“El fuego real es el fuego oculto”
Por Floriano Martins
FM | Como creadora, ¿eres una perseguidora de imágenes o simplemente mantienes abiertas las puertas de la percepción para que entren?
MZ | ¡Ja! ¿Perseguidora? No. Más bien, desde mis 19 años, siento delirio de persecución por el lenguaje y es la razón que me motiva a ser creadora. Es el lenguaje quien toca a cada una de mis puertas, independientemente de si están cerradas o abiertas, de si de verdad son puertas o llagas o grietas. Toca y toca y yo le busco un rinconcito para que se sosiegue y se acomode dentro de mí. Es la manera que he encontrado para que se sienta en paz conmigo, con lo que callo, con lo que no logro decir. De pronto, nos ponemos a armar poemas y textos e incoherencias con las palabras que nos nacen de la entraña, con las que se nos enconan en la mente. Y vamos jugando a elegirlas como fichas que embonan exactas y a inventar rompecabezas. Es ahí cuando surgen las imágenes y las procuramos visuales, auditivas, kinestésicas; sobre todo, honestas. No hay en mi poesía una palabra o silencio que no tenga razón de ser.
FM | ¿Tienes una esperanza de vida ideal? ¿Cuál? ¿De qué modo tu creación hace parte de ella?
MZ | La esperanza en mi vida es como las intermitentes de un coche: están ahí para cuando sea preciso, aunque no siempre se encienden. Así funciona la esperanza en mi vida. Pero en mis adentros considero que tu pregunta va más allá del tráfico de las ciudades, de los semáforos, de los transeúntes. Ahora mismo, una esperanza de vida ideal para mí sería recuperar mi centro, mi tranquilidad, mi libertad financiera. Tendría la valentía de persistir en el camino que me condujo a la literatura hace 17 años, de no buscar retornos ni desvíos, de no irme por la tangente, de contestarte claro y directo. Lograrlo es fundamental para mi creación porque me permitiría dedicar más tiempo al estudio, la lectura y la escritura. Eso es básico no solo para realizarme personalmente, sino para también contribuir a la riqueza cultural del mundo. También tengo esta esperanza de morir después de que mis libros hayan sido publicados, para mí sería terrible que se queden perdidos en lo fatal de lo inédito.
FM | ¿Cómo percibes las diferencias entre lo que pretendías crear y lo que realmente creas?
MZ | ¡Újule! Es que yo no pretendía crear ni ser escritora. Sin embargo, vamos a hacer de cuenta que eso sólo lo pensé o que lo puse entre paréntesis. Observo diferencias técnicas notables entre lo que escribía hace 10 años y lo que escribo ahora. Tal vez por la persistencia y los aprendizajes que he ido adquiriendo con el tiempo. Esta evolución me permite abordar temas con mayor profundidad y precisión, haciendo que mis escritos sean más resonantes y significativos. Ha de ser similar a lo que me sucede ahora, tengo pretensiones de progreso con respecto a los resultados que obtengo en la actualidad. Es decir, me gustaría llegar a conocerme más y mejor y de que mi trabajo traspase mis límites y mis fronteras. Crear no sólo por necesidad, sino para que le sea también útil a otras personas. Ya no busco escribir por simple desahogo, escribo porque quisiera trazar un camino que le pertenezca a la humanidad a pesar de llevar mi huella.
FM | ¿Te molesta este abismo sutil de vez en cuando?
MZ | ¡Qué interesante que hayas empleado la palabra abismo! El primer libro que escribí se titula Si miento sobre el abismo y lo nombré así porque justamente quería hablar de mi verdad, de la verdad que estaba viviendo en esos años. Era un tiempo de necesidad de redención, de reconstrucción y de salvación. Pero, volviendo a tu pregunta: No me molesta, así a secas, el “abismo sutil” entre lo que pretendía crear y lo que realmente creo. En realidad es un cúmulo de emociones. A veces, me motiva, me hace llorar de alegría; otras veces, me frustra, me impacienta, me calcina. Este abismo es también una invitación constante a explorar lo desconocido y a superarme continuamente. El envés de los abismos es que uno elige si usa los pies para dar el paso o si alza sus alas para sobrevolar.
