La poesía y la música como una necesidad para sobrevivir
Por Inés Mónica Sarmiento-Archer*
iarcher@adelphi.edu
Miguel Ángel Zapata, poeta y ensayista peruano, autor de Lumbre de la letra (1997), y El cielo que me escribe (2002), reflexiona sobre la poesía, sus hacedores, la música, y ciertas tendencias de la nueva poesía peruana e internacional: “Me imanta la poesía y la música como una necesidad para sobrevivir”. Dirige la Maestría en Escritura Creativa y ejerce de profesor de literatura latinoamericana contemporánea en Hofstra University, Nueva York.
En el 2019 publicó una antología de la poesía de Blanca Varela: Degollado resplandor. Poesía selecta 1949-2000 (Santiago de Chile: Editorial Universitaria/ Fundación Vicente Huidobro). También salió un nuevo libro de poemas suyos en Lima: Un árbol cruza la ciudad (Máquina Purísima, 2019), y su versión en inglés: A Tree Crosses the City (Newyorkpoetrypress, 2020) traducido por Gwen Osterwald.
MAZ ha sido invitado a formar parte del proyecto iberoamericano Brush and Pen: Images and Words / Pluma y pincel: imagen y palabra. Participan también Elena Poniatowska (México), Ignacio Ramonet (España), Carmen Boullosa (México), Javier Rioyo (España), Elicura Chihuailaf (Chile), David Unger (Guatemala), y Telmo Herrera (Ecuador), entre otros. Esta exclusiva colección de arte y poesía y otras en el mismo rubro, forma parte de colecciones importantes del Instituto Cervantes de Paris, The New York Public Library, Stephen A. Schwarzman, Biblioteca del Congreso de Washington DC, Hispanic Society, MOMA y el MET Museum. (M.S.A)
Su trabajo de investigación es muy amplio, abarca poesía del Modernismo hasta la actualidad, así como también poesía europea y norteamericana. También estudia las artes visuales, la música y la literatura fantástica. ¿Cómo se relacionan sus intereses académicos entre sí?
Me interesa la poesía y la música como una necesidad para sobrevivir, para respirar. Escribo notas o ensayos esencialmente sobre poesía y artes visuales. No me atrae la idea de teorizar sobre la poesía, pero si descubrir su esencia más escondida. Por mi gran imantación por la pintura, he escrito y publicado algunas notas sobre pintores de mi preferencia, y también sobre la relación entre la poesía con la pintura y la fotografía. Son ríos que se juntan en un vértice. Escribir poesía, y sobre poesía y arte, es una danza inseparable en mi vida de escritor.
¿Se siente un exponente de la generación del 80 en el Perú?
Comencé a publicar mis libros de poemas a principios de la década de 1980. Mi primer libro de poemas se publicó en Madrid en 1984. Esto no significa que pertenezca a una generación en particular, eso de verdad me tiene sin cuidado. En el Perú, hay un grupo de poetas y críticos que están obsesionados con dividir a las mal llamadas generaciones de poetas por décadas, lo cual no tiene ningún sentido. Una generación, a parte de las posibles coincidencias en la edad, debe compartir alguna convicción muy particular por la poesía, que sea distinta a otras, algún fervor disonante que caracterice a ese grupo de poetas. Una generación de poetas no existe tan solo por el bar que frecuentaban ciertos poetas para celebrar la bohemia o la poesía. Una generación va más allá de estos moldes arcaicos y en desuso. Aun así, hay ciertos grupos de poetas en el Perú que desean adquirir cierta notoriedad justamente por sus actividades “grupales” y no por la calidad de sus poemas o libros publicados. De esta manera tratan de diferenciar el estilo de los poetas que publicaron en distintas décadas como si fuera una moda publicitaria. Al final lo que queda es la buena poesía, lo demás es solo un ruido punk. Ni Vallejo ni Eguren pertenecieron a ninguna generación con nombre propio, y, aun así, los seguimos leyendo y son nuestros maestros. Prefiero navegar contra la corriente y ser una isla fértil en medio del desierto. Además, vivo ahora en una isla bastante larga.
En su obra poética vemos una presencia fuerte de la naturaleza. ¿Cómo se representa el lenguaje de la naturaleza?
