Miguel Barnet

Empujando un país

 

 

 

 

FE DE ERRATAS

Donde dice un gran barco blanco
debe decir nube
donde dice gris
debe decir un país lejano y olvidado
donde dice aroma
debe decir madre mía querida
donde dice César
debe decir muerto ya reventando
donde dice Abril
puede decir árbol o columna o fuego
pero donde dice espalda
donde dice idioma
donde dice extraño amor aquel
debe decir naufragio
en letras grandes

 

 

EN EL BARRIO CHINO

Yo te espero
bajo los signos rotos
del cine cantonés
Yo te espero
en el humo amarillo
de una estirpe deshecha

Yo te espero
en la zanja donde navegan
ideogramas negros
que ya no dicen nada

Yo te espero a las puertas
de un restaurante
en un set de la Paramount
para una película que se filma a diario

Dejo que la lluvia me cubra
con sus raíles de punta
mientras presiento tu llegada

En compañía de un coro de eunucos,
junto al violín de una sola cuerda
de Li Tai Po,
yo te espero

Pero no vengas
porque lo que yo quiero realmente
es esperarte

 

 

FLOWER POWER

Para Paul McCartey
y John Lennon

Me puse a comer flores,
comí flores en PicadillyCircus,
-moriré- dije para mis adentros;
capullos, colecciones de dalias de todas las estaciones,
¡qué decir!
Me vestí de músico holandés en la Casa Redonda,
fui el flautista de Hamelin,
estuve presente en la resurrección;
tarde o temprano, pero llegué
y me llenaron de flores el pelo,
las muñecas, una flor en el ano, otra en el prepucio,
de este a oeste  cubierto de margaritas del Japón
y girasoles ennegrecidos,
todo reducido a una flor en la frente.
Me vestí de pirata, de gladiador en las arenas de Roma,
amé el poder de las flores quince minutos de mi vida,
irreparable amor tuve a los pájaros de lejos.
El incienso y el crepúsculo
se confundieron en mis ojos
y el arte cinético los declaró culpables.
Entré suavemente en el invierno,
marejadas terrestres, alta mar moviéndose contra
la corriente.
Hice una hoguera también en Picadilly
y me erguí silencioso
con la espada de Enrique Octavo en la mano.
Amé los ladrillos londinenses, los círculos concéntricos,
el orden y el desorden.
Fui con una calabaza atómica, un melón
Con dos medallas turcas en los ojos.
Entré suave, extrañamente, en el invierno abrupto,
desconocido para mí.
Canté fuerte ante las ruinas celtas de Salsbury
y bebí Guinnes hasta por los codos.
Quince minutos de mi vida fui el Ángel Tropical,
las alcantarillas de Oxford, Cobra, El León Rugiente.
Quince, quizás veinte minutos de mi vida,
amé el poder de las flores,
ágil y profundo,
y te dije: amor, aquí podríamos permanecer
tú y yo,
como dos oscuros conejos,
para siempre.

 

 

EMPUJANDO UN PAÍS

Yo soy el que anda por ahí
empujando un país

No es una fantasía, es cierto,
me he pasado la vida empujando un país

Con grandes piedras del camino
y mis zapatos gigantes
he ido poco a poco empujando un país

Contra los grandes vientos
y la noche que chirría en sus goznes,
contra la falta de oxígeno
y los malos presagios
he hecho lo indecible por empujar un país

Pero hay muchas otras cosas que hacer
como amar en lo oscuro,
sin paredes por cierto,
o desgranar el arroz cotidiano con sabor a coleópteros,
o limarse las uñas frente a un espejo de azogue,
o jugar a la pelota
con los niños estrábicos del barrio

Así que perdonen si no escucho
las quejas de mis contemporáneos

Yo no puedo hacer otra cosa
que seguir empujando un país

 

Miguel Barnet (La Habana, Cuba, 1940). Escritor, poeta y antropólogo. Obra poética publicada: La piedra fina y el pavorreal, La sagrada familia, Car ... LEER MÁS DEL AUTOR