Miguel Ángel Zapata

La Iguana de Casandra

 

 

 

“La iguana de Casandra reúne más de treintaicinco años de la obra poética de Miguel Ángel Zapata, uno de los más importantes poetas del Perú. La poesía de Zapata, desde Imágenes los juegos (1987), Lumbre de la letra (1997), hasta Un árbol cruza la ciudad (2019) apuesta por la complejidad de la transparencia, ubicándolo como uno de los referentes fundamentales de la poesía peruana e hispanoamericana actual”.

 

 

 

 

Dylan Thomas vuela por Manhattan

Vuelan las cenizas de Dylan Thomas por el aire de la Villa, navegan sus huesos por los canales del gran río, por las tabernas donde sacudió la noche de un plumazo resucitan las cervezas frías y se prenden todas las antorchas…

 

 

 

Viajando en tren

Viajo en tren mirando el mar mediterráneo.

Qué delicia esta vista.

Aquí comienza el mundo: los ángeles se bañan
desnudos en el espumoso mar.

El caracol avanza hacia la cima sin contratiempos.

Un coro de piedras nos canta en el vagón y las rosas se
levantan su traje azul para poder ver el océano sin fondo.

En el tren mi pobre silencio.

Siempre vuelvo con demasiados libros en mis maletas,
tarjetas postales y la cicatriz del tiempo.

He estado en varios trenes, pero este es el más bello.

No hay nadie: solo un televisor que no me mira y una
luna que no se siente.

El mar está desnudo y es mi camino.

La jauría está lejos de mí, y este aire me limpia con
los hilos del horizonte.

No hay nadie, mi ojo es una lupa que se escabulle
bajo los pinos que crecen en el mar.

Nunca vi pinos más hermosos, largos y serenos
navegan hacia otro blancor.

Aquí no hay árboles que tumbar, solo párpados que
sortean el cautiverio de las rocas.
Aquí cantan las piedras enterradas, los muertos que
recuerdan los grandes barcos perdidos en alta mar.

No hablo de la rosa que flota sino de la rosa que
oye el agua.
La rosa que es azul y es la grieta, la asta y el cordel
del cielo.
El cielo nos mira y nos escribe, no necesitamos
decirle nada.

El cielo tiene flores y habla de otra manera:
su fragancia viene de las redes de las islas,
de la bruma que irradia el sol cuando
abre su boca para abrazarnos.

Busco una isla con mi canoa pequeña,
desde mi bosque de sombras diviso
una llama mientras me ladra el mar.

 

 

 

El grito de Munch

Camino ensangrentado por el puente de Brooklyn. Acabo de cometer un crimen imperdonable. He escrito un poema bajo el cielo color sangre y se han sanado todas mis heridas.

Es la primera vez que escribo confundido en un puente de fierro partido por la mitad.

Se oye el lamento de los glaciares y el cielo tiembla. Las palabras se sobrecogen en el vacío de la ciudad, y el puente se quiebra ante la negrura de un fiordo.

Un árbol llora su soledad y yo busco mi remanso en un glaciar sin fondo.

Estoy perdido en una calle gélida de Nueva York y ningún rascacielos escucha mis lamentos.

La poesía tiene color sangre y el dolor retumba tiernamente en el corazón de todos los puentes.

 

 

 

Variación de un poema de Brodsky

Estás sentado en tu patio de la calle Jerome Road.

Afuera llueve y el cielo es una jaula.

El bosque es sólo parte de un árbol.
El patio desea un árbol de cerezos.

Tienes vino tinto, pan, cebollas.
La vajilla está lavada.

Has salido varias veces a regar todos los
árboles de la calle.

Tus vecinos piensan que has enloquecido.

Como un perro persigues el látigo de la prudencia.

Eres feliz aquí.

Octubre, 2016

 

 

 

Bryant Park
(Rascacielos izando tu corazón)

Mi nuevo canto patina sobre un sol que busca su hueco
entre el viento blanco.

Camino radiante por el parque soleado lleno de tiendas
tomándome un té negro para no desfallecer de frío.

Rascacielos izan su corazón impuro a las alturas.

Nazco por la corriente que canta alegre la ciudad: las
muchachas a coro endulzan el aire con sus botas
largas y sus hermosas cabelleras tiritando bajo cero.

Camino radiante con la poesía del brazo por el Parque Bryant
repitiendo la composición azul-gris para comparar sus efectos:
agua y flores han inundado el parque, como la música glacial
se inicia la primera variación del invierno.

Manhattan, enero 5, 2013

 

 

 

El Puente de Brooklyn
(primera visión) 

Hoy dejó de ser invierno por un día.