La naturaleza tiene su propio lenguaje, habla sola y te dice algo. Escribo influenciado por la espiritualidad de la naturaleza. Frente a mi pequeño estudio tengo una ventana desde donde veo una hilera de pinos, y un gran árbol detrás. He escrito poemas sobre esos pinos, y sobre la variedad de árboles y flores. Les he puesto nombre propio a mis árboles: son míos, lo mismo que sus ramas en todas las estaciones del año.
¿Podría hablarnos de Un pino me habla de la lluvia, Ensayo sobre la rosa, y su reciente libro Un árbol cruza la ciudad?
Un pino me habla de la lluvia apareció en Lima en 2007, y Ensayo sobre la rosa, es una antología de mi poesía de 1983-2008 (Lima, 2010). Un árbol cruza la ciudad (Máquina Purísima, 2019) es mi libro más reciente. No escribo libros de poemas por temas, pero siempre, claro, hay recurrencias como la presencia de la naturaleza, tu barrio, tus hijos, el revoltoso amor, y el entorno que te ha tocado vivir. La poesía saca de esos troncos, de esas hojas, lágrimas y alegría, también sueños y amor, y mucho erotismo. En Un pino me habla de la lluvia las palabras salen desde adentro para conocer la verdad del agua. La lluvia siempre sube, nunca baja. También hay varios poemas que tienen que ver con la presencia de mis hijos cuando eran pequeños, el desierto, el clima seco, y la supervivencia de los árboles en medio de la indiferencia. Ahí hay cuervos, pájaros, perros, cerros, y puentes al revés. Le tengo mucho cariño a este libro. Ensayo sobre la rosa, es el título de un largo poema en prosa dedicado a la rosa como símbolo de una belleza mundana, y también del dolor, pero también de la celebración de la vida. En Un árbol cruza la ciudad hay muchos árboles que se congelan en la ciudad, pero aun con todo la cruzan, atraviesan puentes, ríos y nevadas. Salen airosos como las sílabas y su música consternada. Hay también algunos poemas sobre pintores, parques por donde camino con frecuencia. Es un libro muy activo y ágil. Lo escribí caminando, no en la soledad de casa. Aun cuando me encanta estar solo, también me gusta el ruido de la calle, los puentes, y sobre todo caminar largos trechos cada día solo por el placer de contemplar.
¿Cree que “la música no oculta nada como las palabras”?
La música siempre te llega directamente al corazón, te dispara y te transformas. Las palabras tienen un significado más complejo, aun cuando también te producen esa maravilla llamada emoción. Borges y Vallejo lo sabían bien. Y aunque a Vallejo le hubiese importado un bledo que Borges nunca lo mencionara en sus comentarios sobre poesía, se parecen mucho en cuanto a la presencia de la emoción en sus poemas. Lo mismo que la música, la poesía debe emocionarte para ser poesía. La música para chelo me hace cambiar de estado de ánimo, es decir, reconozco la felicidad y una dulce tristeza cuando escucho algo de Elgar, Bocherini, Schubert, Vivaldi, Bach o coros del Renacimiento. Cada día escucho esta música y se me hace pedacitos de pan dulce el corazón.
¿Cómo se conceptualiza lo erótico en sus textos?
Lo erótico en mi poesía mayormente nace de experiencias personales, el revoltoso amor está vivo y vibra. No es producto de sueños ni utopías ni son exclusivamente deseos. Es el deseo consumado, el gemido hecho realidad. La tierra está llena de erotismo, y aquellos poetas que lo niegan o lo ignoran simplemente o son cucufatos o se preocupan de esconder sus más recónditas desdichas. No existe tal cosa que el deseo por el lenguaje, ¿no? Eso es una tontería.
¿El cuervo anacoreta o Lumbre de la letra? ¿Qué título es más apropiado para esta obra?
El cuervo anacoreta es mi alter ego. Tengo una plaquette que salió en Chile que se llama Mi cuervo anacoreta. A él lo hago hacer cosas inimaginables. Lumbre de la letra es la poesía, el sonido de una palabra que resplandece, que me permite vivir. Digo vivir como una lumbre permanente (con ciertas sombras de vez en cuando como es la vida), pero tratando de vivir plenamente a través de la celebración de la poesía, que es la celebración de la vida, donde no todo es solo la vida del lenguaje. Lumbre de la letra apareció en Lima en 1997.
¿El cuervo es un elemento importante de su producción literaria en general?