FM | Sí se ha reducido (o incluso desaparecido) con el tiempo, ¿a qué atribuyes tal evidencia?
MZ | El abismo no ha desaparecido, pero ha cambiado. Uno crece y evoluciona. Lo que antes parecía inmenso, ahora puede parecer pequeño y viceversa. En mi caso, la evidencia de cambio está en haber sobrevivido y evolucionado, enfrentando mis miedos y sueños desde una nueva perspectiva. Esta transformación es una prueba de que el crecimiento personal es posible y de que, con el tiempo, uno puede encontrar la paz y la claridad necesarias para seguir adelante.
FM | Al visitar el templo de Zoroastro, Italo Calvino descubre que el fuego real es el fuego oculto. ¿Cómo alimentas el fuego de la creación en tu escritura?
MZ | “El fuego real es el fuego oculto”. Bueno lo dijo nada más y nada menos que Ítalo Calvino. Sin embargo, me voy a atrever a hablar desde mi experiencia. La aseveración depende de varios supuestos, entre ellos, de qué tan fuego es el fuego de cada quién, de qué tan real u oculto es uno a sí mismo. El fuego, tanto en mi vida como en mi escritura, es un elemento fundamental. En la vida porque lo llevo a diario, a través de mi trastorno de personalidad borderline, incluso cuando es real y de tiempo completo está a la vez oculto a simple vista, y cuando sale a flote y queda grabado en mi piel porque a través de sus quemaduras me auto libero del sufrimiento emocional o lo que otras personas llamarían autocastigo. Este fuego interno es una fuerza inagotable que me empuja a explorar mis límites y a transformar mis experiencias en arte. En mi escritura el fuego no necesita que yo lo alimente, se convierte, como sucedería con cualquier hambriento, en mi alimento favorito.
FM | ¿Podríamos hablar de la existencia de algún rito?
MZ | Corregir una y otra vez hasta quedar conforme con lo que quiero expresar sería la parte principal de mi rito. Hallar la estructura, la melodía, las imágenes y las palabras exactas para sentirme conforme con esos rompecabezas que mencioné hace rato. Leo una y otra vez en voz alta los textos, grabo y escucho y luego corrijo de nuevo. Este proceso incluye previa observación de lo que me rodea y me habita, investigación, lectura, aislamiento y disciplina. Escribo en el celular, no en libretas, y prefiero escribir de noche, a la intemperie, sentada en el piso o caminando en círculos. Este método me permite estar en constante movimiento, tanto físico como mental, lo que enriquece mi proceso creativo.
FM | ¿Crees que hay un exceso de ideas en el mundo y que hay una especie de mal uso de esas ideas?
MZ | Las ideas y cuestionamientos han sido los mismos a lo largo de la historia. Lo interesante es cómo se abordan y reformulan. Con el avance de la tecnología y el acceso masivo a internet, la información crece exponencialmente, y muchas ideas valiosas pueden perderse en el ruido. Este fenómeno refleja una sociedad creativa y dinámica, pero también requiere un criterio propio para seleccionar lo que realmente importa, como espulgar el arroz para quedarnos con lo mejor. Este proceso de selección es esencial para evitar la sobrecarga de información y encontrar las ideas que verdaderamente resuenan y tienen valor. Uno tiene no solo el derecho sino la responsabilidad de elegir.
FM | ¿Es necesario minar constantemente nuevas ideas o lo que falta en el mundo es orden y perseverancia en las ideas existentes?
MZ | En la escritura, es crucial enfocarse tanto en el fondo como en la forma para que la obra no quede incompleta. En el mundo, necesitamos más orden, empatía y compasión. No sé si necesitamos más ideas o mejor uso de las existentes, pero es fundamental trabajar en ambas direcciones para lograr un equilibrio. La perseverancia en perfeccionar y ejecutar las ideas que ya tenemos puede llevarnos a soluciones más efectivas y significativas.
FM | ¿Cómo has contribuido a mejorar el mundo?