Los cables de acero se volvieron tulipanes
de primavera, y el río turbio se calentó con
las muchachas que bajaban en bicicleta a
divertirse en la ciudad. Ni el río ni el cielo
tenían apuro: la algarabía del vino crecía con
el sol y el deseo un largo y complaciente baguette.
El río bebe con el cuervo la penúltima copa de vino
tinto. Una mujer de cabello castaño largo dictaba
un poema al violeta del sol, y el río se trepaba sin
remedio hasta mis ojos descolgados.

 

 

 

Visión del paraíso
(Pinturas de Tilsa Tsuchiya)

El pez dorado mira la nube
atravesada por una rana.

Yo quiero ser el tronco que se
desplome en el vacío de la niebla,
me dice la rana.

Yo siempre salto hacia delante,
voy de prisa, pero con calma.

El sauce llora de verde la caída
de las sombras.

Hay un río que no fulgura por la
cercanía del aguacero.

En el corral están el bien y el mal
como una fortaleza de hielo.

Una mujer callada bajo la sombra
de la luna mira mi desierto.

Salpica el cortejo de la luna, su paraíso
te enceguece como un cuervo partido
por el sol.

 

  

 

La lluvia

Quiero que regrese la lluvia sin parar y deje un arco iris en mi destino. Llueve y paseo en bicicleta. Entre las calles llenas de árboles apareces para limpiarme el alma, lluvia bendita, lluvia sobre ruedas. Así, sin apuro, vuelas en tu bicicleta y entre el aguacero sale una palabra, un dolor, una lágrima. También una carcajada, otro árbol, mejor un bosque.

 

 

 

Mi canario belga y su sonata inconclusa

A mí háblenme de canarios, pero de los cantores de largo pico y cuello de flauta dulce, no del nuestro, el silencioso que solo salta y apacigua la claridad. Mi canario es el que me tiene triste este verano, pues ya no alegra a mi Analí desde la última primavera en que decidió callar sus himnos para siempre, ahora en cambio se mira en su espejo de carey todo el santo día, con sol o con lluvia, a él ya no lo emociona ni la belleza natural. De buena gana lo dejaría huir por los aires, pero temo que se me pierda por el mundo, el pobre mimado no sabe nada de pájaros callejeros, ni de vientos fuertes, ni cómo cruzar océanos y ciudades sin morir; o conquistar una canaria en los árboles inmensos, las nuevas ramas, los viejos nidos.

Este es su hogar a pesar de todo, y aquí permanecerá por años alegrando la sala con su silencio, refrescándose con sus baños en su pileta verde: el agua y el chapoteo del delirio, agua de oro en aleteo de segundos. Y ahora que estoy solo lo observo largamente, siento sus movimientos y quiero volar en busca de otra claridad, tal vez en otras tierras terminemos nuestras sonatas inconclusas. Nos parecemos. A veces nos callamos y otro es el mundo de los cuentos de hadas. La palabra y el canto, inseparables. Solo quiero pensar que volverá a cantar uno de estos días, en esta por ahora su casa, su albergue que lo espera.

 

 

 

La iguana de Casandra

Para mi hija Casandra

Presiento que extrañas los arenales del desierto. No eres feliz, aun cuando mi hija te pone en el árbol de nuestro patio para que te sientas en casa. En tu mirada veo las dunas y una luna parda volando con la arena. A veces pienso dejarte ir pero no quiero ver triste a mi pequeña niña. Siempre recuerdo cuando te escapaste de tu tanque de cristal y luego te encontré meditando encima de mi ordenador: sorprendida mirabas mis palabras con luces y escuchabas las quenas de mi grabadora Quazar. Veo tus ojos plomos en los míos y pienso en el desierto: las dunas me atraen, sus líneas son femeninas, cada trazo es el pincel de un lenguaje sagrado que vive siglos bajo el sol. Así el mundo, la lengua, el poema que no quiero ya escribir. No sé si te compraré un tanque más grande, con algunos troncos elevados o te dejaré ir uno de estos días. Creo que morirías en este zoológico humano, además nadie te daría verduras ni lechugas frescas y calor. Ya quisiera volar al bosque de tu ensueño, dejar esta prisión de silencio y entrar en tus ojos plomizos para bailar en el desierto, donde alguna vez bailaremos desnudos bajo una tibia duna.

 

 

 

-Poemas de La Iguana de Casandra. Poesía selecta (Fondo de Cultura Económica, 2021).

 

 

MAZ La iguana de Casandra

Miguel Ángel Zapata Poeta y ensayista peruano. Ha publicado, en poesía: Cancha de arcilla (2021), Los canales de piedra. Antología mínima LEER MÁS DEL AUTOR