Mágico país de lunas sucesivas
LIBRO PRIMERO
EL TIEMPO RECORRIENDO EL TIEMPO
MÁGICO PAÍS DE LUNAS SUCESIVAS
Aunque el ademán me duela
no escondo la mano: avanzo
llevando un ramo de sol.
Thiago de Mello
Aquí estás, surgido desde el agua
país caracol, país musgo verde
país de heliotropos sin orilla.
Aquí tuvo el halcón su sitio,
el quetzal amarillo su rincón amado.
Aquí te digo,
el viento trae el recuerdo
de niños subiendo a las estrellas.
Escucho todavía los pasos del tiempo recorriendo el tiempo,
la vida viajando por las piedras
las piedras convertidas en número y relámpagos.
Querías la placidez de las tardes
anunciadas por campanas,
de tardes asomadas a balcones
de balcones escalando sueños.
Escucho las voces y el canto de los hombres
que dejaron dormido su corazón en cada esquina.
Es el canto de muchos que llegaron
sin brújula aparente,
sin rostro y germinando
desgarrados, la luz de la mañana.
Aquí dejaron su cuota de cansancio,
un pedazo de piel,
unos ojos invocando litorales nuevos.
Nunca fue el silencio tan intenso
esperando un campo de flores
y una dinastía de astros gravitando.
ÉRASE UN PAÍS DE MÁGICA INOCENCIA
Eras el sitio exacto
la medida unitaria de la vida
el jardín para iniciar el rito
escondido en cada caracola.
El amor también llegó
pobló la bruma,
las sombras,
el rincón más recóndito,
la estación de lluvia anterior,
la casa cósmica,
la ruta del océano mítico
y de los peces violeta.
Bebido de esperanza
el amor tuvo mariposas volando en espacios crecidos,
la humedad de las hojas en la lluvia,
relámpago de sueños,
claridad de dios al atardecer,
fragilidad agreste y propagada.
Este país valiente, pregonero,
este país de vientre limpio,
de delantal celeste,
de orquídeas y risa iluminada,
bañado por el mar,
movido por la rosa de los vientos,
fue ventana
portal de un mundo nuevo,
estandarte y motivo,
motivo y fuego,
fuego y horizonte,
naufragio de la noche
misión implacable de la vida.
LIBRO SEGUNDO
LA VIDA INTERRUMPIDA
Todo
Está inmóvil ahora, como a salvo
del tiempo que se va…
Eliseo Diego
Este pequeño país,
caracol,
jabalí,
cocodrilo y serpiente,
pavo real y penacho
levantó su bandera sobre el mar.
Corazón abierto,
mirada indivisible para acoger la aurora.
Sucedió entonces
-sucede, siempre te lo digo-
que la ambición llegó hasta el horizonte
y quebró vasijas, hundió espadas y arcabuces.
Arrinconó, humilló, sepultó también la lagartija,
trajo una cartilla para enseñar que el odio
no es una palabra
que hay miseria humana entre los dientes.
No hubo treguas,
me cuentan sin embargo
de una luna castigada por asombro.
Fue el primer encuentro con la muerte absoluta,
el poder absoluto
la absoluta misión de los cobardes.
La muerte caminó junto a los ríos,
recorrió malezas, escondrijos,
madrigueras ocultas.
Caminó –me dijeron-expandida,
arbitraria,
carcajeante.
Caminó de frente y ciega.
La vida se hizo a un lado
dejó pasar entonces la barbarie,
el dolor, las vísceras expuestas.
La muerte impuso el calendario, trazó caminos
ahogando el trino primero de los pájaros.
LIBRO TERCERO
UN HISTORIA PARA SER CONTADA
Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Jorge Luis Borges
Fueron necesarias muchas manos,
muchos brazos
muchas lágrimas.
Para llegar al centro de la tierra,
los franceses trajeron perfumes
encajes, exquisitas ropas interiores.
En París olvidaron
una sombrilla para este sol caribe,
un clavicordio especial de sones tropicales
belladona en botellas lapislázuli,
fórmulas mágicas
para vencer fantasmas y voces apagadas.
Llegaron cargando toneladas de hierro
y el espejismo ciego de los desesperados.
Murieron de fracaso
dando manotazos en el aire,
traicionando a la traición,
recogiendo a escondidas su miseria.
Cambiando nuevamente de hermanaje,
por cerros y montañas
llegaron otras maquinarias
más grandes, más agudas.
Llegaron.
Nuevamente llegaron otras voces.
De lugares con lenguas muy diversas
para que la torre de Babel fuera completa.
Llegaron.
