Marin Sorescu

Cerámica

 

 

 

(Traducción al español de Omar Lara)

 

 

Levanto este hilo de agua.
A vuestra salud.
Levanto esta escama de pescado
y bebo su lágrima.
Marin Sorescu

 

 

 

Cerámica

Los arqueólogos han descubierto
en el territorio de mi cuerpo
una vasija de barro.
La vasija tiene forma de corazón.
En ella un artesano desconocido pintó,
ya antes de nuestra era,
unos rayos de sol.
Vinieron después otros hombres
que trenzaron su alma entre los rayos
con motivos populares.
Ahora yo agrego a la cerámica antiquísima
nuevos dibujos de época,
para que ellos, los sabios del año 4000,
sepan también de mi existencia,
por ahí por la mitad del siglo XX,
aproximadamente.

 

 

 

He vendado

Vendé los ojos de los árboles
con un pañuelo verde
y dije: Búsquenme.

Y los árboles me han hallado enseguida
con una carcajada de hojarasca.

Vendé los ojos de los pájaros
con un pañuelo de nubes
y dije: Búsquenme.

Y me hallaron los pájaros
con un trino.

Vendé los ojos de la tristeza
con una sonrisa,
y me halló la tristeza al día siguiente
en un amor.

Vendé los ojos del sol
con mis noches
y dije: Búsqueme.

Allí estás, dijo el sol,
detrás de ese tiempo,
no te ocultes más.

No te ocultes más
me dijeron todas las cosas
y todos los sentimientos
a los que intenté vendar los ojos.

 

 

 

Simetría

Iba tranquilamente
cuando de pronto, frente a mí
surgieron dos caminos:
uno a la derecha
el otro a la izquierda
según todas las reglas de la simetría.

Me quedé inmóvil,
cerré los ojos,
estiré los labios,
tosí
y tomé por el de la derecha
(exactamente por el que no debía
como se comprobó más adelante).

Caminé por él como pude,
está demás entrar en detalles.
Luego frente a mí se abrieron dos
precipicios:
uno a la derecha,
otro a la izquierda.
Me lancé por el de la izquierda.
Sin pestañear, sin inquietud alguna,
me lancé por el de la izquierda,
el cual, ay, no era el sembrado de plumas.
A rastras seguí avanzando.
Me arrastré cuánto pude
y de pronto, frente a mí,
se abrieron amplios dos caminos.
“¡Yo les enseñaré!” –me dije-
y me empeñé otra vez por el de la izquierda,
con hostilidad.
Equivocado, muy equivocado, el de la derecha era
el verdadero, el verdadero, como se dice, el gran camino.
Y en la primera encrucijada
me consagré con todo mi ser
al de la derecha. Y nuevamente
el otro fue el debí tomar, el otro…

Ahora están por terminarse mis provisiones,
el bastón de mis manos envejeció,
ya no echa brotes
para estar a su sombra
cuando me embarga la desesperación.
Las piedras desgarraron mis tobillos,
crujen y gruñen en mi contra
puesto que me he mantenido en una permanente
equivocación.

Y he aquí que de nuevo ante mí se abren
dos cielos:
uno a la derecha
el otro a la izquierda.

Marin Sorescu (1936-1996) fue uno de los escritores más prolíficos, influyentes y difundidos  de la  literatura rumana de la segunda mitad del siglo X ... LEER MÁS DEL AUTOR