Mario Luzi

Huésped clandestino

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

 

He aquí la tormenta,

ya está en el naranjal

entre sus frutos, sus ramas.

Furioso el jazmín,

a intervalos en aquella ráfaga

aguza su perfume,

exacerba su llamada.

Del todo agoniza el jardín

que, él, desde la glorieta,

roza apenas

con sus ojos de sultán

acostumbrados a las estaciones,

a sus engaños, conscientes

de las muchas turbaciones

del único principio. Ibi ipse est.

 

 

*

 

Acaece, se transforma

en porvenir el acaecido tiempo.

Es cierto, se percibía

a veces el testigo

relevado en la carrera

entre atletas poderosos

en la pista de aquel campo‒

 

pero, ahora

¿qué era

de sus negros pesares,

de sus destellos de alegría?

disueltos en aire, acabados

en nulidad‒ o los descifraba

a título de justicia

un libro, una inescrutada matemática

encaminada a la equidad…

 

 

*

 

Desde el porvenir ‒así los ve, ahora,

a sus iguales, a sus consortes.

Helos aquí, los tiene enfrente

en aquella castidad

niña de la pintura.

No eran emisarios,

ésos,

o embajadores

de nadie en el mundo,

estaban allí, suspensos,

entre gracia y deseo,

presentes en el perpetuo evento:

mejor dicho… eran reyes

ipsius quisque sui, cada uno

dentro de sí,

porque ya nunca revocable

de lo vivo de la escena,

porque había sido.

Porque era.

 

 

*

 

¿Adónde va el movimiento?

¿Dónde está la quietud

universa de las cosas?

Expande,

mensajero, un claroscuro

de regla superna

y de misterio.

En su hora

sale del contraluz

de la parte del mar

y de la desembocadura, en vuelo

a flor de agua‒

así remonta el río

con la fuerza

tranquila de las alas

y de las ancas,

así enfila

las arcadas de sus puentes

hacia oriente,

la pobreza,

la fuente.

¿Es el sentido, aquél, o un paso de la perpetua danza?

 

 

*

 

Siesta bajo la piedra.

Es el verano. Es él,

siente, lo es,

empinado, perdidamente. Lo funde,

dentro, en lo hondo

su propio instante.

Puro todo arde,

Se carboniza, flagra.

Sombra a plomo, avara,

desnuda tierra hendida.

Se desmorona, se pulveriza.

Llama, boca de horno,

no para aniquilar,

para regenerar

vida desde las cenizas.

Y nosotros dentro de aquel fuego

resinas destilando, oh

liberación de las cortezas.

 

 

*

 

Despojó, tarde obscurecida,

casi procelosa tarde,

de toda lumbre

de azul

la atmósfera

de hora en hora

demasiado negra…

 

sustrajo de aquella mezcla

de lóbregas oscuridades

en el aire

el azul turquí y el violeta,

fue negro, negro negror

pero con ojos de aguamarina

el monstruo que clausuró la jornada:

mas no como amenaza,

novísimo preludio

a cuál de nuestras

inmemorables aventuras.

 

 

*

 

Es tarde.

El final del día se aproxima,

Ya se oscurece

la abierta orilla densa de hierba

dejada por los que regresan,

anochece

el semidesierto paseo del río.

Es perezoso

el agua, el corte

de una extrema oblicua lumbre

desde poniente

trastorna

aún su fundido plomo.

Adiós, ¿adónde vas, día?,

¿adónde te acompaña el río?

Los une, los empareja

una sola inmutable andadura

al día y al río

hacia la anulación

y hacia el gran regreso

a la cabeza de la mañana

que todo lo reconquista y todo lo alumbra.

 

 

*

 

HUÉSPED CLANDESTINO

 

Atardeció, se estrechó

la ciudad entre sus montes,

cobró un aire

excitado como para trastornar

sus arterias, sus encrucijadas,

sus descensos

a los senos de sombra, sopló

en el paseo del río

las enfebrecidas lámparas.

¿Quién era el que venía

a qué encuentro

con el pasado o el presente?

huésped

clandestino

o mensajero

disimulado en sus tabernas

antes del gran anuncio

o profeta desde las entrañas

de su todavía no curada historia

¿para despertar los eventos,

hacerlos presentes?

Tal vez no, en la sombra de la tarde

una sombra transitoria

desde la nada a la nada de su memoria…

 

 

Mario Luzi Nació en Castello (Florencia) el 20 de octubre de 1914. Pasó su primera infancia cerca de Siena y en 1919 se fue a vivir a Florencia donde ... LEER MÁS DEL AUTOR