La trampa y otros textos
La cortesía más amable
Nada ni siquiera el grillo —oculto y apretado—
en las cuerdas vocales del silencio.
Mire usted, no pronunciarla
es tal vez la cortesía más amable para
evitar que se le quiebre la voz a mi palabra.
Cuídate y olvídame
¿Cuál de todos tus silencios, si me pronunciase,
sería mayor consuelo para mí que tu epitafio?
Y aunque uno de ellos recordara aún mi nombre,
no brotaría otra sonrisa de mi lágrima.
Cada sombrío ladrido de los perros, como la primavera,
pregona que perecer es suceso natural de la existencia.
Extraño es que navegues en mi sal cuando todos los tifones
de mi lengua —necia letanía a lo imposible— se han secado.
Si hubiese resignación para quienes mueren mirando su muerte
pero solo gusta de vivir entre los vivos la esperanza.
No es, ni por asomo, tu alma la que observa al ventanal,
es quizá aquel estruendo con el rostro fugaz de nuestros hijos.
Hay siempre algún lugar hacia el adiós, pero en seguida,
la cordura ignora dónde se halla el norte del olvido.
Lo letal de mi gesta y mi agonía, bendición, es que respiras.
El fin de lo infame
Ya somos la inconsciencia que sufrirán los niños,
el luto engendro del despojo y que es ahora
raíz de la sed que no debemos y bebimos.
Ya será aquella sangre marea de las venas
del pasado; y el diástole, quien clame
una última zamba a los latidos.
El polvo, la empedernida metralla y la barbarie,
las velas del milagro, y lo demás.
Después pasó el tiempo, mucho tiempo:
casi lo que tarda la afonía en pronunciarse
tras un minuto de silencio.
Hasta hoy, el hito que anuncie el fin de lo infame
no ha llegado ni la resurrección de los muertos
ni la concordia plena entre los vivos.
Pero cuán grandiosa es la bondad humana,
capaz de perdonar incluso a aquél
que detonó una guerra o presionó el gatillo.
No sé, pero lunes no pudo haber sido
Una tarde, no recuerdo si de martes o de viernes,
decidí vivir sin miedo, con alegría y con ilimitada gratitud.
No tuve que desgarrar con ningún fierro las cicatrices
de mi brazo ni adentrarme de nuevo en la marea para
descubrir que la raíz más pura de mi sangre es la mezcla.
Ya viste cómo lo visto se confunde con lo imaginado.
Ni disponerse al sueño es clausurar los párpados
ni resucitar los ojos estar despierto.
No siempre es otro quien está a salvo
ni te resulta ajeno cualquier extraño.
Pocas veces la fecha de caducidad está presente
en la etiqueta del pasado. De haber sabido que era rápido
—disculpa la demora—, no hubiese fallecido tanto.
A modo de ritual o celebración, encendí la chimenea.
Iba leño a leño abrasando los momentos memorables
de mi olvido y del si miento sobre el abismo
y del chantaje sin gatillo. Y no sabré jamás
si primero se incendió el silencio o el mentado grillo.
Quizá la rima o el bosque manuscrito
que torné cenizas y sospecho que decía:
Nada, Palabra, nada quieres tú de mí sino mis dientes
remordiendo mi conciencia hasta el tuétano.
Qué poco húmeda es una gota en lo húmedo, pero,
ay, en lo desierto, en mi razón de sed, lo es todo,
todo, más que un simple y mojado sustantivo. Es.
Cesación del esqueleto, un bonche
de huesos calcinados, encendidos
leños, y el fuego y los colores vueltos gris.
No estaba yo frente al espejo y nos miré. Acostadas
en verso, apostando a la prosa, aquella mañana.
Alrededor no había nada salvo la sabia, la sábila, la saliva
del hambre, del hombre preñando de sílabas al pretexto,
sumergiéndose –sin costillas– en la sequía de otro vientre.
¿Quién se atrevería a nombrar culpa al pecado?
No sé, pero lunes no pudo haber sido.
No recuerdo si de jueves o de sábado, una tarde,
por así decirlo, comprendí que el arcoíris resplandece
cuando coinciden en un mismo verso el sol y mi llanto.