MZ | A mis 11 años comencé a tener crisis de ansiedad que anticipaban mi trastorno de personalidad, desarrollado por el abuso sexual en mi infancia y que me fue diagnosticado hasta mis 19 años. Mi mayor contribución al mundo ha sido aprender a perdonar, a perdonarme, a pedir perdón y trabajar en mí misma. He asistido a múltiples terapias y me he enfocado en valorarme y amarme, con el objetivo de amar en general. Como dijo Virgilio: “No siendo extraño al sufrimiento, es como se aprende a remediar el dolor de los demás”. A partir de mi experiencia y testimonio, tengo un motivo para vivir y ayudar a los demás. Este proceso de sanación personal me ha permitido conectar con otras personas en situaciones similares y ofrecerles apoyo y esperanza.
FM | ¿Existe una realidad hispanoamericana o el conjunto de sus 19 países aún no ha descubierto sus verdaderas perspectivas culturales para la acción conjunta?
MZ | Esta pregunta me remite a Octavio Paz. Él sugirió una postura escéptica sobre la existencia de una realidad hispanoamericana unificada. Además, argumentó que los 19 países de América Latina no han logrado aún identificar y consolidar una perspectiva cultural común que les permita actuar conjuntamente en el ámbito internacional. Lo mismo sucede, por ejemplo, con México. Hablar de México sería hablar de múltiples Méxicos, de tantos como estados tiene. Esto, en relación a tu pregunta, quizás se deba a varios aspectos: diversidad cultural y social, diferencias económicas y políticas, perspectivas culturales, etc. Todo esto demandaría indagar en las raíces, cavar hasta lo más profundo y descubrir, a partir de ahí, una acción conjunta eficaz. Requiere de un entendimiento que está fuera de mi alcance y de mis manos, y requiere de valorar las diversidades y de identificar las realidades compartidas.
FM | ¿Cómo crees que debería funcionar esa América tan deseada y a veces imposible?
MZ | Debería funcionar quizás y de entrada no como América, sino como el mundo. Imagino que la utopía ideal sería que todas las personas creyéramos por lo menos en algo parecido a lo que creyó Mijail Bakunin: “Mi patria es el mundo, mi familia la humanidad”.
FM | ¿Qué sueles leer fuera del español? No me refiero sólo a la literatura, porque aquí me interesa evocar tu entorno de lectura.
MZ | Según los estudios que ha hecho Google sobre los libros que se han escrito a lo largo de la historia existen más de 129.864.880 publicados. Aunque yo creyera en la reencarnación, no alcanzaría a leer en todas mis vidas juntas ni el 5% de ellos, sobre todo por los que se irían acumulando con el tiempo. Ya entendí que por más que lea, jamás será suficiente, jamás conoceré sobre todo y mi ignorancia seguirá inamovible. Así que lo que acostumbro es leer y releer a autores que me han marcado en algún momento de mi vida. Leo principalmente autores que escriben o escribieron en español por ser mi lengua materna, eso me permite identificarme de manera directa. A veces leo en inglés por ser un idioma que he estudiado y para evitar las traducciones. Sobre literatura que ha sido escrita en otros idiomas que definitivamente no entiendo, pues me han llamado mucho la atención los clásicos latinos y griegos, así como los rusos, los árabes, franceses, portugueses e italianos. No he logrado, por ejemplo, conectar con mayor intensidad con la literatura oriental, quizás porque me parecen de un mundo y de una naturaleza no sólo elevadas, sino muy ajenos a lo que experimento. Disfruto leer ensayos filosóficos y artículos científicos, tecnológicos y empresariales. Acostumbro también leer sobre neurosemántica, medicina, mercadotecnia, astrología, hotelería, leyes del universo, me gusta leer hasta horóscopos y numerología y sobre los beneficios de las plantas y remedios caseros. Hubo una frase que me salvó una de las tantas veces que he pretendido renunciar a la literatura y la dijo Pema Chordrön, una monje budista, en su libro Cuando todo se derrumba, si no recuerdo mal en el capítulo 12: “El estudiarnos a nosotros mismos, nos proporciona todos los libros que necesitamos”. Sentí uno de los mayores alivios que he sentido en mi historia. Así que desde ese entonces yo me dedico a estudiarme, a indagar en cada resquicio de mí y en modelar a los escritores que admiro. Eso sin olvidar jamás a Ralph Waldo Emerson en su escrito Confianza en ti mismo.
