En ti se se reúnen todas las muertes
(Traducido al español por Emilio Coco)
Contar los segundos, los vagones del Eurostar, verte
bajar del número nueve, el carro, la sonrisa,
la ansiedad, la noticia, la gran noticia.
Esto ocurrió, en 1990. Ocurrió, sin duda
ocurrió. Y antes aún, la zambullida en el Ticino,
mientras la pelota desaparecía. Ocurrió.
Vimos lo abierto y lo escondido de un instante.
Las hadas regresaban a las viviendas, el huracán
llenaba un cielo alucinado. Cada cosa estaba allí,
desierta y llena, para nosotros que aguardamos.
*
Milán era asfalto, asfalto derretido. En el desierto
de un jardín ocurrió la caricia, la penumbra
endulzada que invadió las hojas, ahora sin juicio,
espacio absoluto de una lágrima. Un instante
en equilibrio entre dos nombres avanzó hacia nosotros,
se hizo luminoso, se posó respirando en el pecho,
en la gran presencia desconocida. Morir fue aquel
desmenuzarse de las líneas, nosotros allí y el gesto en todas partes,
nosotros dispersos en las supremas tensiones del verano,
nosotros entre los huesos y la esencia de la tierra.
*
Todo estaba ya en marcha. Desde entonces hasta aquí. Todo
el tiempo, luminoso, rozaba los labios. Todas
las respiraciones se reunían en el collar. Las sombras
de Lambrate cerraron la puerta. Toda la habitación,
absorta, se hizo el primer latido. El negro
de tus cabellos contra el amarillo del último rayo.
Desde entonces hasta aquí. Era el primer día del verano.
El silencio nos llenaba la frente. Todo estaba
ya en marcha, desde entonces, todo estaba aquí, único
y perdido, nuestro y remoto. Todo pedía
que se le esperase, que volviese a su nombre verdadero.
*
Ya no quedaba tiempo. La habitación había entrado en una ampolla.
Ya no era posible repartir la ausencia. Ya no tenías
el collar. Ya no te quedaba tiempo. El tiempo era una luz
marina entre las persianas, una fiesta de hermanas,
la herida, el agua al cuello, Villa Litta. Ya no había
día. La sombra de la tierra llenaba los ojos
con el miedo de los colores desaparecidos. Cada molécula
estaba a la espera. Hemos mirado el zurcido
de las manos. Ya no había luz. Una vez más
nos están llamando, juzgados por una estrella fija.
*
En el verano del tiempo humano, en el último verano,
existían todas las carreteras. La Prenestina
con sus cinturones de ronda alcanzaba el mar
de Tarento viejo y los jardines de Puerta Venecia,
geografía de uniones inesperadas, tiempo que no se pierde,
todas las carreteras, todos los amores sumergidos en uno sólo
y renacidos, todos los pasos delante del portal, las miradas
en el portero automático, todas las voces, los acentos, las sílabas,
tú que salías sonriente con tu gorra de pelo
y caminabas decidida hacia un autobús.
*
En ti se se reúnen todas las muertes, todos
los cristales rotos, las páginas secas, los desequilibrios
del pensamiento, se reúnen en ti, culpable
de todas las muertes, inacabada y culpable,
en la vela de todas las madres, en la tuya
inmóvil. Se reúnen allí, en tus
débiles manos. Están muertas las manzanas de este mercado,
estos poemas vuelven a su gramática,
a la habitación de hotel, a la barraca
de lo que no se une, almas sin descanso,
labios envejecidos, corteza arrancada del tronco.
Están muertas. Se reúnen allí. Se han equivocado,
se han equivocado en la operación.
(De: Tema del adiós)