Un grito dividió todos los umbrales
Palabras de este mundo
Nueva poesía argentina
Selección y edición: Marisa Martínez Pérsico
1
la masa muscular se arrulla a sí misma
y se tuercen los huesos.
el peso de la locura equivale a toda la carne
y los músculos del cuerpo que la sostiene.
de a poco
se van torciendo las articulaciones
hasta la entera deformación.
un brazo
pasa por el tobillo
y vuelve
a su forma primigenia de cuerpo que se arrastra en las orillas.
la espalda se liviana de golpe para atrás
llevando el resto de la carne
en la misma dirección.
la locura
constituye esos despropósitos.
no debe pensarse que es cosa fácil
engarzar el cuerpo a los novedosos mecanismos de la biología.
ahí,
veamos
qué oleosa es la carne de los locos.
nada dirán
sobre los puntos del espacio que se unen
al hemisferio
izquierdo o derecho
donde las voces pesan con su presencia.
un espasmo.
dos espasmos.
la locura una vez manifiesta achura la carne que la lleve.
2
veamos
el sexo fructuoso de la miel mareándose de vértigo.
la herida de un planeta atestado de mortales.
aquí,
ante nosotros en el rojo teatro de la vida
está el loco
con su enorme boca de trapecio abierta las esfinges.
no es fácil habitar carne que se tuerce
ni asemejarse
a aquello que se expone al vidrio
de un microscopio alumbrado por la lupa.
…
1
un grito dividió todos los umbrales.
alrededor,
las sábanas arrojadas al piso,
atadas a las patas de las camas
o suspendidas como una horca en el ventilador.
llevamos mucho tiempo recostados bajo la claraboya de los días.
¿qué signos temporales nos suceden?
aguardamos
en una quietud de huéspedes mirando la hojarasca.
mientras,
sobre el cristal la lágrima del frío clarea las alcobas.
detrás de las cerraduras
se oye
la rumorosa costilla del agua
y unos pies calarse en el río antes espíritu.
¿qué día viene hasta nosotros?
¿qué semana?
vi invisible el reloj en la pared
y correr sobre el piso la sombra de las aves que anidan los tejados.
vuelven todos a acostarse y la habitación retorna hacia la calma.
cierro los ojos
y el viento como un alma áspera irrumpe a portazos el silencio.
2
vi teñirse la sangre por el sol en el asfalto.
¿cuántos minutos pasaron de la terrible pesadilla?
abrimos los ojos por un golpe en las ventanas
y el hielo calado en la pelusa de los cobertores.
fui al reloj
hasta dar en su inexistencia.
¿cuánto dormimos
y cuánto despertamos?
giro los ojos hacia la radio que solo anoticia las muertes del afuera.
a su lado,
los vasos plásticos
y la sombra de musgo en los rincones.
nos abandona un viento amargo sin memoria
como si la carne no fuera carne
y no tendiera a su derrumbe.
ayer por la tarde
vinieron las noticias
y no hubo muertes los días que pasaron y nadie lloró entonces.
¿hace cuántos años llevamos este encierro?
lento menguaron las ventiscas
y el tiempo detuvo en ese instante cada una de las cosas.
así,
el ojal de polvo sostenido en el aire
y la helada al borde del cristal.
cuando la noche fue redonda en el silencio
la hojarasca irrumpió sobre las camas,
alfombras,
en la armonía antes clavada en las bisagras.
sobre las hojas de madera
una bruma polvorosa
y talladas nervaduras
en los vidrios agitados por el viento durante las horas de vigilia.
3
desaparece la tarde.
ese animal que alimentaste a pan y leche
y creíste
alguna vez desangrado entre tus manos,
murió hace tres días.
¿qué es el tiempo sino esta imperceptible nada?
en la habitación,
sobre la madera hay aureolas de agua seca.
y en el suelo,
frazadas polvorientas de colores
y cuencos olvidados junto a cada una de las camas.
nada existe y nadie duerme.
en la ventana el cielo se calza su sombrero
y trae consigo una mata de hojarasca y pichones descarnados.
durante las horas frías
dejamos que la ventisca llegue en oleadas del afuera
y las hojas agitadas junto a mis dedos
se vuelven hilos de una misma nervadura.
abrimos los cristales antes de que espese la noche
y del otro lado
pueden verse el musgo y las raíces.
¿qué día se presenta?
silban los relojes con su frenesí de avance
y susurra presta el alba a jinetear el cielo.
así,
dejo batirse mis ojos sobre la ventana
y guardada en el silencio
nace cristal la escarcha a la intemperie.
Algunas palabras de este mundo
Quiere esta antología, junto con difundir las voces de treinta poetas argentinos nacidos entre 1970 y principios del siglo XXI, ser, con su eco preliminar de Árbol de Diana (1962), un homenaje a Alejandra, de cuya muerte se cumple medio siglo.
Celebrar, desde el guiño de su título, esos pequeños artefactos poéticos perfectos, esas piezas muchas veces brevísimas que dan cuenta de una subjetividad quebrada, de una orfandad metafísica, con unas dislocaciones pronominales que potencian el característico tono de tipo liminar pizarnikeano, siempre al borde, en el umbral o límite entre posibilidad e imposibilidad del decir. Poesía que es desamparo y morada. Claridad y oscuridad a la vez.
Las páginas que siguen son un intento de visibilizar y divulgar un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas nacionales: hay derivas de la poesía conversacional, propuestas en clave realista, programas de carácter hermético, de indagación ontológica o continuadores de la tradición de la ruptura, estéticas herederas del neobarroco/neobarroso y de la poesía experimental, del riesgo, que se institucionalizaron en países como Argentina o México, especialmente durante la década del ’90. Poemas en prosa y otros que buscan el diálogo intergenérico o transmedial (lírica, narrativa, teatro). Poemas que no exceden una página (¿una pantalla?) y poemas largos memorables.
Esta muestra responde, además, a una vocación federal y extraterritorial. Incluye autores que nacieron y viven en distintas provincias argentinas –desde Salta hasta Tierra del Fuego– y otros radicados en el extranjero (Holanda, Francia, España), que encarnan una argentinidad poética ‘extraterritorial’ (George Steiner), ‘glocal’ (Vicente Luis Mora) y ‘posnacional’ (Bernat Castany).
Marisa Martínez Pérsico
Roma, octubre de 2021