venero
sin domicilio,
llegué de madrugada.
madre sostuvo el sueño
de una ligera infiltración
y surgió en origen, algo de sangre,
una copia que llegó a conocerse
como un mapa.
la desembocadura arborescente
nos repite.
*
al germinar no había casa.
sí paredes cerca, radio sonando,
a otras puertas pasillos, monjas
tras las escaleras, otra asunción
prendía pies y manos, un triciclo
rojísimo y un solo dormitorio.
las solteras condenadas
cantaban canciones para dormir.
lloraban a las cosas que se rompen
como vivas yeguas.
*
a isadora
broté, pues, de lo profundo,
semilla que eclosiona.
mi primera idea de movimiento
fue estirarme, buscar el agua.
se podría decir
que presentía cerca el manantial.
merecía la pena buscarlo.
algunos días me imaginaba sin límites,
caminando por mí misma.
tengo los pétalos listos
para querer.
abierto el cielo y la sangre
ya es hora de hacer
lo que vinimos a hacer.
*
cuando aparezco
lo cuento todo.
todo lo que sé,
lo que sigue emanando, todo.
ahí van frescas
las primeras preguntas,
agitadas sospechas,
envasados titubeos tintineando
en botes de cristal.
todo lo que sé es agua
que tiende a correr
a empaparlo todo.
*
a diana
cuando escribo
no estoy a salvo de mí.
cuando hablo es un lapsus,
agua que escurre
de las macetas a la hora
en que se riegan las macetas
y de los balcones caen
naturales cortinas.
en ocasiones a destiempo
porque se nos olvida regar
muchas veces
y entonces un hilo
de agua que ha atravesado
la tierra de un tiesto en la ciudad
cae sobre tu cabeza
de chorlito.
*
en este lugar
no hay monstruos,
los traemos dentro.