Yo quiero hablar ahora del Caribe,
de Jamaica trajeron albañiles,
-artistas sobre todo-
que mi abuela y mi madre conocieron.
Aprendí que el saxo que tocaba el vecino
perdido en la historia de mis cinco años,
era un suspiro largo,
un quejido quedo,
apenas entendible.
Aprendí que la abuela que ponía las sábanas
más blancas que recuerdo,
dejó atrás la esclavitud
y vino a este país para volver a ser esclava.
Una etiqueta no le permitía
entrar y salir cuando quisiera de un lugar a otro
cortando sus ansias libertarias.
La esclavitud abolida en 1850
se movía en una mecedora.
Esa negritud gigante
fue segregada incluso por nosotros,
los más claros, los menos chocolates.
La pobreza también viajó en un vagón,
recorría la estrechez del istmo,
recogía el cansancio
el sudor y las ganas de seguir.
Nos fueron fragmentando,
nos fueron dividiendo,
minimizando acaso.
A Colón lo poblaron como a un barrio de Jamaica
y los chinos llenaron las casas más pobres
con su tristeza acuchillada.
Llegaron otras ilusiones
nuevamente los espejitos tejiendo quimeras
enlazó a los hombres.
Se fueron tomando el territorio comarcal.
el templo sagrado,
el abandono.
Pero nació también la lucha,
la definición de espacios.
La gestión, las leyes,
los tribunales para niños que robaron mangos.
Nacieron los convenios,
los incipientes pasos
las voces
la protesta.
La cárcel fue testigo.
Fue testigo la lluvia,
fue testigo el viento del 47.
Esta historia tiene muchas muertes.
Una tarde con perfecta fonética
una bala mató a Ascanio.
De pantalón azul, de falda azul y camisa blanca,
con la fe colgada de la insignia,
enero se llevó la inocencia,
la candidez a ciegas.
No fue preciso una maestra,
marcharon todos puntuales a la cita,
recogieron la bandera desgarrada
regresando a conquistar la vida.
Y nuevamente la muerte marcó su territorio.
Porque las calles fueron ríos
y los ríos territorios de espanto,
territorios para que el horror se quedara
se afincara, se hiciera múltiple.
Corrieron por las calles
con sus hijos en brazos,
sin zapatos
sin destino
sin caminos fijos.
Buscaban sin ver.
Buscaban respuestas, escarbaban,
hundían las uñas dejaban la voz en las aceras.
Fueron masacrados
en la noche más larga y tormentosa,
en la noche más iluminada,
indefensa
y desquiciada.
Allí sobre la calle quedaron nuestros muertos.
Acuchillados muertos
ajusticiados muertos
eliminados muertos.
Fueron escondidos,
sumergidos, inmersos,
esparcidos.
Murieron muchas veces,
se quedaron sin sus cruces blancas,
sin poder decir adiós,
te veo más tarde.
Este siglo arrastra ese dolor,
arrastra noches de diciembre.
Arrastra por arrastrar lo arrebatado.
Este siglo tiene por herencia soledades
pasajes sin retorno.
Pero seguimos de pie
amando las orillas de este país que amamos.
Este país encuentro del amor,
este país cubierto y descubierto también
por todos los que dieron sus brazos,
sus ganas de vivir.
Los que no pudieron regresar.
Los que no pudieron alcanzar su sueño.
Los terriblemente tercos.
Los livianamente plácidos,
los que sonríen aún,
y piensan que mañana
ha de llegar temprano a la esperanza.
Esta ciudad que conoció el temor
toma de la mano su destino
aferrada quizás a la arena,
a la bahía,
a su cintura abierta.
Esta ciudad
-la mía-
la que conozco de memoria,
que conoció mis pasos de estudiante,
el desconcierto
y mis sueños ancestrales.
Esta ciudad
-te digo nuevamente-
se adelanta al dolor.
No hay secretos
no hay forma ingrávida.
Es hoy,
esta noche,
esta causa común
este miedo difícil,
esta cinta especial que se regresa
al leve toque del amor a todos.
LIBRO ÚLTIMO
PARA ALUMBRAR LA NOCHE
Sólo el día
y de empezar permanece,
y ese día se llama siempre hoy.
Antonio Gala
Fueron muchos los días, años anteriores.
Buscaba no el sonido
tampoco el amor irrevocable.
Ahora sé que hay una medida exacta,
un continuo andar del ayer a la que somos.
Una vuelta completa.
Espero entonces,
alguien viene atentando contra el mar,
alguien rompe las rocas
sube las laderas
y marca el ritmo de los pájaros.
Alguien siempre vendrá
a buscar la mañana
-lo aseguro-
con su reloj de arena.