El oficio equivocado
A diario
el reflejo de la vidriera
te devuelve
la cabeza gacha
una blancura fosforescente
de insomnio y madrugada
una manera sutil de agresión
o una pregunta por voces desconocidas
y aquel recuerdo
sobre un banco de plaza
habías raspado el poema
una puerta entreabierta por si alguien
alguna vez
decidiera entrar.
Sonámbula
frente al viento atropellado
la memoria es un trigal
para tu voluntad indecisa
enrojece tu ceguera
en lo único capaz de mover montañas
es incienso en las manos
el último vestigio
de tu paso por el aroma
que exhalan al lamentar
los desilusionados
hay un astillero para tus visitas cada noche
una espera que hace de vos
la hoguera de los equinoccios
la piel que solo de la renuncia
se desprende dolorosa
ojos blancos no cierran los párpados a tiempo
invisible en el camino que no dictan los pies
lazarilla de la noche
no despierta quien persigue impaciente
a sus fantasmas
sino quien reconoce el rayo
de su propia tormenta
y acepta el final de la oscuridad.
Getsemaní
si una llovizna solo es alivio
para la noche del miedo
un cáliz que nadie aleja
en el verdadero lado de las cosas
quién cobija
la desnudez cuando llega el alba
la justicia
de poder mirar de frente
quién paga el precio
de treinta monedas
al mejor postor
con cada resurrección
algo se pierde
y el beso en la mejilla
no traiciona
si no es para despedir.
Delito
cuando el deseo es el ave más rapaz
y la noche abre su garganta sin ver
el miedo es otra cosa
sostenés la ternura
en la palma de la mano
y podés ver que ya no respira
la bala es lo único
que sobrevive dentro del plástico
preservada de la corrosión
podés mirarla a contraluz
hay solo un nombre
grabado en el calibre
como pequeño relicario de la pérdida.
Consorte
convivís en el encierro con la rabia
duelan a los muertos
de cara a la misma pared
desprende una crin larga hasta el piso
para barrer la pena
restos de confeti
sus escamas
en el reverso
una cicatriz de picabuey
la fiebre es el correlato de la pérdida
asfixiada en el sol del mediodía
ahora sal como única ofrenda para la boca
si la memoria no es
un montón de huesos acopiados
que ella diga
vendrá un día en el que ya no se vuelve
que trence con tu pelo una soga en el hastío
y alrededor del cuello
tire.
Reptil
desafiás al último aliento
de la sombra que te persigue
cambiás de piel
ahí donde no es
te conformás solo con eso y la temperatura
es el hogar en el que aprendiste a sobrevivir
quemaste los ojos en la punta de un cigarrillo
para decir basta
y cortarle el cuello a la repetición
sabés
en ese delirio se persigue a la misma presa
si se chocan los ángulos del mismo tabique
asediado por los tábanos de la tarde
te empeñás en hacer surco
y demarcás el territorio con las uñas de la tierra
hay otra cosa en lo que decís
y es cierto
reptar en el pillaje de lo poco
es el único designio del amor.
Caminante
me corrijo la vida como debió haber sido
hago cuentas de cuánto debo irme
para no estar conmigo en otra parte
Jorgenrique Adoum
qué te cubre la distancia ahora
estaqueado bajo el alero
como quien olvida las llaves
y se resigna
a desconocer el destino
de todas las puertas
quién debe perdonarte
el cuerpo fugitivo
una historia sin nombres
las ficciones peregrinas
de esa ciudad que llegaste a ser
si el lugar está siempre
en la casa que se aleja
dejá el cuerpo
una última vez a la intemperie
como los que abandonan
la armadura en el páramo
y se resignan a mirar el cielo
sobre cada uno
inexorable
solitario y bello.
De El oficio equivocado (2024)