

Presentamos un texto clave de este inolvidable poeta del sur de Chile.
Marino Muñoz Lagos
Primeras noticias de mi muerte
El día que me muera, estoy pensando,
será un día de lluvia. El día menos
rebelde que yo tenga. Desde el bosque
traerán la madera con que sueño.
Desde un bosque cercano donde el agua
sigue su cristalino derrotero.
Y unos árboles breves, como nidos,
servirán de ataúd para mi cuerpo.
Los clavarán cantando, es muy seguro,
entre veinte o cuarenta carpinteros:
los clavarán cantando sin pensar
que la muerte camina por sus dedos.
Nadie vendrá desde mi casa
porque nadie sabrá que yo me muero:
mi madre y mis hermanos continuarán
mirando el mar desde los cerros,
caminando sus calles, sus jardines,
donde la rosa quiebra sus espejos.
Mi delgado país, lo que conozco
desde el fruto quemante hasta el invierno
se irá conmigo, lo tendré golpe a golpe
en mis entrañas, en lo más ciego
del ciego corazón como si fuera
la raíz principal de mis secretos.
Lo soñado: los trenes de mi patria
que atraviesan sus ríos sempiternos,
noche a noche, aullando tristemente
sobre el musgo dormido de los techos
irán conmigo, como quien va llevando
una niebla cordial de sus espectros.
Y no andaré como antes cuando andaba
con la noche sumida en los cabellos,
visitando las casas, esas casas
donde esparcen naranjas en el fuego.
Ni beberé los vinos que bebía
con la cara perdida en un espejo,
el corazón tan frío como el agua
que está cayendo sobre el duro suelo.
Y encontraré la muerte agazapada
detrás de los otoños con que sueño.