Reconocer esas afinidades
Por Inés Mónica Sarmiento-Archer*
iarcher@adelphi.edu
Mercedes Roffé es una de las voces de la poesía argentina actual de mayor reconocimiento internacional. Libros suyos se han publicado traducidos en Italia, Quebec, Rumania, Inglaterra, Brasil, Francia y Estados Unidos. En el 2017 se publicaron distintas antologías de su obra en Ecuador, Chile, México, Venezuela y Puerto Rico. En 2013 se publica la colección de entrevistas a la autora La interrogación incesante. Entrevistas 1996-2012 (Madrid, Amargord). La editorial Excursiones, de Buenos Aires, publica en 2018 su Glosa continua. Ensayos de poética. Entre otras distinciones, recibió las becas John Simon Guggenheim (2001) y Civitella Ranieri (2012). La 3ª Conferencia Global de Investigadores Universitarios sobre Temas del Mundo Hispano, 2020, con sede en Nueva York, dedica un especial homenaje a la trayectoria de Mercedes Roffé como poeta, traductora, editora y artista visual.
En ocasión de su primera muestra de fotografías en el Centro de Arte Moderno de Madrid se publica el libro de artista La línea azul (Ediciones del Centro, 2012). En 2019 aparece en Argentina Otras lenguas, con fotografías suyas y poemas de Inés Aráoz (Sta. Fe, Palabrava).
Desde 1998 dirige el sello Ediciones Pen Press (www.edicionespenpress.com) y, desde 2018, el ciclo Talking Poetics / Hablando de Poética, en la New York Public Library, Tompkins Square Branch.
P: Mercedes, eres poeta, editora y ahora hemos descubierto una nueva faceta como artista visual, háblanos sobre tu estilo, el trazo, la expresión y el carácter cromático que utilizas. ¿Dirías que tu poesía y tus obras visuales se entrelazan, y que a la vez mantienen un lenguaje propio. ¿Cómo ves tú la relación entre ellas?
Muchas gracias, Mónica, por tus palabras y tus observaciones sobre mi trabajo. Estoy segura de que aquellas personas que, como tú, conocen bien mi poesía y mi obra visual, serán capaces de encontrar entre ellas unos nexos que, aun deseándolos, a mí se me escapan. Igual, te diría, que durante mucho tiempo, me resultó muy difícil apreciar los nexos entre uno y otro de mis libros. Fue necesario que otras personas, con un profundo acercamiento a mi obra, pero con mayor distancia de la que yo pudiera tener, señalaran ciertas constantes que por cierto estaban, para que yo pudiera reconocer esas afinidades.
Algo parecido siento ahora: me es difícil determinar cuáles serían algunos rasgos comunes entre mi poesía y mis tintas o mis fotografías. Tal vez el que más claramente observo es la necesidad de encontrar siempre un estadio intermedio —artístico, plástico—, como una grilla entre la realidad y mi representación de la misma. Un estadio que siempre procede del ámbito de las artes, de la litertura, de la estética, más que de la experiencia inmediata.
Otro elemento que no podría dejar de señalar aquí, no tanto entre mi poesía y mis tintas como entre la escritura, como acto, y mis obras visuales, es la experiencia de la actividad plástica como continuación, gestual, material, del acto de escritura. No de mi poesía, ni de ningún contenido. Sino del acto de escribir. Tal vez por eso la tradición de la escritura asémica está tan presente en mi obra plástica.
P: ¿Dirías que existe una Mercedes Roffé, poeta, distinta de la fotógrafa y pintora?
Diría que existe una Mercedes Roffé poeta, que cada vez con mayor frecuencia se encuentra inclusionando en la fotografía y las tintas. Pero rara vez pienso en mí misma como fotógrafa o pintora. Y no por pudor ni por falsa modestia. Sino porque tampoco pensamos, por lo general, en Victor Hugo o en Satie como pintores, o en Paul Klee como violinista. Aunque el caso de Paul Klee es diferente, porque en él, fue su segunda vocación la que se tornó clave en su vida. Ese fue el caso también de Silvia Plath, que empezó de chica haciendo unas tintas muy detalladas. En cambio, Hugo, Strindberg, Pizarnik o Lorca o Patti Smith, siguen siendo pensados como escritores, aun cuando las obras visuales de algunos de ellos sean realmente deslumbrantes. Un caso excepcional tal vez sea el de Henri Michaux, que sin dejar de ser enormemente valorado como escritor, constituye un verdadero hito en el devenir del arte del siglo xx. Yo valoro el lugar de esas segundas vocaciones. Y cuando las llamo así, otra vez, no es que les quiera restar importancia. Al contrario. Tal vez hasta le reconozca un punto más cercano al placer, a una cierta gratuidad gozosa, lúdica, desinteresada. Hace poco me enteré de que en francés existe un término para estas áreas por las que algunas personas canalizamos algo así como un resto de creatividad, de energía creativa, paralela a nuestra actividad primordial. En francés lo llaman “le violon d’Ingres”, precisamente, porque a Ingres, le encantaba tocar el violín y parece que en su época llegó a ser reconocido también como músico.
