Luna fracturada y otros textos
UNA HABITACIÓN PROPIA
No conoció amor hecho para tan frío invierno.
Ella pinta una habitación y en ella se refugia.
Escucha la música extendiendo dolor
como telas de araña por sus piernas.
Anda de un rincón a otro,
el cuarto crece con el sol o la luna,
pinchándola con agujas.
Pinta una pared, la borra, la vuelve a pintar y la borra de nuevo—
Una pared crece sola como hojas brotando en invierno.
Quiere pintar una pared que proteja la pared
que guarda la memoria, en ella
pinta flores y pájaros, montañas y océanos— una ola hace remolinos,
dando vueltas como una hélice, enredándola.
Me veo a mí misma en esa habitación, luchando. Le pido
que pinte una ventana, una ventana que conduzca al cielo.
Que pinte un firmamento.
(Traducción de León Blanco)
ENTRE PAREDES
—— Para Ferber en Los Emigrantes
Después de mudarte al nº104, sientes un mudo entendimiento
con Wittgenstein. Crees que un mágico poder te dará
la más temprana profundidad del inquilino. Pero eres delgado,
tan fino que nadie puede percibirte sino tu amante.
Todos ellos se mataron. Sólo tú eliges vivir.
Vives sólo para testimoniar la falta, la pérdida que le sigue.
Amas el polvo, caminar por las chimeneas— en la gran ciudad
de Manchester, sólo encuentras significado en las cenizas,
en los trozos rotos de una botella verde. Campos de concentración,
exilio, ser un extraño, todo eso no supone nada para ti.
Tras un gran dolor viene el entumecimiento. La única falta tangible
es la pintura seca que raspas de los lienzos, chorreando y fluyend como lava.
Pintas una mujer, ella te sigue por veinte años; pintas una pared,
que cubre tu pasado a tus espaldas; pintas luz y la luz
atraviesa el muro hasta tu ayer, atraviesa la mujer hasta tu ahora.
Pintas la mujer y la pared repetidamente, capa sobre capa.
Sabes que el espesor revela hondura pero no profundidad, entonces continúas
retirando capas. Pero incluso si destrozas a la amante, eres incapaz de amar a
otras; arruinas la luz, la luz no puede iluminar
aún tu cuarto; derribas la pared, la gloria de Rembrandt
continuará sin irradiar desde las ruinas. Esta noche
no estoy de pie en el museo, sino sentada junto a una lámpara
leyéndote con dificultad. A través de las paredes del lenguaje siento
tu desesperanza— tantas palabras nuevas se me arrojan como grava.
(Traducción de León Blanco)
LUNA ROJA, LUNA AZUL
He pasado la edad de posar, así que me dejo llevar
y alrededor de ti me muevo. Cualquier ángulo llevará
a una percepción desconocida, la atracción y su misterio.
Mas llena o menguante, tú me das forma, oculta
en un reflejo del espejo— el poder entre nosotros es contradictorio.
Tú cedes ante mí de vez en cuando,
nuestras posiciones habituales las tornas cataratas de Escher,
nuestro encuentro se vuelve el primer amor— una rodaja de limón
cayendo dentro de un vaso. No lo levantas—
no me ordenas que caiga ni me atrapas en él,
sino que me das alas y dejas que me cuele en esta jaula terrena.
Cada noche me convierto en una nueva desposada, una luna
recién descubierta]
mira cómo me haces llena y vienes cada mes. Toda esta vida que gasto
girando a tu alrededor haciéndole el amor a amarte.
(Traducción de León Blanco)
LUNA FRACTURADA
La Luna está apuñalada.
El pez, aturdido.
Suceden accidentes todos los días,
pero el pez no puede creerse su mala suerte.
La Luna está muerta.
Muere por el Sol— muere una muerte grandiosa—
Bang, los escombros se derrumban.
Pero nadie escucha nada.
Cuando llega la noche
la gente se levanta, sale sólo para ver
que ha desaparecido la Luna,
sólo escamas de pez hay en el suelo.
El tiempo vuelve a empezar a partir del año cero,
la Tierra lleva una superficie brillante, gira lentamente
como el ojo derecho de un pez, el Sol negro moviéndose
como el izquierdo, creando un nuevo ying yang.
