Nicanor Parra

Discurso fúnebre

 

 

 

 

LA DONCELLA Y LA MUERTE

 

Una doncella rubia se enamora

De un caballero que parece la muerte.

 

La doncella lo llama por teléfono

Pero él no se da por aludido.

 

Andan por unos cerros

Llenos de lagartijas de colores.

 

La doncella sonríe

Pero la calavera no ve nada.

 

Llegan a una cabaña de madera,

La doncella se tiende en un sofá

La calavera mira de reojo.

 

La doncella le ofrece una manzana

Pero la calavera la rechaza,

Hace como que lee una revista.

 

La doncella rolliza

Toma una flor que hay en un florero

Y se la arroja a boca de jarro.

 

Todavía la muerte no responde.

 

Viendo que nada le da resultado

La doncella terrible

Quema todas sus naves de una vez:

Se desnuda delante del espejo,

Pero la muerte sigue imperturbable.

 

Ella sigue moviendo las caderas

Hasta que el caballero la posee.

 

 

 

 

LO QUE EL DIFUNTO DIJO DE SÍ MISMO

 

Aprovecho con gran satisfacción

Esta oportunidad maravillosa

Que me brinda la ciencia de la muerte

Para decir algunas claridades

Sobre mis aventuras en la tierra,

Más adelante, cuando tenga tiempo,

Hablaré de la vida de ultratumba.

Quiero reírme un poco

Como lo hice cuando estaba vivo

El saber y la risa se confunden.

Cuando nací mi madre preguntó

Qué voy a hacer con este renacuajo

Me dediqué a llenar sacos de harina

Me dediqué a romper unos cristales

Me escondía detrás de los rosales.

Comencé como suche de oficina

Pero los documentos comerciales

Me ponían la carne de gallina.

Mi peor enemigo fue el teléfono.

Tuve dos o tres hijos naturales.

Un tinterillo de los mil demonios

Se enfureció conmigo por el “crimen

De abandonar a la primera esposa”.

Me preguntó “por qué la abandonaste”

Respondí con un golpe en el pupitre

“Esa mujer se abandonó a sí misma”.

Estuve a punto de volverme loco.

¿Mis relaciones con la religión?

Atravesé la cordillera a pie

Disfrazado de fraile capuchino

Transformando ratones en palomas.

Ya no recuerdo cómo ni por qué

“Abracé la carrera de las letras”.

Intenté deslumbrar a mis lectores

A través del sentido del humor

Pero causé una pésima impresión.

Se me tildó de enfermo de los nervios.

Claro, me condenaron a galeras

Por meter la nariz en el abismo.

¡Me defendí como gato de espaldas!

Escribí en araucano y en latín

Los demás escribían en francés

Versos que hacían dar diente con diente.

En esos versos extraordinarios

Me burlaba del sol y de la luna

Me burlaba del mar y de las rocas

Pero lo más estúpido de todo

Era que me burlaba de la muerte

¡Puerilidad tal vez! —¡Falta de tacto

Pero yo me burlaba de la muerte!

Mi inclinación por las ciencias ocultas

Hízome acreedor al sambenito

De charlatán del siglo dieciocho,

Pero yo estoy seguro

Que se puede leer el porvenir

En el humo, las nubes o las flores

Además profanaba los altares.

Hasta que me pillaron infraganti

Moraleja, cuidado con el clero.

Me desplacé por parques y jardines

Como una especie de nuevo Quijote

Pero no me batí con los molinos

¡Nunca me disgusté con las ovejas!

¿Se entenderá lo que quiero decir?

Fui conocido en toda la comarca

Por mis extravagancias infantiles.

Yo que era un anciano respetable.

Me detenía a hablar con los mendigos

Pero no por motivos religiosos

¡Sólo por abusar de la paciencia!

Para no molestarme con el público

Simulaba tener ideas claras

Me expresaba con gran autoridad

Pero la situación era difícil

Confundía a Platón con Aristóteles.