P: Tu actividad en Nueva York es muy intensa. Desde 1998 diriges el sello Ediciones Pen Press (www.edicionespenpress.com). ¿Cómo empezaste a interesarte en publicar a otros poetas?
Pen Press es un sello dedicado a publicar plaquettes y pliegos de poesía contemporánea. Los autores más antiguos de nuetro catálogo son los poetas italianos Attilio Bertolucci y Antonia Pozzi. El primer antecedente de la colección fue una sola plaquette con poemas míos en traducción al inglés, que armé para presentar en un encuentro de traducción que se iba a celebrar aquí, en los Estados Unidos. Pero a los pocos días iba a partir de viaje a Caracas, a presentar allí la reedición chilena de Cámara baja. En casa de amigos, mostré muy informalmente la plaquette que había armado para el encuentro de traducción, y tuve la sorpresa de que dos grandes poetas venezolanas, Patricia Guzmán y Yolanda Pantin, me dieran sus propios manuscritos, incitándome a transformar esa aventura en una colección de poesía. Ese fue el comienzo del proyecto, al que luego se le sumó la colección de traducciones y la colección de pliegos. El momento era muy propicio para hacer algo así, sobre todo como manera de difundir a poetas ya reconocidxs en sus países que, por problemas de distribución, no circularan mucho en otros lados. El año pasado cumplimos 20 años y lo celebramos publicando seis nuevos títulos. A lo largo de los años, hemos tenido la alegría de publicar autores como Elsa Cross, Raúl Zurita, Soledad Fariña, Anne Waldman, Frankétienne, Roberto Piva, Marina Arrate, Ann Lauterbach, Dane Zacj, Vénus Khoury-Ghata, Rosa Chavez, Ioan Es. Pop, Hélène Dorion, Víctor Toledo, Amelia Rosselli, Luisa Futoransky… Nuestras plaquettes fueron las primeras publicaciones en español de muchos de los poetas que tradujimos. También pueden ver en nuestra página web que la lista de traductores a los que hemos invitado a colaborar es tan brillante como la selección de poetas.
P: Desde 2018 diriges el ciclo Talking Poetics / Hablando de Poética, en la New York Public Library. ¿Cómo surgió ese ciclo y en qué consiste?
Curiosamente, el ciclo se inició en el Centro Cultural de España en Buenos Aires, con el título Retrospectivas. Lo que me interesaba entonces, y lo que sigue siendo el eje de las reuniones que celebramos ahora aquí, en la New York Public Library, es que los artistas visuales y escritores invitados desarrollen ellos mismos, a través de una presentación oral y un power point o un video, una retrospectiva de su obra. Es decir, que en una hora u hora y media nos permitan acceder a las distintas etapas, a las distintas estéticas, por las que fueron pasando. Al pensar el título en inglés y en español (cuando lo lanzamos aquí, junto a la escritora y gestora cultural basileña Ana Rusche), se perdió el nombre “retrospectivas”. Pero no se perdió la idea del recorrido de un/a autor/a o artista por su propia obra —lo que sigue siendo la característica clave del ciclo.
P: ¿Cuándo y cómo surgieron las primeras experiencias con la fotografía?
Me resulta difícil fijar una fecha. Sobre todo porque antes de mostrar la primera serie de fotos que consideré mostrables, hubo muchos tanteos. Esa primera serie terminó siendo el material de una muestra individual en el Centro de Arte Moderno de Madrid y del libro de artista The Blue Line, que publicó del Centro Editores. El título, La línea azul, alude a la continuación de la línea de subte que recorre el lado Este de Nueva York, por donde yo vivía entonces. Las fotos se inician con las marcas en el piso que hicieron los trabajadores para indicarse unos a otros por dónde empezar la contrucción: dónde era seguro taladrar, dónde no; dónde se toparían con una cañería o con un tubo de gas.