Sí, hay cuervos por toda mi obra poética. ¡Vuelan y llegan a casa hasta sin ser invitados! Se presentan como pájaros ardientes que me buscan para salvar mi alma. El cuervo me dice que es un cisne real, pero nadie lo reconoce.
¿Le interesa que sus versos creen paisajes sonoros?
No como Hugo Ball, pero me interesa que los árboles tengan voz, que resuenen, que el aire cante con los pájaros, y que el cielo te escriba su mejor sonido. La naturaleza tiene un silencio sonoro. El silencio también es música. Una guitarra eléctrica, un arpa, un chelo.
¿Cuáles son los canales de piedra?
Los canales de piedra es el título de un poema que escribí caminando por Venecia. Es una ciudad increíble rodeada de agua y de canales de piedra. Por ahí caminé y sentía que a cada paso una piedra vieja me guiaba por las plazas llenas de palomas. Así salió el poema, ya que iba a Venecia a visitar a Marco Polo, pero su casa estaba cerrada. Al final nos encontramos con Vivaldi y Corelli en un bar por la Plaza San Marcos.
¿A qué se debe la imagen nostálgica del mundo que se percibe en la voz poética de Periplos de abandonado?
Periplos de abandonado es mi segundo libro publicado en México. No me siento tan contento con este libro, pero ahí está. En esa época me sentía solo como un arbolito en medio del desierto, manejando mi carro azul por el Golden Gate, entre las praderas y los mares de California, totalmente perdido y sin rumbo fijo. Es difícil escribir sobre tu país cuando vives fuera, pero luego te das cuenta que tu país es más grande, que son muchos países, muchas lenguas, muchas personas afines que se sienten como tú, extraños en el mundo. Al final los nacionalismos no te sirven de nada a la hora de escribir un poema. Estamos abandonados y más solos que nunca.
¿Podría decirnos por qué el verso “hoy día es otro mundo”?
Cada día es un árbol, un clavel, un lirio y la ventana frente a mi mesa de trabajo. Hoy día siempre es otro mundo, un nuevo comienzo, nuevas palabras ajenas, otra luz que se apaga y el sol al otro lado que te dice que todavía hay una luz más potente que todos los faros del mundo. Cada día es una nueva oportunidad para aprender a vivir, y el arte y la poesía son esos remedios que te permiten ver que el mundo es otro cada día, cada minuto el mundo cambia si tú quieres que cambie, por eso la poesía existe.
¿Qué temas dominan Imágenes los juegos?
Fue mi tercer libro de poesía, salió en Lima en 1987, gracias al apoyo de Javier Sologuren, y con la música de este librito me siento más cómodo. Ahí comencé a escribir poemas en prosa con mayor frecuencia. Los temas eran la casa, las niñas, el loco amor, la naturaleza, el arte, la música, el deseo, los puentes, las ciudades.
¿Existe una relación entre los espacios que habitamos en nuestras mentes y aquellos de nuestros cuerpos?
Es inevitable. Nuestro cuerpo se mueve por los deseos de la mente, y la poesía puede hacer que tu cuerpo vuele, sienta, goce, aunque sea por un segundo. El placer, el cual es sumamente necesario y debe ser pleno, forma parte de esta vertiente entre mente y cuerpo, ambos de realimentan. La mente hace temblar al cuerpo.
¿Qué poetas peruanos sigue leyendo?
Siempre vuelvo a César Vallejo. Inclusive los poemas más complejos de Vallejo están llenos de humanidad. En “El libro de la naturaleza” me imanta ese “árbol consiente”, “técnico en gritos” cuando se refiere a un árbol como “profesor de sollozo”. Vallejo no se queda en meros jueguitos del lenguaje, o innecesarias aliteraciones, como algunos poetas de hoy que se llaman “complejos” y aman la dificultad y el sinsentido (sin sentido). Me emociona tanto como Pessoa, Elytis o Celan. Del Perú sigo releyendo también a Blanca Varela, Jorge Eielson, Carlos Germán Belli, Antonio Cisneros y José Watanabe.
¿Y otros poetas hispanos o poetas de otras latitudes?
Me interesa Darío, Huidobro, Borges, Dickinson, E. Bishop, Alejandra Pizarnik, Oscar Hahn, Paul Celan, Eugenio Montale, Alda Merini, Rilke, Brodsky, Henri Michaux, Francis Ponge, Paz, Baudelaire, Georg Trakl, Charles Wright, entre otros.