Desesperado loco de remate

Ideé la mujer artificial.

Pero no fui payaso de verdad

Porque de pronto me ponía serio

¡Me sumergía en un abismo oscuro!

Encendía la luz a media noche

Presa de los más negros pensamientos

Que parecían órbitas sin ojos.

No me atrevía ni a mover un dedo

Por temor a irritar a los espíritus

Me quedaba mirando la ampolleta.

Se podría filmar una película

Sobre mis aventuras en la tierra

Pero yo no me quiero confesar

Sólo quiero decir estas palabras.

Situaciones eróticas absurdas.

Repetidos intentos de suicidio

Pero morí de muerte natural.

Los funerales fueron muy bonitos

El ataúd me pareció perfecto

Aunque no soy caballo de carreras

Gracias por las coronas tan bonitas.

¡No se rían delante de mi tumba

Porque puedo romper el ataúd

Y salir disparado por el cielo!

 

 

 

 

DISCURSO FÚNEBRE

 

Es un error creer que las estrellas

Puedan servir para curar el cáncer

El astrólogo dice la verdad

Pero en este respecto se equivoca.

Médico, el ataúd lo cura todo.

 

Un caballero acaba de morir

Y le ha pedido a su mejor amigo

Que pronuncie las frases de rigor,

Pero yo no quisiera blasfemar,

Sólo quisiera hacer unas preguntas.

 

La primera pregunta de la noche

Se refiere a la vida de ultratumba:

Quiero saber si hay vida de ultratumba

Nada más que si hay vida de ultratumba.

 

No me quiero perder en este bosque.

Voy a sentarme en esta silla negra

Cerca del catafalco de mi padre

Hasta que me resuelvan mi problema.

¡Alguien tiene que estar en el secreto!

 

Cómo no va a saber el marmolista

O el que le cambia la camisa al muerto.

¿El que construye el nicho sabe más?

Que cada cual me diga lo que sabe,

Todos estos trabajan con la muerte

¡Estos deben sacarme de la duda!

 

Sepulturero, dime la verdad,

Cómo no va a existir un tribunal,

¡O los propios gusanos son los jueces!

Tumbas que parecéis fuentes de soda

Contestad o me arranco los cabellos

Porque ya no respondo de mis actos,

Sólo quiero reír y sollozar.

 

Nuestros antepasados fueron duchos

En la cocinería de la muerte:

Disfrazaban al muerto de fantasma,

Como para alejarlo más aún,

Como si la distancia de la muerte

No fuera de por sí inconmensurable.

 

Hay una gran comedia funeraria.

Dícese que el cadáver es sagrado,

Pero todos se burlan de los muertos.

¡Con qué objeto los ponen en hileras

Como si fueran latas de sardinas!

 

Dícese que el cadáver ha dejado

Un vacío difícil de llenar

Y se componen versos en su honor.

¡Falso, porque la viuda no respeta

Ni el ataúd ni el lecho del difunto!

 

Un profesor acaba de morir.

¿Para qué lo despiden los amigos?

¿Para que resucite por acaso?

¡Para lucir sus dotes oratorias!

¿Y para qué se mesan los cabellos?

¡Para estirar los dedos de la mano!

 

En resumen, señoras y señores,

Sólo yo me conduelo de los muertos.

Yo me olvido del arte y de la ciencia

Por visitar sus chozas miserables.

Sólo yo, con la punta de mi lápiz,

Hago sonar el mármol de las tumbas.

Pongo las calaveras en su sitio.

Los pequeños ratones me sonríen

Porque soy el amigo de los muertos.

 

Estoy viejo, no sé lo que me pasa.

¿Por qué sueño clavado en una cruz?

Han caído los últimos telones.

Yo me paso la mano por la nuca

Y me voy a charlar con los espíritus.

Nicanor Parra (Chile, 1914 - 2018). Poeta, profesor de física y matemáticas. De sus obras destacan: Poemas y antipoemas (1954), La cueca la ... LEER MÁS DEL AUTOR