Casi al mismo tiempo de fascinarme en Nueva York con esas inscripciones, descubro en Madrid y en Barcelona la irrupción de graffittis que durante años afectó particularmente ciertos barrios. No hablo de la actual valoración del arte callejero, con sus autores, sus permisos municipales, sus derechos… y el beneplácito de los propietarios que autorizan y promueven la intervención de sus fachadas. Hablo de un fenómeno social, particularmente relacionado con el fenómeno migratorio, que “se inscribió” —literalmente— en las vidrieras y las puertas de las casas y las tiendas de algunas de las zonas menos privilegiadas de la ciudad. Las fotografías que tomé de esas inscripciones —no carentes de violencia muchas de ellas— pasaron a formar parte de un segundo proyecto, que fue el libro The Eye You See (una frase que, a pesar de estar en inglés, viene del poema de Antonio Machado “el ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas / es ojo porque te ve”), una selección del cual se reprodujo el año pasado en Argentina, en el libro Otras lenguas, con fotografías mías y poemas de Inés Aráoz.
Si, en el 2012, se comentó que las fotos de las marcas gráficas en el suelo de Nueva York hacían pensar en algunas obras de Tapiés y otros informalistas, las graffittis de los barrios de Madrid y Barcelona me llevaron, más bien, a trabajarlos a partir de la memoria de algunas obras del expresionismo abstracto. Como te decía, es como si por lo general tendiera a buscar algún tamiz que me permitiera trabajar mis fotos a partir de ciertos cánones artísticos ya muy reconocidos.
P: Vemos un paisaje muy personal de texturas y cromática terrosa en tu obra artística. ¿Ha influido la ciudad de acero en la percepción del color y las texturas?
Sé que hablé de mis primeras fotos, propuestas casi por un momento especial en la construcción de la ciudad, y luego de otra inspiración que me ofrecieron otras ciudades a partir de los graffittis que inundaron algunos de sus barrios. Pero los dos fueron proyectos de un cromatismo bastante intenso. Creo que tu pregunta ahora se refiere más bien a mis dibujos. Y ahí, claro, lo que impera es esa uniformidad cromática a la que recurro a menudo y que no asocio tanto a la ciudad, como a la fascinación por ciertos materiales: en principio las tintas, entre las que suelo elegir las ultra black, que son intensas pero mate, y que combino a veces con acrílicos en distintas calidades de negro también, pero más consistentes y lustrosos. Ahora, precisamente, estoy trabajando en una serie de fotografías y otra de dibujos, ambas inspiradas en las tintas de Victor Hugo. Allí lo que impera es el sepia oscuro. Creo que son esos los fondos terrosos a los que te referías.
P: Si tuvieras que describir la ciudad a partir de una característica cromática y a través de texturas, ¿cómo describirías a Manhattan?
Texturas: la del vidrio y la del hierro, claro. Color: plateado mate, como de alpaca. Una gama que iría desde un anochecer lluvioso sobre el Hudson, hasta el perfil diamantino del sur de la ciudad desde el Seaport en pleno mediodía.
Pero cómo pensar Manhattan sin todo lo demás que también es: el color ladrillo del West Village, el verde intenso del Central Park en verano, los ocres de las hojas en otoño, el entramado renegrido de los árboles y las lucecitas bordeándolos en la estación de las fiestas, la nieve cubriéndolo todo —excepto, como en un sueño, la cúpula del Metropolitan, protegiendo los Chagalls…; los rosados crepúsculos de junio sobre el East River, intensos como fuego. ¿Y de qué color diríamos que es el cartel más grande, más ominoso, de Times Square? Y todos los colores que hay dentro del Met, del Whitney, del MoMa, de la Frick Collection, del ICP, del Jewish Museum, del Guggenheim, y de todo Chelsea y todo el Upper East Side, ¿no cuentan? ¿Esos colores no son Manhattan? ¿La ciudad sería Manhattan sin ellos?
P: A propósito del uso de las nuevas tecnologías en la educación, en la promoción cultural, en las relaciones sociales, especialmente a partir del momento en que se declaró la pandemia, ¿cómo sientes que ha influido en tu vida?
