Me llaman Sombra
Casida de la indignación
Enojado, perdido ya
en esa levadura amarga, por donde hoy
no sé si hoy o siempre
mi corazón se enciende
y horrible pulsación
fósforo y tea
arde impaciente
indignación.
Indignación se llama
éste oblicuo malestar, y furia,
furia el destrozo que la sangre deja
al pasar de un órgano a otro órgano.
¡Qué recorrer de sangre, qué veneno
que vuelto contra sí, se contamina!
Indignación, acaso,
o náusea de injusticia;
pero no, seguro indignación
y sí coraje y rabia.
Casida de la postergación
La vida nos engaña, nos obliga
a correr tras fantasmas, apariencias
y en el alto deseo, nos invoca
al desfile de sombras por la sombra.
La vida nos engaña,
nos invita
su sola invitación nos causa canas
y dentro del ardor de nuestros órganos
el fuego se congela en un instante.
Nos engaña la vida,
nos engaña
nos acerca a los ojos el fruto apetecido
la codiciosa boca se hace agua
y nuestro corazón, Tántalo ardiente,
estira fallo el cuello
y la sed lo consume.
De Diván de Mouraria
Querella
Escucha cómo late tu sangre
Cómo pierde el oído su pulso acelerado
Escucha el ardor de las venas bajo la coraza de tu piel
Súbete en el caballo desbocado de tu sangre en la vena
Dale sangre a tu vena
Dale vena a esa sangre para que corra
Ahora que ya es tuya
Que vas con ella montado en su sonido
Observa que cojea, que su potro ha quedado mordido por el hambre
Que un destino ha baldado su galopar esbelto
Que se oxida la grupa
Corre en tu sangre los caminos vedados a la conciencia
Siente la espina injertada en el casco
*
Aquella palabra que dijiste en la penumbra hueca
—Un silencio sin costas se abrió para decirla—
Te perseguirá todos los días de tu vida
Una palabra puede
Sin orillas marcar el destino de un hombre
Envolverlo en su nata para siempre perdido
Llevarlo a cuestas por sendas innombrables
Y sacarle a sus huesos el jugo de la vida
Una palabra un nombre
De aterida canción en florecida sombra
Dará al que la pronuncie
Una puerta para salir huyendo
De tedios y nostalgias
*
Me llaman Sombra
En el tendido hueco del árbol que me acoge
Me dicen ese nombre porque nadie se atreve
A ver en mi costado la marca de los días
El costillar desnudo de lo que ya se fue
Y no vuelve
Yo asiento con un gesto
Me acomoda saber que no soy nadie
Que no importan mis penas ni el pasado
Que para siempre fue en mi cuello una carga
Esa sombra se mueve sin un cuerpo
Pensarán
Y hay algo de razón en su sentencia
Qué si no Sombra habrá de ser aquél
Que ha quemado sus naves en la costa serena de la vida
Yo me cubro las piernas con las ramas
Sombra del árbol
Voy con él o me quedo
Para siempre plantado en el camino
De El deseo postergado