Mario Bojórquez

Memoria de lo vivido: rosa de los vientos

 

Por Adalberto García López*

 

 

            Martin Heidegger en su conferencia sobre Friedrich Hölderlin en Roma por el año de 1936, sostenía que la poesía es la palabra puesta en la historicidad del hombre. Antonio Machado cuando es Juan de Mairena dice que la poesía establece un diálogo del hombre con su tiempo. Lo que ambos autores nos dicen es que la poesía sirve como un testimonio, el más íntimo y sentido, con el que contamos para afrontar la muerte, para establecer una conversación con las futuras generaciones a las que ofrecemos la suma de hábitos, conocimientos, noticias, historias, que nos han heredado a nosotros.

            La poesía de Mario Bojórquez ha encontrado siempre en ese sentido su mayor propósito. Memoria de lo vivido es la búsqueda que la poesía tiene con aprehender un instante, con servir como un vehículo de comunicación, comunión entre los hombres. Este volumen reúne cuatro libros en un periodo de diez años: el primero data de 1999 y el último en 2009, según sus primeras ediciones. Ya una antología previa, que apareció en 2012, trabajaba sobre ese concepto: El rayo y la memoria contempla la fugacidad del rayo y la capacidad aprehensiva de la memoria. Por supuesto, este título nos remite también a la mitología griega: todo poeta era un ser que tenía la gracia de las musas, éstas son hijas de Zeus (el rayo) y Mnemosina (la memoria), por lo que cualquiera que se jactara de escribir poesía debía contar con estos dos favores de los dioses y sus hijas. También Aquí todo es memoria, antología que se publica en Colombia por el año 2016 y que reúne una generosa parte de su obra publicada, recoge esta preocupación de lo que se recuerda. Para esta antología hay una continuación con esta idea: lo vivido es el rayo que se recuerda, la memoria es el punto desde el cual se parte. La insistencia de estos conceptos nos remite, creo yo, a lo que Octavio Paz dice que es un autor: ante todo un universo verbal.

            Mijail Lamas acertadamente ya anticipaba en el prólogo de El rayo y la memoria este periodo que conforman estos cuatro libros: Diván de Mouraria (1999), Pretzels (2005), El deseo postergado (2007) y Y2K (2009). Si Bojórquez desde el inicio de su carrera había demostrado ser un poeta de múltiples registros, arriesgado en sus búsquedas estéticas, conocedor de la tradición literaria, este periodo potencia el poeta que era: se convierte en uno de los poetas más importantes de su generación en la lengua española. Cabe resaltar que los libros de Bojórquez han encontrado el cobijo de los lectores, pues han encontrado la reedición no sólo en México, sino en España, Argentina, Colombia, además de la traducción parcial al alemán, ruso, griego, catalán, macedonio, lituano, rumano, serbio, chino, árabe, kurdo y de manera íntegra al inglés, francés, italiano y portugués.

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            A finales del milenio Mario Bojórquez se encuentra en Lisboa trabajando en la difusión de la obra del poeta Francisco Cervantes. Por esos días la Casa Fernando Pessoa decide publicar, en una versión bilingüe, Diván de Mouraria, amalgama de las tradiciones galaico-portuguesa y mozárabe y, por supuesto, la obra de Federico García Lorca, principalmente su Diván de Tamarit, donde también resuenan algunas influencias como las de este libro.

            Diván de Mouraria es una precisa exposición cartográfica de nuestras emociones humanas. Un libro que bajo el modelo árabe de las gacelas y las casidas nos sorprende con la precisión descriptiva en las diversas emociones, desde las fragilidades del espíritu hasta las más enconadas pasiones, pasando por los más viciosos estados de ánimo. Por un lado, las gacelas apuntan a la reconstrucción del mito de la cierva de Cerinea, tercer trabajo de Heracles, como el amor huidizo, por el otro, las casidas son una modernización de un Tántalo que posterga su deseo.

            Desde sus primeros trabajos, Mario Bojórquez se distinguió por su gran técnica para la construcción de metros impares cercanos a la silva castellana, principalmente el heptasílabo. Si en Contradanza de pie y de barro nos enseña un verso dinámico, productor de sentido, en Diván de Mouraria y los siguientes libros no abandonará esta posibilidad. Así tenemos la “Gacela del frágil costillar”, una estrofa de versos pareados que asumen la débil fisonomía ósea, o “Casida del odio” donde hay una anáfora dinámica, es decir, la alteración sintáctica en la que no se modifica la estructura gramatical, que da inicio a cada stanza. O bien, en la coda de dicho poema, se acude a la prosa para retratar la asfixia, la congestión anímica que produce el odio:

y sentimos la sangre contaminada y honda a punto de saltarse por los ojos, las mandíbulas truenan y mascan bocanadas de aire envenenado y la espina dorsal, choque eléctrico, piano destrozado y molido por un hacha y los vellos, las barbas y el escroto, se erizan puercoespín y las manos se hinchan de amoratadas venas, el cuerpo se sacude convulsiones violentas y todo dura sólo, apenas, un segundo y una última ola de sangre oxigenada nos regresa a la calma.