FM | ¿O crees que leer poetas es el único material imprescindible para tu creación?
MZ | Ser poeta en tiempos actuales supone mantener viva la pasión por el lenguaje, la creatividad y la expresión artística, es imprescindible involucrar a la poesía no sólo con otras artes, sino con ámbitos científicos, sociales, tecnológicos, etc. Es decir, la versatilidad resulta indispensable. Así mismo, es necesario crear comunidad, ya sea participando en eventos literarios, colaboraciones interdisciplinarias y aprovechando las oportunidades digitales para acercarse a gente de distintos países. Supongo que la esencia poética es la que se adapta a realidades en constante cambio. El poeta contemporáneo debe ser un artista global e interdisciplinario. De esta forma, es mucho más factible que su poesía sea relevante y tenga así la posibilidad de trascender. Mi creación surge a partir de la curiosidad, de la duda, de la observación. Es imprescindible estar atento a eventos y situaciones que se obvian por ser comunes, pero donde puede siempre se pueden hallar al menos una nueva perspectiva.
FM | ¿Crees en la existencia de la sociedad?
MZ | Sin duda existe, la cuestión es a qué tipo de sociedad nos referimos. Esta es una pregunta filosófica que ha sido debatida por pensadores y sociólogos a lo largo del tiempo. La existencia de la sociedad puede interpretarse de diferentes maneras, dependiendo del enfoque teórico que se adopte. En mi caso, me inclino hacia la sociedad estudiada a partir del funcionalismo. Un sistema interconectado por partes interdependientes, en donde cada una de ellas desempeña un cometido para procurar la estabilidad y su organización general. Hay contras como las limitaciones que impiden al individuo ser quien es y hay pros como evitar traspasar las libertades personales y perjudicar a los demás.
FM | ¿Quién eres de todos modos?
MZ | La mayor parte del tiempo me considero una especie de espectro. Aunque en el fondo sé que lo siento así porque soy una persona en constante cambio que no termina ni terminará de averiguar quién es.
FM | ¿Qué te parece la idea de incluir un poema propio, comentando algo que motivó su creación?
MZ | Este poema lo escribí con la intención de mostrar el esfuerzo sobrehumano que la mayor parte del tiempo implica para mí vivir.
Me vuelve a pulso, desde el mármol
Me vuelve, los domingos, un deseo impetuoso, efervescente,
de vivir, de arrancarme la sepultura,
y me vuelve de dentro un vivir
supurante, otro vivir sediento de querer o amar
al que me niega, al que castiga la travesura al niño,
a la que reza por la que rezaba,
al maestro del espíritu, al discípulo de la carne,
al que se mostró en su rostro,
al que duerme, al que anhela, al que vierte su voz en mi palabra.
Estar vivo, pues, para remendarle
al que me quiere, su botón; sus túnicas, a los desamparados;
su prudencia, al sabio; su sabiduría, al iletrado.
Estar vivo, abrir completamente
una ventana al que no puede mirar
y, cuando sienta terror o me embriague la ira,
cantar a los sordos y a los ancianos.
Estar vivo, enseñar al perfecto a ser su muchito de errado,
y me muero, ¡ay, Padre!, a la vuelta de cualquier
siglo, por parirme de nuevo en júbilo y en llanto,
y abofetear al desfallecido, en un intento
de reanimarlo, y también muero tantísimo
por ceder al arrepentido mi lugar,
y mostrarle al pudoroso mi desvergüenza y mis pecados.
¡Ah, vida, ésta, la mía, ésta, la silente,
prometida y proverbial, eterna!
Me vuelve a pulso
desde el mármol, desde la más honda humanidad
y, volviendo de dentro, surge un deseo
de besarle la frente al desertor
y al que abandona, besarle en su ausencia,
al misericordioso, en sus pies, arrodillado;
al que me presta lo que robé a mi nombre,
en sus llagas, en su Simón de Cirene, en su Calvario.