Marisa Martínez Pérsico

Desarraigo y otros textos

 

 

 

 

EL ORIGEN DEL MUNDO

Cierra los ojos.
Viaja conmigo en el extenso
territorio del instante.

Quiero sentir las hojas que crepitan
bajo el peso ondulante de tu cuerpo.

¿Cuáles fueron
tus rutas y tus árboles?

La forma triangular de las encinas
se remonta a los ciervos
que salen a pastar por las mañanas.

Si cada libro que se abre
se parece a los muslos
de una mujer desnuda en un museo,
lo que tengo de fuente
lo he aprendido en tus labios.

Ese modo apacible de beberme.

 

 

FRANCOTIRADORES DE SARAJEVO

¿Por qué no vamos
de vacaciones a Bosnia?
Ha sido tu pregunta
de estos años.

Hojeabas la revista Bell’Europa
y andabas por la casa
con un cuadro
del antiguo cementerio judío.

En la foto de la tienda
que reza Cvjecara
las flores germinan en la roca
a través de los impactos
de mortero.

Hay orquídeas en venta,
para los amantes
y los muertos, me decías.

¿Por qué no organizar
un viaje a Herzegovina,
este verano?

Estabas triste a destiempo.

Por entonces
eras solo un muchacho
de familia opulenta
que franqueaba el confín

de los Balcanes
por tumbarse en las playas
sin bombas del Egeo.

Pero es fácil ser lírico
con la tragedia ajena.

Pavonearse entre los símbolos
con temas prestados
sin usar las rodillas
como patas de perro
por burlar a los maquis
del Bulevar Selimovica.

¿Por qué no vamos a Mostar,
aunque sea unos días?

Yo tenía trece años.
El padre de mi amiga
amanecía pegado
a una emisora europea
para oír del asedio,
de su hermano en Markale,
de esa Miss Universo
coronada en un sótano.

Yo escuchaba The Cult
en la otra sala.

La pureza no duele
cuando el mal no nos toca.
Después de Sarajevo
no es posible mirar una criatura
sin vendarse los ojos.

No volviste a insistir.

La llevarás, ahora, de la mano
al osario de tórtolas
del cuadro.

Y todo está en su sitio,
amor,
no te disculpes.

Yo tendré otras montañas.

 

 

LA TRAPECISTA DE ESCHER

Tambalea
en la acrobática cuerda del deseo.

Langostas de papel pegadas a los muros
que rompió a arañazos para sostenerse de algo
mientras él la quería.

Amar es caer.

Se vive fingiendo el equilibrio.

 

 

DUNAV SAVA

Pasan los pinos azules de Belgrado.

Desde su último invierno,
a través del ramaje de otra lengua,
me saluda mi padre.

No habré cambiado mucho en estos años,
más allá de una hija
cuya vida no acertó a murmurar.

Debajo del collar de las bocinas,
por el vidrio que esboza un pentagrama,
el ayer es un libro que comienza.

Quién dijera:
convocar dos recuerdos que no pueden hablarse
en mi mesa de tres del pensamiento.

El viajero de enfrente me sonríe,
por sus ojos desfilan memorias del futuro.
Mi hija observa, también, por la ventana.
¿En qué distante mundo
se ha sentado a evocarme
mientras mira los pinos de otro cielo
que transcurren, copiosos de avutardas?

Hemos llegado a la estación. Se desvanece
el coloquio familiar. Nada es distinto.

Tal vez lo que importa del paisaje
es merecer un asiento en la memoria
de alguien que nos quiso
cuando estamos ausentes.

(De El cielo entre paréntesis, 2017)

 

 

LJUBLJANICA SAVA

Se esfuman ciertos gestos
del crucero que hicimos por Ljubljana.
Las sensaciones aéreas,
cómo el viento jugaba con mi falda,
cómo el agua cantaba en movimiento.
Allí toqué,
por un segundo,
el alfiler agudo de la dicha,
pero fue tan leve al tacto
que lo perdí al doblar el primer puente,
donde aprieta el pasado
como un zapato antiguo y defectuoso
que aún quisieras ponerte.

 

 

DESARRAIGO

Aquí me rindo, tendida a tu derecha.
De todos los rincones del planeta elijo tu hombro,
sin más norte que el sur de mis recuerdos
a pesar de esos pájaros de leche
y el huso horario
que me arroja de fauces al futuro
como se echa una piedra
en un estanque sin fondo.

(De La única puerta era la tuya, 2015)

 

 

Marisa Martínez Pérsico (Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina, 1978). Poeta, traductora del idioma italiano, investigadora y profesora universitaria radicada en ... LEER MÁS DEL AUTOR