

Presentamos tres textos del gran poeta rumano en la versión al español de Omar Lara.
Marin Sorescu
Más allá
Esta mujer
Tiene a alguien en el baño.
Habla conmigo,
Me ama sinceramente,
Pero alguien aún zangolotea en su alma,
Más allá de mí.
Leo en sus ojos,
En el pelo,
En la línea de la vida de su mano
Que esta. casa no tiene sino una sola entrada,
Que oculta de mí a alguien en el baño.
O, digamos, en la casa vecina,
O en otra casa,
En algún lugar de la calle,
En otra ciudad o en otro bosque,
O en el fondo del mar.
Alguien está oculto allí,
Asediando mis pensamientos,
Escuchando mis pensamientos eternos
Con los ojos fijos en el reloj.
Pregunta
¿Qué día es hoy?
¿Lunes?
Pero lunes ya fue
La semana pasada.
¿Martes?
Martes fue también el año pasado,
Fue martes como que hay Dios.
¿Miércoles?
El siglo pasado, según he sabido,
Cayó en miércoles.
¿Jueves?
Un jueves fue arada
Cartagena,
Un jueves fue incendiada
La biblioteca de Alejandría.
Imposible que no haya pasado
Ni siquiera un día desde entonces.
¿Viernes? ¿Sábado?
Yo ya oí hablar en cierta ocasión
De los días éstos,
No me vengan con historias.
¿Tal vez Domingo?
El tiempo anterior al génesis
Se llamaba domingo.
Lo recuerdo perfectamente.
Dios mío, todos los días han sido.
¿No nos ha quedado ni siquiera un día
Nuevo?
Simetría
Iba tranquilamente
Cuando de pronto, frente a mí
Surgieron dos caminos:
Uno a la derecha,
y el otro a la izquierda,
Según todas las reglas de la simetría.
Me quedé inmóvil,
Cerré los ojos,
Estiré los labios,
Tosí,
Y tomé por el de la derecha
(Exactamente el que no debía,
Como se comprobó más adelante).
Caminé por él como pude,
Está de más abundar en detalles.
Luego frente a mí se abrieron dos
Precipicios:
Uno a la derecha,
Otro a la izquierda.
Me lancé por el de la izquierda,
Sin pestañear, sin siquiera precipitarme,
Me lancé con todo por el de la izquierda,
El cual, ay, no era el sembrado con plumas.
A rastras seguí avanzando.
Me arrastré cuanto pude,
y de pronto, frente a mí
Se abrieron amplios dos caminos.
«¡Yo les enseñaré!» -me dije-
Y me empeñé otra vez por el de la izquierda,
Con hostilidad.
Equivocado, muy equivocado, el de la derecha era
El verdadero, el verdadero, como se dice, el gran camino.
Y en la primera encrucijada
Me consagré con todo mi ser
Al de la derecha. Y nuevamente
El otro fue el que debí tomar el otro…
Ahora están por terminarse mis provisiones,
El bastón de mis manos envejeció,
Ya no echa brotes
Para estar a su sombra
Cuando me embarga la desesperación.
Las piedras desgarraron mis tobillos,
Crujen y gruñen en mi contra,
Puesto que me he mantenido en una permanente
Equivocación.
Y he aquí que otra vez ante mí se abren
Dos cielos:
Uno a la derecha,
El otro a la izquierda.