Otra de sus pasiones es la música. ¿Cuándo tiene origen está relación?
La primera música comienza en el corazón de nuestra madre. Después, descubrí la paz por primera vez escuchando una sonata para violín de Bach en una radio limeña. Era un niño de doce años. Quedé prendado para siempre. No puedo vivir sin escuchar música todos los días. Todo depende del estado de ánimo. Hay música para todo el cuerpo, para todo el espíritu. La poesía es música. Una vez leí un libro fundamental que me dio muchas visiones nuevas: La música del hombre del músico y violinista Yehudi Menuhin. Es un libro al que vuelvo siempre. Ahí descubrí que la música es tan vieja como el universo. Para escribir (música del Renacimiento, Chopin, Schumann). Cuando quiero bailar solo, un vals de Shostakovich o una aria de Pavarotti). Tampoco puedo dejar de mencionar la música afroperuana, la cual escuché desde niño en el Perú, y de adolescente aprendí a tocar el cajón peruano, instrumento de origen africano pero rediseñado en el Perú a través de los siglos por descendientes africanos. Es un instrumento maravilloso que se conecta directo con tu corazón. Las manos son el instrumento de tu corazón, y el ritmo hace temblar a tu cuerpo como un orgasmo interminable. Sigo tocando el cajón peruano, me mantiene vital y creativo.
Ha tenido algún encuentro místico a través de la música. ¿Alguna anécdota que nos quiera contar?
La música me hace literalmente volar. Soy otra persona cuando escucho música para chelo, la ternura va en aumento y tal vez llegue una lágrima dulce. Uno no puede sino bailar y llorar ante tanta belleza. El encuentro más cercano con lo invisible se me ha dado a través de la música, pero siempre es música para chelo o violín.
En su obra hay referencias al arte pictórico y escultórico, como nace este acercamiento, analiza, ¿describe o simplemente fluye la palabra?
Yo estudié pintura cuando era adolescente en Lima. Después de dos años y pico me percaté que no llegaba la anunciación que pedía a mis dedos, a mis manos. Mi imaginario se quedaba en el prurito del deseo nada más. Así que le dije a mi padre que iba a dejar la pintura. Mi padre me compraba las acuarelas, las temperas, el óleo, el papel piedra lisa y las telas para trabajar. Nunca me olvidaré de su gesto tan maravilloso. Dejé de pintar, pero mi interés hacia la pintura, la fotografía, y la escultura creció enormemente a través de los años. Ahora, cuando me quedo impresionado ante una obra maestra, trato de escribir algo sobre ella. Podría ser un poema o un ensayo breve. Rembrandt, por ejemplo, es un poeta del color y la sombra, es un pintor luminoso con cierto ingrediente de oscuridad, lo cual lo asemeja a Góngora, por el uso violento y abrupto de todos los contrastes.
¿Desde su punto de vista los encuentros con intelectuales, contribuyen al desarrollo del español en Nueva York, o de qué manera se fortalece la presencia Hispana en los Estados Unidos?
Soy una persona eminentemente social, pero no creo que los encuentros con intelectuales contribuyan al desarrollo del español en Nueva York. Prefiero el trabajo solitario de la poesía y el ensayo. Ese trabajo solitario, escribiendo aun en español, tal vez sea una contribución a la permanencia del español en una urbe como Nueva York, que es como otro país dentro de los Estados Unidos.
¿Hay una sensación de plenitud en La ventana y otros poemas? ¿cómo percibe está plenitud?
Es posible alcanzar la plenitud en la poesía y el arte. Aun con sus divergencias y transgresiones, hay un lugar pleno hasta en los rascacielos y el mar. Tu obra te puede hacer sentir pleno, pero no te la creas tanto. Ahora que mencionas la ventana, justamente es el título de un poema que escribí hace poco más de 20 años mientras caminaba por una gran avenida: “Voy a construir una ventana en medio de la calle para no sentirme solo”.
*Mónica Sarmiento-Archer, es profesora adjunta en Adelphi University, Nueva York. Doctora en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y un Máster en Literatura en St. John’s University, Nueva York. Es pintora, escultora y gestora cultural. Dirige el proyecto Bicentenario Iberoamericano / Community of the Américas, y miembro del Consejo de Queens Council of the Arts, New York.