mañana
con sueños y nostalgia.
Aunque todavía escuchan el tráfico.
Los ancianos que pronto morirán
transparentes se acomodan en sus reposeras.
Alguien los ha abandonado aquí.
Los anestesistas discuten la astronomía
Los anestesistas discuten la astronomía
subiendo en el ascensor
mientras los pacientes llegan en taxi
solos o acompañados por sus familiares.
El universo
consta de 100 mil millones de galaxias.
Si hubiera afecto en las civilizaciones
en una millonésima parte de aquellos planetas
lejos estaríamos de estar solos.
Afuera: llueve el frío,
diciembre.
Una persona enferma
se sienta en la sala de espera
entre revistas desgastadas
y su vida sostenida por un hilo
sólo guarda una sola oración.
Afasia
Cuando alguien ve un mono golpear una almeja
contra una piedra es como si se examinara a si mismo
indagando un problema filosófico.
Nadie puede prescindir que los animales son más inteligentes
que nosotros, y libre de palabras su vida tienen,
nosotros somos incapaces de hacer tal cosa. El silencio
nos desorienta hacia un laberinto anímico,
en el cerebro parpadean las palabras como peces
en lo más profundo; alterando significados constantemente.
Cada uno de nosotros descubre que alberga un cuerpo;
con el cual encontrarse tocarse y acariciarse,
sin embrago todo se vuelve más abstracto.
Los zorros albergan sus guaridas y en el cielo anidan los pájaros;
la mente recuerda los primeros asentamientos
en la autóctona tierra. Ahora vivimos con estanterías
llenas de diccionarios, en anónimos castillos de aire,
en pisos separados,
¿qué nombre le pondría usted a eso?