Dice el poeta
(Traducción al español de Jorge R. Sagastume)
En picada
Esta mañana precisamente a las once,
dice el poeta,
estoy en la cima
de la creatividad literaria.
Lo podía sentir claramente,
hasta en las mismas puntas del pelo.
Pero antes de que pudiese
sacar pluma y papel,
las cosas ya se iban
rápidamente cuesta abajo.
Amigos emplumados
Desde la ventana de la sala observa,
cómo en el árbol frente a su casa
se están construyendo un nido dos ángeles.
¡Fuera, grita el poeta, desaparezcan!
Y de veras cree
en el poder de sus palabras.
Pero en realidad esas bestias sólo
se han hecho invisibles
y a diario ponen un huevo.
¿Qué hacer?
¿Qué debo hacer,
alguien pregunta,
para estar
en uno de sus libros?
Sólo escriba
su nombre en él,
dice el poeta.
En el tintero
A veces,
dice el poeta,
puedo casi
oírlos gritar,
a los poemas,
desde el fondo del tintero.
¡Sácame de aquí!
¡Sácame de aquí!
Autorretrato con botella
Ese allí, el que no tiene corcho,
dice el poeta,
soy yo.
Anatomía, poetológica
Hay días,
dice el poeta,
que él es
de pie
a cabeza
un talón de Aquiles.
Entrevista
¿Qué pregunta
le preocupa
en este momento?
alguien pregunta.
La suya,
dice el poeta.
Júbilo
Sin descanso, el poeta se pasea de un lado a otro.
Ahora comienza a trotar,
pausa y rígidamente se pavonea,
entonces se tambalea, tropieza, se recupera.
El poeta se para pegado al poste.
¡Está escribiendo algo!
Golpea con sus brazos el aire, boquiabierto.
Aúlla. Embiste en un zigzagueo.
Se saca la camisa.
Se arrodilla, arroja su cabeza hacia atrás.
Se acuesta boca abajo, se estira en todas las direcciones.
Besa el suelo, es besado por sus lectores
quienes ahora vienen corriendo de todos lados
y casi lo aplastan con el peso de sus cuerpos
que ahora descansan sobre él
como sus libros, los invendibles,
en la bodega de su editor.
Ah, los lectores
Mis lectores,
dice el poeta,
pueden en teoría ser subdivididos
en dos grupos principales.
Es decir, por un lado los
que leen mis libros
porque están deprimidos
y, por otro lado, los
que se deprimen
porque leen mis libros.
En la práctica, la verdad es que,
absolutamente nadie lee mis libros,
lo cual me deprime tremendamente.
Hacia el infinito
¿Y qué
está escribiendo ahora?
alguien pregunta.
Estoy escribiendo
lo que he estado escribiendo
desde que estoy escribiendo,
dice el poeta.
Estoy escribiendo mis últimas palabras.
Tiempo
Por varios años
él se ha asegurado estrictamente
de ahorrar cada día
al menos diez minutos de tiempo,
dice el poeta.
Como reserva para más tarde,
en caso de quedarse sin él,
y porque uno quisiera
estar allí hasta el final.