            Como un ejercicio cartográfico diferente, Pretzels se desarrolla como un diario de viaje en Nueva York en el que los espacios no son el principal foco de atención, se trata más bien de la relación entre el que escribe y lo que mira, es un ejercicio de mirar primero y, posteriormente, nombrar  lo que se mira. “El ojo limpio ocurre / no la imagen, la vista.” dice en “Times Square”. Hay la sintonía con Álvaro de Campos cuando explica la verdadera enseñanza de Alberto Caeiro: mirar con ojos limpios lo natural o lo artificial. Entonces durante todo el libro leemos las implicaciones anímicas entre el espacio y quien lo habita. Nombrar lo que se mira o nombrar desde lo que se mira, “Brooklyn Bridge”, el primer poema del libro, justamente anota esta preocupación: el puente más emblemático de Nueva York como una alegoría del ejercicio poético, de la posibilidad de nombrar las cosas.

            A lo largo del libro encontramos poemas que van desde reflexiones históricas, sociales, dudas metafísicas, deslumbramientos de situaciones cotidianas. Tomar un espresso en el SoHo permite reflexionar sobre la vacuidad de la vida desde los amigos; ir a comer pato resulta una revelación poética con los secretos culinarios de un viejo cocinero; visitar el Museo Guggenheim revela un espeso autorretrato en espiral; seguir los pasos norteamericanos de Walt Whitman deviene en crítica literaria y la reflexión histórica entre México y Estados Unidos.

            Similar a los casos de José Juan Tablada, Federico García Lorca o José María Fonollosa, el libro también se inserta en la tradición del poeta hispanoamericano que en Nueva York encuentra el símbolo de una modernidad avasallante, que bien reúne la maravilla de un tiempo nuevo y la aversión del consumismo o el feroz capitalismo.

            Un par de años después, en 2007, Mario Bojórquez obtiene el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, con El deseo postergado, lo que significó que fuera el primer sinaloense en obtener este reconocimiento. Después en 2012 obtuvo el Premio Alhambra de Poesía Americana lo que permitió su publicación en España e Italia. Creo que la crítica literaria no ha alcanzado a descifrar todos los signos que envuelven a este libro: el complejo vínculo que establece con Hugo Vidal, heterónimo de Francisco Cervantes; la actualización del tópico renacentista de la execración; la aglutinación de metros impares y su posible escansión en varias medidas; el hipérbaton, el leixaprén y un tono popular que vuelven a éste un texto barroco por la fusión de modelos de las dos orillas del Atlántico.

            Concentrado en la procrastinación, la incapacidad de concretar las acciones que debemos realizar, otra vez se vislumbra de fondo la figura de Tántalo que estira la mano y no obtiene lo deseado. Recordemos a Amado Nervo: “El deseo es un vaso de infinita amargura”. El deseo no concretado es un adentrarse en el abismo que hay en el alma humana, es la condición atroz que obliga a repetir su sentencia para sí mismo:

Quieres llorar porque no tienes
Una frase de aliento que dispense
La ruina de tus huesos
Que sostenga tu espalda
En el abismo de la silla
Consumido tu corazón
Por sangre vuelta agua
Desastrado en su pulso
Te tiembla una pestaña

            De esta fisura emotiva se despliegan una serie de temáticas: el retorno como una posibilidad de juicios negativos o desprecio, el inexorable paso del tiempo, la flaqueza de los intentos por cambiar el rumbo de lo vivido, la negación del amor, el destierro propio como única redención posible, el desastrado corazón que busca seguir en pie.

            La enunciación del libro se sostiene en una falsa segunda persona que hace que el reclamo adquiera mayor intensidad; bien apunta Alí Calderón cuando dice que la poesía de Bojórquez es una poesía del fervor: en el “Laudo”, por ejemplo, la falsa segunda persona permite que haya un ritmo y una intensidad in crescendo hasta tocar alturas insospechadas y como decía José Vasconcelos nos hace poner de pie alzando “el ademan y la figura”. Se trata pues, de un texto renacentista que ahora, en vez de recibir el juicio de Dios, soporta el propio que es el más cruel, el menos misericordioso.

