Nelly Sachs

Epitafios escritos en el aire

 

 

 Premio Nobel 1966

 (Traducción al español de José Luis Reina Palazón)

 

 

 

El Buhonero  (G.F.)

 

Tuviste que recorrer un largo camino

a los ángeles desde la aguja y el torzal-

La muerte a mirar tus baratijas vino,

en una hoz cantó su afiladera mortal,

se abrieron tijeras como viento en pena

la luna estaba pálida sobre el lienzo.

De un zapato de niño se vació arena-

Tú estabas sin embargo en terrible comienzo

y en miedo como en peso engrosaste bien.

Pero tus pies, ha tiempo a caminar acostumbrados,

el otro camino ahora sabían también.

Tus ojos, que la vara mensuraron,

rociaron espejos desde lo ha tiempo olvidado.

Tus manos, que las monedas tomaron,

como dos oradores murieron con el amén.

 

 

 

La vendedora del mercado (B.M.)

 

Vender mansos animales en un mercado en la tierra eran tus labores,

seductora hablabas como una pastora a los rebaños de compradores.

 

Irradiada de peces en glorioso vestido de lágrimas que a casa volvían,

de escondidos pies de palomas que para ángeles en la arena escribían.

 

Tus dedos, rojos de adiós y palpando el secreto sangrante

llevaron las muertes pequeñas dentro de la muerte gigante.

 

 

 

El investigador de Spinoza (H.H.)

 

Una concha en la mano, tú leías.

Vino la tarde, tierna rosa de adiós.

La eternidad tu cuarto descubría,

la música en vieja caja comenzó.

 

En el arrebol el candelabro flameaba;

tú flameabas de lejana bendición.

El roble del féretro familiar suspiraba

Y lo pasado celebraba reunión.

 

 

 

La Danzarina (D.H.)

 

De la tierra tus pies poco supieron,

por una zarabanda fue su danza

y hasta el límite fueron-

pues tu gesto fue añoranza.

 

Donde dormiste, durmió una mariposa

de la transformación el signo más visible,

cuán pronto te fue asible-

oruga y crisálida y ya una cosa

 

en la mano de Dios serena.

La luz se hace de arena.

 

 

 

El Loco (H.F.)

 

Casi habrías logrado en tu corona estrellas trenzar, pero

el humo de la tierra se dejó redondear más ligero.

 

La tortuga con la piedra lunar

a medianoche en tu ventana vino a mirar.

 

Allí la música de los mundos tendrías que haber oído-

pero un poco molesto tan ´solo, tú seguiste dormido.

 

En el puente del alba al cantar el gallo por fin

de la pesca de la noche no tuviste botín.

 

Adivino, que mezcla sueños y cartas

y a quien un viento su luz aparta.

 

 

 

La Deficiente Mental (B.H.)

 

¡Subiste a una montaña de arena,

inútil caminar hacia Él!

Resbalaste hacia abajo; tu signo se fue.

Por ti los querubines armaron la marimorena.

 

 

  

El Inquieto (K.F.)

 

Cada vez más estrechas se volvieron todas las carreteras.

¿Tu opresor quién era?

 

¡Nunca a la meta llegarías!

Como en el toque del acordeón

 

de nuevo se desplegaron al son-

Pues tampoco en el ojo hay sabiduría.

 

A las lejanías van azulares

montes y estrellas y manzanares.

 

Molinos de viento marcan el tiempo como relojes

de arena; hasta que él de las huellas los despoje.

 

 

 

El Titiritero (K.G.)

 

El ancho mundo dentro de ti entrado había,

arena en el zapato, en la mejilla lejanía.

 

Lo acogiste del hilo del sol al tirar

allí descansó sobre tu piedra miliar.

 

La golondrina en el cabello de Elías su nido

hizo; hasta que en anhelo hubo ascendido.

 

El sepulturero buscaba el enigma en la fosa

y encontró una virgen en la tarde de rosas.

 

De sonrisa y de llanto el par

de gemelos intentó unirse al amar.

 

Con su música de estrellas la tierra bailó

en tu mano hasta que abandonada calló.

 

 

 

La Pintora (M.Z.)

 

Así, ibas tú, tal mendiga, y abriste la puerta:

Muerte, muerte dónde estás-

Bajo el pie estás-

Hacia el mar del sueño llévame-

Quise pintar a los que más quiero

y empiezan ya a palidecer

en cuanto mueve el dedo.

 

En mi zapato agujereado la arena

Eso eras tú-tú-tú

Pinto arena que una vez carne era-

O cabello de oro-o cabello negro

O tu mano acariciadora y los besos,

arena pinto yo, arena-arena-arena-

 

 

 

La Aventurera (A.N.)

 

Sin duda con pompas de agua sólo jugaste

que silenciosas estallan contra el aire.

 

Pero de siete colores clara

la luz dio a cada una su cara.

 

Un latido solamente

tal campo de ángeles.

 

Tu última aventura empero-

Silencio; un alma salió del fuego.

 

 

 

El Coleccionista de Piedras (E.C.)

 

Silencio de eras precursoras

tú en las piedras reunías.

En el berilio brillan auroras

En el cristal cuántas lejanías

 

Con la abeja que en una arveja

cultivó miel milenaria,

el ópalo con su vista visionaria

te dijo antaño tu muerte vieja.

 

Tú, de las noches humanas desprendido,

hablas el lenguaje de luces de ranuras-

Que se habla cuando se rompe la envoltura

y del que sólo las chispas hemos sabido.

 

 

 

La Ahogada (A.N.)

 

Tras la perla perdida el día que naciste siempre has ido.

Lo obsesivo buscabas, música de la noche en los oídos.

 

Alma lavada por el mar, buceadora tú, hasta el fondo atrevida.

Peces, los ángeles de lo profundo, brillan en la luz de tu herida.

 

 

 

La que olvida todo (A.R.)

 

Pero todo es un gran desvanecerse con la edad.

Tal las abejas las pequeñas cosas volando se van.

 

Olvidaste todas las palabras, incluso el objeto contigo;

Sobre rosas y ortigas la mano tendiste a tu enemigo.

 

 

 

 

-Nelly Sachs
Viaje a la transparencia
Editorial Trotta
España, 2009

 

Nelly Sachs 1

Nelly Sachs Nace el 10 de diciembre de 1891 en Berlín, de una familia judía asimilada. En 1929 publica sus primeros poemas, de inspiración romántica ... LEER MÁS DEL AUTOR