El mundo es pacífico, ya no practica el juego de
A que caza a B, B que caza a C,
la gente pisa la fracturada luz de luna,
viviendo una vida plena. Sólo el pez tiene
roto el corazón, llora, y llora por un ojo—
la gente cree que es una luna completamente nueva—
el anhelo del pez flota en el aire,
ya no es peligroso, ya no conduce
a la relación suicida/homicida entre el cielo y la Tierra.
La gente se empieza a levantar por la mañana,
y a acostarse por la noche, cantando acerca de
los rayos solares que vienen desde dentro del Sol.
(Traducción de León Blanco)
HISTORIA FAMILIAR
Érase un árbol y mi familia
era una leyenda de bosques con diez soles
arriba, que ardían en la noche. La abuela
no podía dormir, así que cada noche
daba a luz un hijo
hasta que no quedaran hojas para
alimentarlos. Enloquecido, el abuelo perseguía los soles
y disparaba a nueve de ellos, dejando uno
en el aire, para que contase la historia.
Érase una historia y el sol
bajó por un tronco y subió
en la mañana, para ver a mi abuela,
la mujer echada ahí como una montaña.
El abuelo enfureció y trató de matar
al último sol, pero sufrió un golpe de trueno
y murió. Se rompió el cielo, lloviendo
tristísimo en su duelo por diez mil años.
Todos los hijos ahogados subieron
a la superficie como nenúfares. La abuela
subió tan alto que remendó el cielo
tapando el roto. El sol amaneció, siguiéndola,
observándola con su ojo amarrillo
durante cinco mil años, día y
noche. Día y noche.
La abuela se aburría. Ella moldeó arcilla
para hacer humanos con rostros soleados y con ojos
de estrellas germinando por doquier, arriba y abajo.
Uno de ellos era mi padre
en la China Tang, un bastardo
con muchos nombres. Era el borracho de Li Po
cantando a una luna imaginada.
Era el triste de Tu Fu lamentando el polvo.
Érase un Li Po y no había luna
en absoluto. Imaginó una y un barco
blanco apareció. Érase un Tu Fu
y no había ningún río. Pintó uno
y el Río Amarillo empezó a fluir
en la tierra central. Pintó otra vez
y el Yangtze comenzó a cruzar el cielo.
Todos los ríos antiguos, arriba y abajo,
a un adiós de su mano corrieron hacia el Este,
hasta el viento y los juncos ondeaban
en una sola dirección. Por hastío cortó la tierra
en campos cuadrados y cultivó arroz.
Érase un arrozal y mi madre
bajaba por una escalera celeste, con flores de jazmín
centelleando sobre ella. Mi padre intentó acercarse
pero sin saber seguro qué nombre
utilizar. Dudaba. Mamá bajó a pie,
con un largo vestido de hojas
que seguía el rastro de la luna, mil años
de estar sin nombre. Extendió
la mano, tan pálida, y tocó a
mi padre —nunca lo conocí —que se murió
en cuanto lo tocó mi madre.
Y volvió a ser una piedra, inmortal.
Érase una piedra y la gente se aparea
con sólo tocarse las manos o mirarse
a los ojos. Nací de esta mujer
que viene de la Luna —ella extendió la mano,
me prendió, un crisantemo, tan salvaje
como lo salvaje —abrí mis ojos terrestres
y la vi en mi propia luz
subiendo de vuelta a las frías alturas.
Mi nombre es Sol-Luna en memoria
de una luz de dos piedras distantes
que se resisten una a la otra, negando el amor.
Llego a un nuevo país y
veo las lápidas de mis padres
por todas partes, mi sombra en el cielo.
En la noche, mi madre
también aparece ahí. Es abril,
el cielo es bajo y puedo sentir
su respiración, pero no puedo verme a mí misma,
mis pétalos amarillos. Escribo la palabra
Sol, y ahí viene un Sol
de mi color. Escribo la palabra Luna,
y ahí viene una Luna de mi ancestro
solitario. Mi lenguaje de oráculo,
mis palabras pictográficas —doy algunas
a América. Sucede un milagro —
cada flor de cada árbol abre
sus ojos y parece ver a mis padres,
mis padres en mí —viven
en mi piel. Érase mi piel
y hay una sombra. Érase una sombra
y hay un árbol y luego luz. Siempre hay
una sombra antes de que la luz aparezca.
(Traducción de Françoise Roy)
-Ming Di
Luna Fracturada
Traducción de León Blanco y Françoise Roy
Valparaíso Ediciones
España, 2014
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