            Por último, cercano a las poéticas del riesgo, Y2K se sitúa en el fin del milenio, en el error de los sistemas computacionales, en el fin de la Historia y el principios de las mínimas y múltiples historias. Es al mismo tiempo una elegía y una celebración de este tiempo distópico. El hombre que iba a encontrar la felicidad, según Filippo Tommaso Marinetti, es ahora manojo de tristezas y sueños rotos, un ser arrumbado en la promesa del progreso. Tras ese fracaso de la utopía, la pregunta sería: ¿cómo debe la poesía cantar este tiempo posmoderno después de la caída del muro de Berlín?, ¿cómo cantar en tiempos de MTV y el internet?, ¿cómo cantar si las relaciones personales se reducen a gestos cibernéticos? Un más pesimista José Emilio Pacheco decía que todo hombre en México nacido después de 1914 era infeliz. Por todo eso es una elegía, ¿y por qué la celebración? Porque no hay mejor tiempo para vivir que el actual. No hay mejor forma de retar el tiempo que subvertirlo, vivir en él y cantarlo. Bojórquez encuentra una respuesta a esta interrogante de cómo cantar estos tiempos posmodernos:

Necesitamos una nueva poesía que hable sin vergüenza
De lo que pasa y no se trata
Sólo de escribir bien metrado un soneto
Sino decir en serio,
Desnudo ya de imágenes,
El tiempo en que me veo en tu acera cantando con mi jersey a rayas
Aquella serenata napolitana que el maestro Bandrich me dio con notación en el Dorado

            Siguiendo en diálogo con las ideas futuristas de la simultaneidad y la velocidad en las cuales se ve envuelto el tiempo, el libro materializa en el lenguaje estos dinamismos con los que percibimos el tiempo actual. Hay saltos temporales de un verso a otro, la enunciación adivina líneas paralelas a los acontecimientos, está también el caos, la polifonía. Juntando diferentes estratos socioculturales, los poemas retoman nociones de los años noventas: la cultura pop de la televisión y la música, los nuevos lenguajes digitales, mezclado con las preocupaciones literarias y artísticas, así como otras obsesiones del autor como los vínculos de una lengua a otra.

            Cuando decimos que Diván de Mouraria es la exposición de un sentimiento y El deseo postergado es su invocación, debemos decir que Y2K es la personificación, el testimonio personal de ese sentimiento, es decir, en Y2K se asoma la misma fisura que da paso a distintos males igual que en El deseo postergado. Nos queda, por lo tanto, un sentimiento y un tiempo vacíos, nos queda “la desvencijada ventana sin paisaje de lo ido”.

***

            En 1504, el cartógrafo portugués Pedro Reinel, en una carta náutica, dibuja la primera rosa de los vientos, símbolo que divide en cuatro el horizonte y que sirvió para dar trazo al globo terráqueo y no extraviar el rumbo. Estos cuatro libros son, de alguna modo, una rosa de los vientos. A cada punto cardinal hay uno opuesto; así podemos decir que en este periodo en la obra de Mario Bojórquez existe una escritura paralela o secundaria que obedece a exploraciones diversas. Como Norte y Sur, Este y Oeste, vemos en oposición o correspondencia a Diván de Mouraria frente a Pretzels, y a El deseo postergado frente a Y2K. No se trata de una oposición que niegue al otro libro, sino más bien de una complementación: estos cuatro libros, sumados, nos arrojan todos los rumbos posibles de esta vida, los lugares donde nuestras huellas darán constancia de nuestro paso por el mundo.

            Recientemente escribí para un periódico, a propósito de El deseo postergado, que la poesía de Bojórquez encontraba la siempre prodigiosa porción de belleza en los campos del dolor y la tristeza; este libro que reúne un decenio de compromiso, voluntad y gracia con la poesía confirma mi dicho. La obra de Mario Bojórquez es un motivo de alegría para el lector atento y curioso. Este es, sin duda, uno de los periodos de escritura más intensos de un poeta en toda nuestra lengua en los últimos treinta años.

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*Adalberto García López (Culiacán, 1993). Poeta, traductor, editor. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Becario Interfaz del programa Los signos en rotación, que convoca el ISSSTE Cultura. Ha publicado distintos textos en revistas de México, España, Colombia, Grecia e India. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, italiano, griego y tamil. Actualmente es director de Círculo de Poesía (https://circulodepoesia.com).

 

 

 

Memoria de lo vivido
Mario Bojórquez
Instituto Sinaloense de Cultura
México, 2019
pp. 218

 

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Mario Bojórquez (Los Mochis, México, 1968). Poeta, ensayista y traductor. Realizó estudios de Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM. Sus primeros lib ... LEER MÁS DEL AUTOR