En cuanto a cierta parte de mi trabajo, no he notado un gran cambio, porque vengo dando talleres de escritura online desde hace varios años. Así que en ese aspecto, me ha sido posible seguir con mi rutina. En otros ámbitos, siento que me ha facilitado el contacto con amigos y colegas con quienes comparto algunos proyectos. Por ejemplo, acabo de terminar un libro en colaboración con la artista visual Marta Borel Urtubey. Un libro en el que, desde Buenos Aires, Marta aportó dos series de collages y yo, desde NY, dos series de textos, cada uno relacionado con una de sus obras. También acabo de darle un impulso bastante notable a un significativo a un nuevo fotolibro, para el que he recibido una enorme ayuda a través de videollamadas. También estamos avanzando otros proyectos interesates de manera virtual.
Claro que se extraña salir y encontrarse con amigos. Pero la verdad es que la vida social en Nueva York tampoco es tan activa como en otras ciudades. Los encuentros no son tan frecuentes ni nos reunimos con tantos conocidos. Así que, claro, se extraña a los tres o cuatro amigos con quienes solía encontrarme. Pero saber que están bien ya es suficiente alegría. Mejor seguir cuidándonos un tiempito más.
P: ¿Consideras que el cambio que se produjo en las redes sociales en estos últimos meses es positivo para la promoción de los poetas y artistas?
Hay algo muy profundo que me impide reconocerle ningún beneficio a la pandemia. Aun si hubo alguno, el precio fue demasiado alto. Lo cual no quiere decir que no sea admirable la manera en que todos conjugamos fuerzas, ingenio y buena voluntad para hacernos la vida mutuamente más cordial y humana en condiciones tan adversas.
Es probable que a algunos poetas nos hayan invitado a enviar videos o a participar en lecturas con una frecuencia mayor a la habitual, o que poetas que vivimos en distintos países hayamos podido compartir una lectura por zoom. Pero en todo eso aprecio más el cuidado, el interés, el cariño, las ganas de estar cerca, que algo que pudiera asociar con una tarea de promoción. No hay que olvidar que al mismo tiempo que fuimos creando y aceptando esos paliativos, se cancelaron infinidad de festivales y de encuentros internacionales. Las librerías estuvieron cerradas casi tres meses. Las editoriales sufrieron tanto en el ritmo de ventas como en el de la producción de nuevos títulos.
Creo que para los artistas visuales la situación ha sido distinta, pero tampoco necesariamente mejor. Es verdad que muchas muestras y ferias de arte han pasado a alguna forma de edición virtual. Pero la relación física con la materialidad de la obra solo en casos muy contados es reemplazable por el acceso en pantalla. Ni hablar de las relaciones profesionales que pueden establecerse en vivo en una galería o una feria, entre los curadores y entre los artistas. Lo mismo que el intercambio de libros, la posibilidad de compartir proyectos, y la calidad del acercamiento humano, no es igual en el marco de tres o cuatro días de convivencia en un festival, que en sucesivas sesiones de zoom o jitsi.
Es decir, no dejo de felicitarnos a todos los que estamos haciendo de estos meses una experiencia vivible, valiosa, intensa. En este sentido, creo que la tecnología nos ha ayudado a crecer muchísimo, especialmente en flexibilidad. Por lo que estoy segura de que muchos de estos recursos seguirán entre nosotros como una opción más una vez superada la emergencia. Lo que no creo es que lo que estamos viviendo a través de Internet sea necesariamente mejor que una clase, una lectura o un vernissage a la antigua usanza.
P: Has mencionado algunos de tus proyectos actuales en el ámbito de las artes visuales. ¿En qué estás trabajando ahora, en el área de la escritura?
Acabo de dar por terminado un manuscrito, un nuevo libro de poemas, que dejé descansar mucho tiempo. Y estoy empezando otro libro, probablemente centrado en poemas ecfrásticos, aunque todavía no es seguro que ese vaya a ser el único eje. También estoy terminando mi segundo libro de micro-ensayos: una especie de continuación y variante de Glosa continua.
-Para leer más sobre la autora, ver https://www.bicoa.org/global-conference/conference-2020/special-events/mercedes-roff%C3%A9
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*Inés Mónica Sarmiento-Archer, es profesora adjunta en Adelphi University, Hofstra University, Nueva York. Doctora en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y un Máster en Literatura en St. John’s University, Nueva York. Es pintora, escultora y gestora cultural. Directora de bi/Coa: Base Intercultural / Community of the Américas, y miembro del Consejo de Queens Council of the Arts, New York