La trampa
Lua, recita tu poema otra y una vez a fin de perpetuar mi aplauso.
Tengo un amalaya, un amuleto y un cigarro
besándome la soltería y consumiéndome la voz con todo y labios.
Que mi colección de caricias desvista este lapicero
porque al hombre que yo quiero como sangre de mis hijos,
a mis treinta y dos años, todavía no he llegado.
Para incendiar los abismos un sol no basta,
proclamé mi deserción sin asamblea y hoy no sé,
hoy descubro que en la plaza central del cenicero
un fósforo se inmola ante mí y, en monosílabos,
protesta todo lo contrario.
Algún sabio mencionó que el camino comienza con un solo paso…
Y yo atisbo los retornos por venir al canturrear el tango
que instauró sus huellas sobre mi antebrazo.
Y Matheus, sin reparo en cicatrices, me pregunta
haciendo halago de mi rostro y mis poemas, ¿dónde está la trampa?
Y le agradezco y cual estruendo me repito aún más fuerte, ¿dónde está la trampa?
Ernesto me regaló un llavero, y le pregunto
¿dónde está la llave?, y no hay llave, entonces
¿para qué quiero el llavero?, ¿cuál será su trampa?
¿Dónde reposo mis dudas si hace mayos que incendié la hamaca?
¿En qué rama del árbol me contaste que maduró,
ya sin ser virgen, la que fue tu infancia?
Mónica, insiste Damián sazonando el último omelette
de su falaz exilio, tus textos más lindos nadie los conoce
los escribes sobre el refri con una compota llena
de palabras imantadas.
Nunca antes, nunca alguien escuchó
parir mi cielo de tu idea de la lluvia.
¿Acaso se es todavía, después de extinto,
el lugar, la absolución, el insomnio,
la mañana con luna, un cadáver en la madrugada?
Mujer, tú ya sabes que la atención del padre
se dirige primero al llanto del recién nacido y, por último,
al dolor que brota encendido de la concepción hasta tus muslos,
¿dónde está la trampa?
Surge un meme y la gente ríe y lo comparte
mientras se suicida en la bañera un adolescente,
mientras un niño viola a su hermana más pequeña,
mientras secuestran a un funcionario público,
mientras una persona asesina por infidelidad a quien ama.
Y el horóscopo se convierte, hoy en día,
en la noticia más amable.
Surge otro meme entre dos chicas
y una le aconseja a la otra sobre los hombres
“tú sólo cógetelos y ya”, y también río y lo comparto
a la Yeya, que es mi mejor amiga, y no ríe porque
alguien se lo envió antes que yo, ¿dónde está la trampa?
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa claman los sacerdotes
mientras los dentistas recomiendan utilizar hilo dental
y las mujeres más cotizadas de Instagram lo promocionan entre
sus piernas y los hombres que las siguen fantasean con comérselo.
¿Dónde está la trampa?
Sé feliz, sé independiente, persigue tus sueños,
disfruta la vida, haz lo que te guste, carpe diem.
“El hombre es producto de sus pensamientos”,
exclamó con lucidez el gran Gandhi.
Imagínate que la realidad depende del filtro con que la mires
y no hay filtro. ¿Dónde está la trampa?
Quizás aún no te has dado cuenta de que en pensar
que existe una, está la trampa.
Si me escuchas repetir que un retorno comienza con un solo tango.
Si tengo miedo de abortar el siguiente verso
y lo escribo hasta amamantarlo.
Si me dio pavor que no naciera y no solo fuese olvido sino silencio.
¿Dónde está la trampa?
Si gracias a la ciencia y sus avances
una mujer puede elegir ser madre soltera sin necesidad
de que un hombre desee formar una familia con ella
o tan solo pretenda llevársela a la cama.
¿Dónde está la trampa?
Si en clase de matemáticas una niña
saca la raíz cuadrada de su príncipe azul en potencia.
Si me decido por la inseminación artificial
y revierto la ecuación planteada.
Si tú regalas una llave y no hace falta
el llavero ni la puerta ni el candado.
Si, de pronto, emboscas las trampas.
¿Con qué meme estaremos riéndonos?